Les Contes d’Hoffmann en Berlín: Espectáculo brillante de una ópera casi irreconocible

Les Contes d'Hoffmann en Berlín.
Les Contes d’Hoffmann en Berlín. Foto: Monika Ritterhaus

Durante muchos años el atractivo que ofrecía Berlín para el aficionado a la ópera se centraba casi exclusivamente en las programaciones de la Deutsche Oper y de la Staatsoper Oper Unter den Linden, mientras que la Komische Oper ofrecía poco atractivo para el aficionado extranjero. En los últimos años las cosas han cambiado y particularmente para este último teatro, que hoy ofrece unos espectáculos muy notables, no tanto por sus repartos vocales, como por sus puestas en escena. El cambio se produjo a partir del momento en el que el australiano Barrie Kosky se hizo cargo de la dirección del teatro hace 4 años. Desde entonces sus trabajos son habituales en la programación del teatro y la verdad es que, siendo discutibles en muchas ocasiones, siempre tienen interés para el espectador. De hecho, sus producciones viajan frecuentemente por el mundo y bueno será recordar el éxito de su Flauta Mágica el pasado mes en el Teatro Real de Madrid.

La producción que ahora nos ocupa se estrenó durante el pasado mes de Octubre y es un espectáculo discutible y rompedor. Durante la representación no hacia sino acordarme de la producción de Fidelio de Calixto Bieito que vi hace unos días en Munich. Entonces yo decía que el trabajo de Bieito había sido pretencioso y aburrido, aplicando lo de pretencioso al hecho de querer enmendar la plana a compositor y libretista.

La verdad es que el mismo calificativo de pretencioso tendría que aplicar a Barrie Kosky en esta producción de la ópera de Offenbach, que no debería ser anunciada como Les Contes d’Hoffmann, sino todo lo más como basada en ella. El regista australiano no deja títere con cabeza, lo que me lleva a pensar que no le gusta esta ópera. El comentario anterior tiene que ser matizado por hecho de que la ópera de Offenbach es una obra inacabada y de la que casi existen tantas versiones como producciones, con cortes y añadidos prácticamente ad libitum. El caso de Barrie Kosky va más allá. Corta lo que le parece (aria del diamante, septeto del acto de Venecia), cambia arias a su gusto (la del Epílogo de Nicklausse pasa al Prólogo, mientras que la de Frantz pasa ahora a ser de Pitichinaccio en el acto de Venecia), desaparece el Epílogo o más bien la música del mismo, sustituida por el dúo La ci darem la mano, cantado por Nicklausse y un moribundo Hoffmann I. Todavía los cambios van más allá y Barrie Kosky nos ofrece nada menos que 3 distintos Hoffmann en escena. El llamado Hoffmann I es un actor, que va recordando en diálogos en alemán (textos del auténtico E:T.A. Hoffmann) su obsesión por la cantante Stella y el Don Giovanni de Mozart. Pero hay otros dos, el primero es un barítono para el Prólogo y el acto de Olympia, mientras que es un tenor el que interpreta al personaje en los dos actos siguientes. El capricho de Barrie Kosky no parece tener otra razón de ser que el hecho de que Offenbach parece que comenzó a componer la ópera pensando en un barítono de su tiempo. Como pueden comprender, no es esto exactamente Les Contes d’Hoffmann, sino los de Barrie Kosky, basados en la ópera de Offenbach.

Volviendo al Fidelio en la producción de Calixto Bieito, yo decía que, aparte de pretenciosa, su labor me había parecido aburrida. En el caso de Barrie Kosky no puedo decir lo mismo, ya que el espectáculo escénico es divertido y brillante y con una imaginación desbordante por parte de su autor. La escenografía de Katrin Lea Tag es muy simple, consistente en una gran plataforma móvil y desnuda como escenario único. El vestuario es también obra de Katrin Lea Tag y está lleno de imaginación en lo que se refiere al coro, resultando atractivo y divertido. Buena también la labor de iluminación de Diego Leetz. Pero donde el espectáculo resulta impresionante es en la pura dirección escénica, particularmente en el acto de Olympia, donde Barrie Kosky hace una auténtica creación con la muñeca. Es verdad que uno tiene que hacer esfuerzos para no irritarse con la “versión” de Barrie Kosky, pero, si uno lo consigue, la verdad es que el espectáculo escénico merece la pena.

Les Contes d'Hoffmann en Berlín. Foto: Monika Ritterhaus
Les Contes d’Hoffmann en Berlín. Foto: Monika Ritterhaus

La dirección musical estuvo encomendada al alemán Stefan Blunier, muy habitual en este teatro, y que fue quien estrenó esta producción hace unos meses. Su dirección me ha resultado convincente, con buen ritmo y sacando un buen resultado de la Orquesta de la Komische Oper Berlín. Se podría decir que su dirección fue más teutona que francesa, pero en cualquier caso funcionó francamente bien. Excelente el Coro de la Komische Oper Berlín, cuyos componentes son siempre magníficos actores, muy exigidos en las producciones del teatro.

Como digo más arriba, los repartos vocales de la Komische Oper no son espectaculares, pero siempre ofrecen una labor de conjunto muy buena y los cantantes ofrecen generalmente voces jóvenes y adecuadas.

Tuvimos dos Hoffmann en escena, el barítono Dominik Köninger en el Prólogo y el acto de Olympia, y el tenor lituano Edgaras Montvidas en los actos de Antonia y Giulietta. El primero tiene una voz lírica agradable y es un buen intérprete. Evidentemente, corta todos los agudos de la canción de Kleinzac, así como los del acto de Olympia. Montvidas es un tenor lírico–ligero de voz no particularmente atractiva y que siempre da la impresión de ir un tanto forzado, lo que se convirtió en un hecho en el último acto, donde pasó apuros.

Comprendo que dramáticamente resulta más interesante una única soprano en los personajes de Olympia, Antonia, Giulietta y Stella que tres sopranos distintas, pero vocalmente no tengo dudas sobre mi preferencia por la última alternativa. Aquí hemos tenido a la soprano americana Sydney Mancasola, que es una soprano ligera, con voz y figura atractiva y gran facilidad escénica. Su mayor adecuación va con Olympia, mientras que resulta excesivamente ligera para Antonia y más todavía en Giulietta. Más allá de su adecuación a los personajes, es una soprano que puede tener recorrido.

Los 4 Diablos fueron interpretado por el bajo-barítono americano Alfred Walker, de voz sonora y al que eché en falta mayor intención y sentido del humor en su canto. La mezzo soprano ucraniana Alexandra Kadurina ofreció una voz amplia y bien emitida en la parte de Nicklausse, doblando en la Voz de la Madre de Antonia.

Buena impresión la dejada por el tenor Ivan Tursic como Andrés, Spalanzani y Pitichinaccio, cumpliendo Alexey Antonov como Cochenille, Crespel y Schlemil.

El teatro ofrecía una ocupación algo por debajo del 90 % de su aforo. El público se mostró satisfecho y divertido con el resultado de la represtación, dedicando una cálida recepción a los artistas.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 59 minutos, incluyendo un intermedio. La duración musical es irrelevante en este caso. Seis minutos de aplausos.

El precio de la entrada más cara era de 76 euros, habiendo butacas de platea al precio de 37 euros. La entrada más barata costaba 28 euros.

José M. Irurzun