Les pêcheurs de perles en Vigo

Les pêcheurs de perles en Vigo
Les pêcheurs de perles en Vigo

A pesar del tiempo transcurrido todavía flotaba en el ambiente del Teatro García Barbón el recuerdo del irrepetible Nadir de Alfredo Kraus. En los habituales corrillos previos al inicio de la función, los aficionados más veteranos presumían del privilegio de haber podido escuchar en ese mismo escenario aquellos magníficos pescadores de perlas del año 70 en los que el reparto se completaba con la soprano María Fleta y un joven Vicente Sardinero, e incluso entre el público se contaba con la presencia del hijo del añorado tenor canario. Cierto es que, teniendo presente el dato, se establecía un complicado punto de partida, pero la representación viguesa del pasado once de noviembre, aunque en formato concierto, no defraudó en absoluto y aportó elementos de enorme interés y apreciable nivel artístico.

En primer término conviene destacar el acuerdo de colaboración establecido entre la Asociación de Amigos de la ópera viguesa y la Real Filharmonía de Galicia que ha dado como primer fruto estos magníficos Pêcheurs; una feliz iniciativa que, guiada por la inteligente dirección artística de Daniel Diz y la dirección musical de un reconocido maestro como Paul Daniel, puede proporcionar un salto cualitativo a la actividad lírica en Vigo y Santiago de Compostela, para regocijo de los verdaderos aficionados. El segundo punto de interés ha de encontrarse en la decisión de presentar, por primera vez en la ciudad olívica, la versión original de la obra de Bizet. La historia de este exótico título, desde el estreno en el Théâtre Lyrique parisino en 1863, ha venido condicionada por las sustanciales transformaciones que sufriría su música tras el fallecimiento del compositor. El empresario Léon Carvalho, quien había encomendado a Bizet la composición de la obra, no dudó en presentarla nuevamente en 1893, aprovechando la estela del éxito póstumo de Carmen, pero acomodándola a los gustos imperantes. Para ello confió a Benjamin Godard la tarea de aligerar y ‘adulterar’ la composición original, especialmente en el acto tercero. Ante la carencia del manuscrito orquestal original y debido a la publicación realizada por Choudens, sería esta versión parcialmente apócrifa la que tradicionalmente se ha representado, tanto en frances como en italiano. La recuperación de la reducción para canto y piano, realizada por el propio Bizet en 1864 y el descubrimiento de la partitura de dirección empleada en el estreno, permitió a partir de los años 70 la recuperación de la obra en su concepción original y la publicación de una edición crítica que sería la empleada para las representaciones londinenses de 2002 y, como comentaba antes, también para este segundo evento del Outono lírico 2016 de la AAOV. Ello nos permitió escuchar, entre otros pasajes, el brillante fragmento del dúo entre Léïla y Zurga del tercer acto, Tu que demandais sa vie o el radiante O lumière sainte de Léïla y Nadir. No cabe duda de que, pese a la inconsistencia del libreto de M.Carré & E.Cormon, Bizet ha plasmado en esta composición una música deliciosa, de gran inspiración melódica e impecable factura orquestal, que merece un mayor crédito que el que le proporcionan los famosos fragmentos Au fond du temple saint o la Romanza del tenor.

La sutil pero comprometida parte vocal estaba encomendada a un cuarteto de manifiesta solvencia. Borja Quiza afrontó con solidez la aguda tesitura del jefe de los pescadores cingaleses, una parte que, incluso, ha de alcanzar el sol# y el la agudos, de modo opcional. El barítono gallego cantó con presencia y autoridad y, al menos en esta noche, fue profeta en su tierra, logrando numerosos aplausos, en especial tras su aria O Nadir, tendre ami de mon jeune âge. Para Felipe Bou, la parte de Nourabad no esconde ninguna dificultad. Desempeñó con extrema seguridad sus breves intervenciones. Francisco Corujo, cantante elegante y de cuidada línea, encontró sus mejores momentos en el segundo y tercer actos dando respuesta a la extraordinaria Léïla de Ruth Iniesta. Debutante en el rol, la aragonesa ya no se muestra como la cantante revelación de los pasados premios líricos Campoamor sino como una completa realidad, a la que adornan todas las virtudes que se pueden esperar de una gran solista: bello timbre muy rico en armónicos, espléndida colocación, homogeneidad de registros, musicalidad, cuidado fraseo, excelente dicción,… cualidades que, conducidas con una elección inteligente de repertorio, le auguran, sin duda, una brillante carrera internacional.

La Real Filharmonía había dado ya numerosas muestras de su buen hacer en el repertorio sinfónico, pero todavía no se había prodigado en el apartado lírico. Además la formación compostelana siempre luce sus mejores virtudes bajo la batuta del director titular Paul Daniel. El maestro de Birmingham hizo honor a su ilustre trayectoria, proponiendo una perspectiva respetuosa con las indicaciones de Bizet, delineada a través de un discurso coherente en el que hasta la elección de tempi, en principio, algo apresurados, y de repentinas transiciones dinámicas encontraban un sentido lógico dentro de la concepción global de cada sección y del devenir dramático de la acción. Con gesto claro y expresivo supo extraer lo mejor del coro Gli Apassionati, con intervención relevante en esta ópera, y manejó con equilibrio la sonoridad de la masa orquestal, con cuidada atención a la línea vocal.

Joaquín Gómez