Les Troyens Bayerische Staatsoper Por Luc Roger
La nueva producción de Les Troyens de Hector Berlioz en la Bayerische Staatsoper ha sido recibida de manera desigual: mientras que son unánimes los elogios a la excelencia de la dirección musical de Daniele Rustioni y a la actuación de los cantantes y coros, la puesta en escena de Christophe Honoré ha sido ampliamente denostada tanto por la crítica como por muchos espectadores, algunos de los cuales han abandonado la sala, a veces sin esperar al intermedio, mientras que otros no han escatimado abucheos ni vehementes protestas.
La música antes que cualquier otra cosa. Daniele Rustioni se basó en el estado final de la partitura, la cual restauró en su totalidad a excepción de las entradas del tercer acto. Berlioz habría aplaudido sin duda esta dirección orquestal, él que había tenido a bien escribir en la cabecera de su partitura una nota que era, como mínimo, sarcástica y exasperante:
«El autor cree que debe advertir a los cantantes y directores de orquesta que no hay ninguna inexactitud en su forma de escribir. Por lo tanto, se pide a los primeros que no cambien nada en sus papeles, que no introduzcan ningún hiato en los versos, que no añadan ningún ornamento o apoyatura, ni en los recitativos ni en ningún otro lugar, y que no supriman los que hay. A los segundos se les advierte de que deben tocar ciertos acordes de acompañamiento en los recitativos respetando los tiempos del compás donde el autor los ha colocado, y no antes o después. En una palabra, este trabajo debe interpretarse tal cual está concebido». Les Troyens Bayerische Staatsoper
Daniele Rustioni, milanés de 39 años, es ahora el principal director invitado en Múnich. Había participado en la supervisión de Les Troyens en Londres como asistente de Antonio Pappano. Sin tener que preocuparse por las admoniciones del compositor, interpreta magníficamente la rica paleta y los vibrantes colores de la compleja y variada orquestación de esta obra, que él mismo describió en una entrevista como «loca esquizofrénica», haciendo que destaque ora el furor o el carácter bélico que encierra ora sus refinadas delicadezas, donde no faltan el erotismo y la lascivia. La orquesta sigue las meticulosas instrucciones del director y reproduce magníficamente los efectos puramente materiales que pretendía Berlioz, como las ondulaciones del mar, el aliento de la brisa marina o el derrumbe de las murallas de Troya. El universo sonoro que crean es de una belleza mágica, hechizante; las cuatro horas de actuación musical pasan como un sueño.
Por si fuera poco, el reparto también es de lujo, empezando por la contralto canadiense Marie-Nicole Lemieux en el papel de Cassandra, que interpreta su personaje alarmado y serio imprimiéndole un acento y una energía impresionantes. Su logrado juego escénico y la belleza de su timbre nos hacen olvidar las limitaciones de algunas de sus notas altas, y además da pruebas de una proyección, un fraseo y una articulación impecables; el texto se entiende perfectamente. El barítono Stéphane Degout, que ya había asumido el papel de Chorèbe en la Opera Bastille en 2019, ofrece un príncipe magistral, matizado y sensual, lleno de delicadeza, notable en el delicioso andante que este amante platónico canta para calmar a la divinatrix. Les Troyens Bayerische Staatsoper
Ekaterina Semenchuk sustituyó en el papel de Dido a Anita Rachvelishvili, ausente por enfermedad. La bielorrusa, que había abordado el papel en 2015 en el Mariinsky, recrea una reina interesante con su centro sensual, cálido y potente. Es poderosa y odiosa en la furia de la última aria. Sin embargo, su vibrato hace que el canto resulte poco transparente y su articulación y fraseo son defectuosos, lo que desmerece seriamente el texto en francés, que no se entiende. Dicho esto, la expresividad del patetismo se impone y la cantante recibió un fuerte aplauso. Además, el dúo entre Dido y la excelente Anna de Lindsay Ammann fue uno de los tantos momentos álgidos de la velada. Y con el prodigioso alcance de su poderosa voz y su vibrante presencia, el tenor estadounidense Gregory Kunde consigue transmitir brillantemente la complejidad del personaje de Eneas, tierno y sensual en el amor pero feroz guerrero en la batalla, atrapado en la duda en el momento de la ruptura, desgarrado entre el deber y el amor.
El elenco de personajes secundarios está al mismo buen nivel: la Ascagne de Ève-Maud Hubeaux fue muy aclamada; el tenor Jonas Hacker presta su voz clara y melodiosa a un emotivo Hylas, el grumete arrancado del suelo de su patria; y Bálint Szabó como Narbal, impone con la presencia de su alta estatura y la potencia de su voz de bajo, a pesar del pantalón fucsia con el que va vestido. Por último, el tenor Martin Mitterrunzer interpreta líricamente la canción del bardo Iopas. Les Troyens Bayerische Staatsoper
La puesta en escena de Christophe Honoré ofrece una visión coherente de Les Troyens en su conjunto, si uno está dispuesto a mirar más allá del vasto conflicto de Antiguos y Modernos que marca la recepción de la mayoría de las puestas en escena alemanas contemporáneas y si uno está dispuesto a tomarse la molestia de leer el libreto de Berlioz. Los decorados de Katrin Lea Tag son sobrios y evocadores. La zona del escenario de la Prise de Troie está pavimentada con grandes losas grises rotas o desmoronadas y rodeada por un muro perimetral bajo de hormigón con restos ocasionales de fuego. Al fondo del escenario se extiende una pantalla que muestra una fotografía del mar.
Los troyanos van vestidos con largos abrigos negros y llevan galeri –los sombreros de ala ancha que estilaban los presbiterianos– como si ya estuvieran de luto por su ciudad. Christophe Honoré evita el problema del caballo de Troya sustituyéndolo por una palabra, Das Pferd (el caballo), escrita con grandes letras formadas por luces blancas de neón que descienden temblorosamente de las perchas y se mueven hacia arriba y hacia abajo para luego avanzar un poco. Los coros, imponentes en número, están ataviados con trajes de noche, fracs y vestidos negros, sin duda para crear un vínculo con el público y asociarlo así a la acción. Las líneas del decorado troyano son horizontales, lo que da la impresión de un vasto espacio. La misma grisura caracteriza la parte cartaginesa de la historia, salvo que los muros cartagineses, mucho más altos, y el suelo están intactos. El escenario está dispuesto en múltiples terrazas de diferentes alturas, alrededor de una probable piscina. Los baños cartagineses al aire libre se asoman al Mediterráneo, que se puede ver a través de una bahía que da a las terrazas. Para la vestimenta de los cartagineses, cuando la llevan, Olivier Beriot se inspira en la muy colorida moda veraniega de los años 1970.
El contraste entre la sobriedad y la angustia de los troyanos en la guerra, en la derrota y luego en el exilio, y la lujosa ociosidad de los cartagineses es evidente. Christophe Honoré quería crear una producción provocativa centrándose en la sexualidad y el amor homosexuales. Al final del segundo acto, los griegos victoriosos invaden Troya, con arneses en el torso y la cabeza que recuerdan a las prácticas sadomasoquistas. Los derrotados se convertirán en esclavos de los griegos. Más tarde, en Cartago, los hombres desnudos ocupan las terrazas de los baños, sólo Dido desfila con un colorido negligé. En el cuarto acto, dos pantallas muestran películas pornográficas de orgías homosexuales con imágenes explícitas. Más adelante, las escenas se tornan sadomasoquistas, con heridas y mutilaciones reales o simuladas y mucha hemoglobina, recordando las actuaciones de los accionistas vieneses que a menudo escenificaban cuerpos mutilados.
Esto puede parecer escandaloso e irrelevante, pero es posible señalar que la ambivalencia sexual está atestiguada en Cartago, que la prostitución sagrada estaba allí institucionalizada y que se practicaba el sacrificio de niños a los dioses. En segundo lugar, el texto de Berlioz atribuye atrocidades semejantes a Dido, quien, habiendo prometido cuidar a Ascanio como una madre mientras Eneas iba a la guerra, una vez que este la ha abandonado desea vengarse de él “sirviéndole los miembros de su hijo en un horrible festín”. Además, se arrepiente de no haber “exterminado la raza errante de estos hombres malditos, y esparcido los restos de sus cuerpos sobre las olas”. En otra parte del texto, Dido y Eneas se refieren a Andrómaca, a quien, hecha prisionera vieron casarse con “el asesino de su padre, el hijo del asesino de su ilustre marido”. Estas palabras van mucho más allá de los juegos sexuales y su teatralización, y nadie parece ofenderse. De hecho, las provocaciones de Christophe Honoré se ajustan al texto y no van más allá de las atrocidades que los programas policíacos alemanes emiten toda la noche.
Más allá de los aspectos conflictivos, lo cierto es que la Bayerische Staatsoper nos ha regalado un gran espectáculo y una música dirigida por un director excepcional e interpretada por unos cantantes y un coro excepcionales. Todavía es posible escuchar la grabación a través de la emisora de radio online BR-Klassik : https://www.br-klassik.de/programm/radio/ausstrahlung-2800784.html
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Múnich, Bayerische Staatsoper, 29 de mayo de 2022. Hector Berlioz, Les Troyens, ópera en cinco actos, libreto del compositor según la Eneida de Virgilio. Director: Christophe Honoré; escenografía: Katrin Lea Tag; vestuario: Olivier Bériot. Con : Marie-Nicole Lemieux (Casandra); Emily Sierra (Hécuba); Ève-Maud Hubeaux (Ascanio); Ekaterina Semenchuk (Dido); Lindsay Ammann (Anna); Stéphane Degout (Chorèbe); Martin Snell (Príamo); Gregory Kunde (Eneas); Bálint Szabó (Narbal); Martin Mitterrutzner (Iopas); Andrew Hamilton (Mercurio); Jonas Hacker (Hylas) Coro de la Ópera Estatal de Baviera; Bayerisches Staatsorchester, director : Daniele Rustioni. Opera World