Les Troyens en Hamburgo: Una buena representación marrada por una producción casi inexistente

Les Troyens en Hamburgo: Una buena representación marrada por una producción casi inexistente
Escena de Les Troyens en Hamburgo. Foto: Hans Jörg Michel

Con Les Troyens en Hamburgo se ha inaugurado la nueva temporada de ópera, que tiene como principal novedad el cambio en la dirección musical, que ha pasado de las manos de la australiana Simone Young a las del americano Kent Nagano. Cambio interesante y que sigue dejando a Hamburgo con un destacado director musical.

Para la ocasión se ha encargado una nueva producción a Michael Thalhaimer. Si hace unos días consiguió destrozar Der Freischütz en Berlín, aquí no ha hecho otro tanto, pero he visto óperas semi-escenificadas con más vida en escena. La producción tiene dos características fundamentales. En primer lugar, se trata de una producción que va más allá del minimalismo imperante en los teatros de ópera y en segundo lugar se trata de una representación de la ópera de Héctor Berlioz caracterizada por sus abundantes cortes. La escenografía de Olaf Altmann no merece tal nombre, ya que no ofrece sino dos paredes laterales y otra al fondo, esta última girando de arriba abajo sobre sí misma para cortar la escena y dar paso a veces al coro. Tiene el inconveniente añadido de estar totalmente abierta por arriba, lo que perjudica a la proyección de las voces. No hay más que eso, ni siquiera elementos de atrezzo. Es igual que estemos en Troya que en Cartago. No busquen ni el Caballo de Troya, ni las ofrendas a Dido, ni mucho menos la pira funeraria del final de la ópera. No las encontrarán. El vestuario de Michaela Barth trae la acción a tiempos más o menos actuales, lo que nada aporta ni tampoco molesta. En este tipo de producciones cobra importancia la iluminación y en este caso la de Norman Plathe resulta adecuada, en un ambiente muy sombrío.

La dirección escénica no ofrece nada de particular, con un coro muy estático, casi en plan de coro griego. La única aportación de la regia es la presencia continúa de sangre, lo que parece ser auténtica obsesión de Thalhaimer. Si en Freischütz la sangre del águila era una pesadez, aquí casi inunda el escenario de sangre. Mucho me acordé del Emperador Altoum en Turandot, cuando dice aquello de Basta sangue! La verdad es que me resulta incomprensible que a Michael Thalhaimer le encarguen producciones teatros de ópera importantes.

Como digo más arriba, Kent Nagano es el nuevo director musical de la Staatsoper de Hamburgo y su inicio en el podio ha sido francamente bueno. Hubo en todo momento brillantez y tensión en estos Les Troyens en Hamburgo, sacando un muy buen partido de la Philarmoniker Hamburg. Muy buena la prestación de Chor der Staatsoper Hamburg, que sigue contando en la dirección con Eberhard Friedrich, director del Coro del Festival de Bayreuth. Los cortes musicales fueron muy abundantes, como señalo más arriba y no sé si los mismos han sido responsabilidad del director musical o del de escena. En cualquier caso eran muy similares a los de la producción de David Pountney en Berlín.

Escena de Les Troyens en Hamburgo. Foto: Hans Jörg Michel
Escena de Les Troyens en Hamburgo. Foto: Hans Jörg Michel

Para mi lo mejor del reparto de Les Troyens en Hamburgo fue la prestación de Elena Zhidkova como la Reina Dido. Su actuación resultó intachable tanto escénica como vocalmente. Fue una pena que la dirección escénica fuera tan estática, ya que la mezzo soprano rusa funciona muy bien en el escenario y además tiene una figura muy creíble.

El personaje de Eneas fue interpretado por Torsten Kerl. Hay que reconocer que este personaje es un auténtico Miura para un tenor. Torsten Kerl es un tenor bastante irregular, pero en esta ocasión ha resuelto sin problemas su compromiso, sin accidentes vocales, a diferencia de lo ocurrido en la noche del estreno. La voz es adecuada al personaje, con un centro de calidad y bien timbrado.

El personaje de Cassandre no es fácil de cubrir, ya que se necesita una cantante a medio camino entre la soprano y la mezzo soprano. En los últimos años solamente me han convencido en este personaje Jessye Norman y Anna Caterina Antonacci. En Hamburgo hemos tenido a Catherine Naglestad, cuyas características vocales son de pura soprano, quedando corta en la parte baja de la tesitura. Se entrega en escena y resulta una convincente intérprete del personaje.

El resto de personajes se convierten todos ellos en comprimarios, ya que los cortes de la partitura son muy abundantes.

El personaje de Chorebe estuvo bien servido por el barítono Kartal Karegidik. Alin Anca cumplió sin más como Panthée. Petri Lindroos fue un Narbal un tanto reducido, bien en el centro y blanquecino y apretado por arriba. El tenor Markus Nykänen fue un Iopas privado de casi todo su contenido y no me convenció. Christina Gansch lo hizo bien en la parte de Ascagne, el hijo de Eneas. La mezzo soprano Katja Pieweck me produjo una buena impresión en la parte de Anna, la hermana de Dido, y fue unos de los pocos personajes que pudo cantar casi toda su partitura. El personaje de Hylas tiene un aria que es un auténtico bombón y el tenor Nicola Amodio la cantó con gusto. Stanislav Sergeev pasó casi desapercibido como Priam. Bruno Vargas fue el ensangrentado Fantasma de Héctor.

La Staatsoper de Hamburgo ofrecía una ocupación de alrededor del 75 % de su aforo. El público se mostró cálido con los artistas en los saludos finales, siendo las mayores ovaciones para Elena Zhidkova y Catherine Naglestad, además de para Kent Nagano.

La representación comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración de 3 horas y 33 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 3 horas y 6 minutos. Siete minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 98 euros, habiendo butacas de platea por 45 euros. La entrada más barata costaba 11 euros.

José M. Irurzun