«L’Orfeo» Sasha Teatro Real danza Por Cristina Marinero
Fiesta de la expresividad corporal
En el futuro, cuando las primeras décadas del siglo XXI sean estudiadas por los investigadores académicos especializados en danza con rigor, se plasmará si este excesivo peso en “lo colectivo” habrá hecho pervivir la coreografía o la habrá convertido casi en un juego de niños donde todo se magnifica, hasta el detalle más vulgar, entendiéndose este término como dice la RAE, “perteneciente al vulgo”.

Es comprensible que, como en España el mundo de los aficionados o especialistas en música clásica, así como sucede con el teatro, se ha separado desde hace varias décadas del mundo del ballet, cualquier gesto de movimiento que integra a los cantantes en un montaje marcado por el desplazamiento escénico de manera armónica es recibido como novedad, se percibe como absolutamente moderno y aclamado por ello.
Así ha sucedido con L’Orfeo puesto en escena por Sasha Waltz visto en el Teatro Real, la ópera fundacional de Monteverdi, organizada aquí desde ese punto de vista tan centroeuropeo del colectivo que deambula por el escenario y, como siempre impacta el movimiento de masas –lo saben y han sabido quienes han querido, curiosamente, controlarlas-, propuestas así por supuesto que funcionan para los ojos más acostumbrados a la quietud del divo de ópera. Hay que reconocer que Sasha Waltz es de las coreógrafas más sagaces de las últimas décadas y la pronta desaparición de la gran dama de la danza-teatro alemana, Pina Bausch, dejó la silla libre para quien rápido se sentase. «L’Orfeo» Sasha Teatro Real danza

En la temporada de apertura del Teatro Real, en junio de 1998, la Bausch vino con su Ifigenia en Táuride, estrenada veinticinco años antes, toda una interpretación genial desde la danza, con un trabajo sólido de dibujo coreográfico y vocabulario corporal ensamblado desde su academicismo pasado por el tamiz de la expresividad contemporánea. Este ejemplo de la creatividad coreográfica que le puso en el mapa de “los grandes” se fue diluyendo en la creadora de la compañía de Wuppertal cuanto más “cool” y “colectiva” se hizo en sus últimos años, con esos irrelevantes “paseos” de bailarines que, tristemente, se han quedado como imagen icónica de su corpus (snif) y el principal modelo a seguir por los que han venido después.
Se comprende el aplauso del público ante L’Orfeo de Sasha Waltz porque no deja de ser un espectáculo visualmente atractivo y, claro, “cool” y “colectivo”. Y, ya decíamos, ver masas humanas moviéndose al mismo tiempo, siempre, en toda la historia, con el propósito que fuese, ha sido éxito seguro. Sobre todo, cuando el bastidor sobre la que caminan es de la calidad y belleza de L’Orfeo: siempre eres caballo ganador.

21 de noviembre de 2022, Madrid (Teatro Real). L’Orfeo de Claudio Monteverdi (música) y Alessandro Striggio (libreto).
Solistas: Georg Nigl, Charlotte Hellekant, Julia Roset, Luciana Mancini, Alex Rosen, Leandro Marziotte, Konstantin Wolff, Cécile Kempenaers, Julián Millán, Fabio Trümpy, Hans Wijers, Florian Feth
Leandro García Alarcón (director musical), Sasha Waltz (directora de escena y coreógrafa)
Freiburger Barockorchester, Vocalconsort Berlin, Sasha Waltz & Guests OW