Los amores de la Inés y La verbena de la Paloma. Teatro de la Zarzuela

El «amor que nace de la miseria» y los intentos de un «ser maligno que usa su dinero para abusar de la pobreza de la gente». Las frases evocan una «trama muy actual», pero son en realidad la descripción que hace el director teatral José Carlos Plaza para presentar la primera función de la temporada del Teatro de la Zarzuela.

Desde este 19 de octubre y hasta el 10 de noviembre, la institución pública ofrece en Madrid un programa doble: Los amores de la Inés, de Manuel de Falla, y la La verbena de la Paloma, de Tomás Bretón, quizás el título más célebre del género. Ambas tienen más de 100 años, pero el director del recinto, Paolo Pinamonti, defiende que su «deber desde un teatro público es recuperar y ampliar el repertorio» apostando por «la calidad, que es lo que busca el público».

El argumento y la ambientación de ambas obras tiene muchas similitudes. Madrid es el centro de la acción y en ambas se narra la relación entre el amor por interés, el de verdad, los celos, la pobreza la sensualidad y las argucias en beneficio propio.

LA ZARZUELA QUE HIZO QUE FALLA ODIASE LA ZARZUELA

Sin embargo, Los amores de la Inés es la única zarzuela que se conserva de Falla y no se representa desde su estreno, en 1902. Es también la zarzuela que le hizo odiar el género y que marcó un antes y un después en su carrera. Despuntaría en París, donde sus hechuras de gran músico fueron reconocidas mientras España lo trataba con indiferencia, cuando no desprecio.

En la presentación de las obras, Elena García de Paredes, hija de Maribel Falla (sobrina y heredera del compositor) y responsable del archivo sobre el autor, recordó que cuando se estrena esta obra Falla apenas tiene 25 años y acaba de llegar de Cádiz.

En Madrid no es bien recibido y con el paso del tiempo acaba por «renegar de esa etapa de su vida», que fue «desgraciada, en la que pasó apuros económicos». Según ella, «en España nadie le hace caso» y la acogida de su zarzuela fue discreta.

SIN CASTICISMO NI CARICATURAS

Las dos representaciones huyen del «casticismo» y la descripción del madrileño de siempre como un ser paleto, que habla mal (y dice «tie», en vez de «tiene», entre otras faltas) y es cateto. Ese es, según Plaza, el principal reto de su versión de La verbena de la Paloma, que además ha inspirado en la visión de Madrid de la pintora Amalia Avia, fallecida hace dos años. «He querido quitarle todo lo que tenga de artificial», como esa caricaturización de Madrid. Plaza quiere hacer «una Verbena de la Paloma que pueda abrazar a todo el mundo», según él.

Entre las novedades de esta nueva producción está la actualización de Don Hilarión, un boticario y viejo verde al que generalmente se le presenta como una especie de bufón. Pero «la verdad de La verbena» está en «un hombre con dinero que compra los cuerpos de las jóvenes mujeres», según Plaza. «Con sonrisas y con miradas rendir sumisas su voluntad», dice el texto, así como «barbaridades como «yo me duermo entre sus brazos y tengo un ligero bienestar cuando despierto». El que no quiera leer el texto, que no lo haga», invita el director de escena.

LOS RETOS DE LA ZARZUELA

El llamado género chico tiene, pese a los intentos por revitalizarlo, muchos problemas en llegar a un público joven. Mientras el teatro o la ópera busca su camino a veces con apuestas rupturistas o relecturas de textos para situarlos en ecosistemas contemporáneos, la zarzuela parece seguir estancada en los títulos de siempre, representados como siempre para un público cada vez menos numeroso.

Según Pinamonti, el director del recinto, «es un deber de un teatro público recuperar y ampliar el repoertorio. No es verdad que el público quiera siempre lo mismo. El público quiere calidad. Se puede defender un género sólo a través de la recuperación y la ampliación del repertorio», reivindica. Al mismo tiempo, emplea el punto de vista «más empresarial» para bromear con que «La verbena llenará el teatro».

Las representaciones están arropadas por una exposición que recorre la relación epistolar entre Bretón (afamado compositor) y el joven Falla.