errores fonéticos Por Majo Pérez
La formación de cantante lírico es sin duda una de las más exigentes que existen. Requiere la preparación física y psicológica de un deportista de élite, que debe afrontar importantes compromisos a años vista, y las interminables horas de estudio e indagación de un investigador universitario. Múltiples años de lenguaje musical y de instrumento ̶ generalmente piano ̶ , técnica vocal, historia de la música y de las artes escénicas, interpretación, proxemia, y muchas cuestiones más entre las que se encuentran los idiomas extranjeros: italiano, alemán, francés e inglés como mínimo. Aunque no lleguen a dominarlos todos ellos desde un punto de vista comunicativo, al menos deben tener claras sus reglas de pronunciación y entonación, gracias a lo cual su canto será comprensible y estará dotado de significado emocional o expresivo. Y por si esto fuera poco, hay que tener en cuenta que la dicción de la lengua hablada no siempre coincide con la de la lengua cantada, por lo que no sirve eso de yo ya tenía el Proficiency de Cambridge, o Dalf C1…
En las conversaciones que mantengo con cantantes líricos, a veces me da la sensación de que se les ha entrenado para cantar en húngaro o en checo pero no se les ha dado la oportunidad de reflexionar acerca de los obstáculos que nacen de las diferentes realizaciones de fonemas que existen tanto en español como en cada idioma extranjero. Cuando se trata de coros semiprofesionales o amateur, es divertido ver a los directores montar en cólera porque los coristas se empeñan en seguir pronunciando alguna palabra “a la española”. Y es que por muy bien que nos sepamos la partitura, dejarse llevar por la música puede entrañar un relajamiento excesivo en la dicción. Esta semana, pues, me propongo analizar los errores fonéticos a los que somos más propensos los hispanoparlantes cuando hablamos o cantamos idiomas extranjeros. Son estos:
1) A los hispanohablantes no nos gusta la semiconsonante (o semivocal) [j], que terminamos resolviendo con un sonido palatal central sonoro. Por ejemplo, la “j” del «Hallelujah» de El Mesías de Händel debe sonar como una [i] limpia, impidiendo que la lengua se relaje y termine pronunciando una especie de “LL”. Lo mismo sucede con palabras italianas (gioia, ieri), francesas (recueillir, juillet), inglesas (yes, yacht) o alemanas (jemand, jetzt).
Tampoco nos hace mucha gracia la semiconsonante /w/, como en “uomo” o en “woman”; si nos despistamos podríamos pronunciar “guomo” y “guoman” respectivamente.
2) Tenemos que ser conscientes de que en español, el fonema D, sonido oclusivo dental sonoro, tiene dos alófonos, según vaya entre vocales [ð] o en otras posiciones [d]. Si pronuncian la palabra “dado”, se darán cuenta de que la primera “d” es diferente a la segunda. Ahora bien, este fenómeno no ocurre ni en italiano, ni en alemán, ni en francés ni en inglés. En todos estos idiomas, siempre deberemos pronunciar [d], esto es, como si la “d” estuviera en posición inicial. Así pues, al cantar una frase como “Dio del cielo, Signore delle cime”, la “d” de “delle” puede terminar fácilmente pronunciada como una interdental, y eso no es lo que queremos.
3) Tampoco funciona el piloto automático cuando se trata de pronunciar el fonema G. Este sonido oclusivo velar sonoro también tiene en español una realización puramente oclusiva [g] (a inicio de enunciado o después de consonante nasal: guerra, gladiolo, manga, lengua) y otra realización aproximante [γ] (después de vocal: pagar, negro, enemigo… y después de consonante lateral: algo, cabalgar… u otras consonantes: amargo, órgano, riesgo, juzgar…). Esta duplicidad puede distorsionar nuestra pronunciación en los otros idiomas ya mencionados, en los que como regla general deberemos pronunciar [g] salvo en contadas ocasiones (being, coing), en las que el sonido tiende a desaparecer.
4) Otro característico error se desprende de la pronunciación de B y V. Vulgarmente, existe la creencia de que los hispanohablantes no pronunciamos la V, sin embargo, la cosa es un poco más compleja. Ambas grafías, identificadas con el fonema B, se pronuncian igual. Lo que hay que tener en cuenta es que este sonido oclusivo bilabial sonoro también presenta dos alófonos, uno oclusivo [b] y otro aproximante [ß], como ya hemos visto en los dos puntos anteriores. Si tomamos como ejemplo las palabras “beber” y “vivir”, vemos como en ambos casos, el sonido de la primera B (o de la primera V) no es como el de la segunda. Por lo tanto, a inicio de enunciado, pronunciaremos [b] (banco, valle, veneno, bigote, votar, botar, burro, vuelta…), al igual que ocurre si la B va seguida de L o R o precedida de una nasal (M, N). En el resto de contextos, será aproximante (salvar, silbar, servir, nervioso, esbelto, desviado, trabajo, libro, etc.), los labios no se tocan durante su realización. En italiano, francés e inglés, la B corresponde a [b] y la V corresponde a [v]. En alemán, es algo más complicado, pero a grandes rasgos también se sigue dicho patrón.
5) Por último, debemos mencionar la pronunciación de la S líquida, sonido inexistente en español. El resto de idiomas sí lo incluyen en sus fonéticas. Mientras que en español decimos “espátula”, en el resto de idiomas dicen spatola (it.), spatel /spachtel (al.), spatule (fr.) y spatula (ing.). La “e” protética o de apoyo que inevitablemente necesitamos colar los hispanohablantes al pronunciar la S líquida también está de más en otros muchos idiomas, como por ejemplo en latín. Aún recuerdo a un director de coro que se tenía que secar el sudor de la frente mientras dirigía un “Espem” in alium de Thomas Tallis a un coro español. Afortunadamente, el coro no era del sur, pues en ese caso, además podría haber aspirado la s, convirtiéndola en una especie de h.
Hasta aquí el repaso de los errores ̶ llamémosles idiosincrásicos ̶ más frecuentes de los que debe guardarse un cantante hispanohablante. Obviamente hay otros muchos que tienen que ver con la fonética de cada idioma y que son por tanto más difíciles de sistematizar. No es necesario mencionar que el español posee un catálogo muy restringido de vocales si lo comparamos con los demás idiomas del repertorio clásico, especialmente con el francés o el inglés. Imitar, pues, los sonidos vocálicos, y reproducir sonidos como [ks], [gz], [ʃ], [h]… inexistentes o poco frecuentes en nuestro idioma, pueden constituir otras dificultades a las que los superhéroes y las superheroínas del canto deberán hacer frente.