Uno de los grandes problemas con los que se encuentra cualquier teatro lírico de nueva planta, y el Teatro Real de Madrid puede considerarse como tal, es la de poder contar con una plantilla de jóvenes cantantes con los que formar segundos repartos, para producciones para jóvenes y fundamentalmente, cubrir los roles secundarios en las operas que programan en las sucesivas temporadas de forma que como es historia, vayan adquiriendo una experiencia escénica al lado de los grandes intérpretes y con los grandes maestros del canto y de la batuta, y en ocasiones de la escena. Los teatros de gran tradición, sean grandes o pequeños suelen disponer de un taller o escuela propia con una cantera de cantantes de la que van tirando de acuerdo con sus necesidades, y normalmente de allí terminan saliendo grandes figuras. Ejemplos existen por doquier en Estados Unidos con el Metropolitan, Inglaterra con El Royal Opera House, Paris con sus dos centro, Palais Garnier y Opera de La Bastille, Zurich con su Opera Studio y tantos otros centros líricos, especialmente en los países del Este.
Además en otras muchas ciudades se suceden de forma periódica, lo que se conoce como Opera Studio o Talleres de ópera. Así en Roma tiene su sede el Opera Studio en la Ciudad de la Música, de Renata Scotto, posiblemente uno se los mejores del mundo con tres periodos anuales de otoño, invierno-primavera y principios de verano. Bolonia posee un taller de ópera de extraordinaria calidad dirigido por Alberto Triola que funciona durante todo el curso académico y al que van artistas muy diversos de gran importancia en las disciplinas no sólo de canto, sino también de dirección orquestal, escénica, vestuario, etc.
En España algo se está moviendo en algunos lugares aunque muy lentamente y a veces no de forma acertada. Barcelona posee un Taller de ópera que engloba varias disciplinas y está dirigido por el tenor Raúl Giménez; la ópera de Valencia también dispone de un Taller lírico dirigido por Plácido Domingo con escasa presencia del mismo pero sí con la atención de Alberto Zedda, aunque hay rumores de que puede desaparecer por problemas de presupuesto.
¿Y Madrid? Pues Madrid dispone de unos mimbres excelentes con los que crear una escuela de futuros cantantes del máximo nivel pero ocurre que a veces el bosque impide ver el árbol. A diez minutos andando desde el Teatro Real, en la calle San Bernardo 44 se encuentra La Escuela Superior de Canto, centro que inauguró Lola Rodríguez de Aragón. Actualmente está en proceso de mejora, pero necesita una profunda revolución y ponerlo literalmente patas arriba para que efectivamente se convierta en lo que tiene que ser: un centro de formación de cantantes y no un lugar más, pseudo conservatorio de estudios académicos, con exámenes, profesores más o menos idóneos, etc. etc. de donde salen alumnos más frustrados que preparados, sobre todos en los años pasados. El Teatro Real y la Escuela Superior de Canto tiene que llegar a un acuerdo a través del Ministerio de Cultura y la Comunidad de Madrid para convertir ese magnifico centro en la cantera de cantantes del Real.
No hay que inventar nada nuevo. Está ahí, ni acudir a “mecenas” adinerados con centros espectaculares que en muchos años apenas han sacado alguna voz interesante a lo largo de los años. Es un reto. Veremos si vuelven a inventar la pólvora.
Francisco García-Rosado