Los maestros cantores. Wagner. Salzburgo

El sueño de Sachs

Después de su Parsifal en el Festival de Bayreuth, Stefan Herheim ha vuelto a acertar con Wagner. Sus Maestros Cantores son el sueño (o la pesadilla) de Hans Sachs, y nacen de su mente en un momento en que la sociedad y la cultura alemana están buscando su identidad en el ideario romántico germano, en cuyas luchas revolucionarias participó el propio Wagner. Así, durante la locura que invade la calma de la plácida ciudad francona en la Noche de San Juan vemos aparecer los personajes de los cuentos de los hermanos Grimm (Blancanieves y los siete enanitos, El sastrecillo valiente…), y todas las figuras que aparecen en la obra parecen sacados de cuadros del pintor satírico Carl Spitzweg, con altos peinados y sombreros al estilo Biedermeier, pero poseídos por el espíritu liberal del Vormärz. Cuando Stolzing alude a su inspiración poética, vemos un ejemplar de Des Knaben Wunderhorn, la colección de poesía popular recopilada por Clemens Brentano y Achim von Arnim entre 1805 y 1808 (y de la que tanto uso haría posteriormente Gustav Mahler en sus sinfonías y canciones). Todos los objetos están distorsionados, como aumentados o reducidos por una lupa, lo que le da a todo el montaje un tono surrealista -y aquí nos hace pensar en otro clásico de la literatura fantástica como Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll-, o al modo de los burlones elementos de los relatos de E.T.A. Hoffmann que hubieran cobrado vida, como surgidos del propio escritorio del poeta y zapatero.

El barítono Michael Volle dio vida al protagonista de manera admirable, con plena autoridad vocal y un instrumento robusto y sin fisuras, que se expandió sin problemas ni muestras de cansancio durante toda la función, y al que dio réplica Markus Werba en un excelente Beckmesser. Magníficos también Georg Zeppenfeld -un experimentado de Bayreuth- como Veit Pogner, Oliver Zwarg como sólido Fritz Kothner y Tobias Kehrer en un simpático Sereno.

A la correcta Eva de Anna Gabler quizá le faltó un poco de “ángel” y sufrió de ciertas inexactitudes en la afinación, y Roberto Saccà tiene una forma un tanto extraña de atacar las notas, por lo que su Walther fue contestado, al igual que la soprano (mientras que Peter Sonn como David fue generosamente aplaudido, posiblemente por ser salzburgués) e, incomprensiblemente, el maestro Daniele Gatti, quien realizó una labor en absoluto desdeñable. Quizá verle en el foso al frente de una obra tan “teutona” desagradó a algunos (los mismos, posiblemente, que desaprobaron su estupendo Parsifal en la Verde Colina, aunque, no lo olvidemos, unos de los mejores Maestros Cantores de la historia se deben a otro italiano, Arturo Toscanini). El preludio del acto III fue de una belleza asfixiante, y hubo muchos momentos en los que la transparencia de texturas y el espíritu melódico brillaron sobremanera. Mantuvo siempre el discurso teatral, aunque tal vez hubo una ligera caída de tensión en el larguísimo acto III (que la propia obra, no lo neguemos, también la tiene). El impresionante Coro de la Staatsoper de Viena brilló especialmente, tanto en el coral de apertura como en toda la parte final.

 

Salzburgo, Grosses Festspielhaus, 9–VIII–2013. Wagner: Los Maestros Cantores de Nuremberg. Michael Volle (Hans Sachs), Anna Gabler (Eva), Monika Bohinec (Magdalena), Roberto Saccà (Walther), Peter Sonn (David), Markus Werba (Beckmesser), Georg Zeppenfeld (Veit Pogner), Oliver Zwarg (Fritz Kothner), Tobias Kehrer (Sereno). Coro de la Staatsoper de Viena. Orquesta Filarmónica de Viena. Dirección musical: Daniele Gatti. Dirección escénica: Stefan Herheim. Decorados: Heike Scheele. Vestuario: Gesine Völlm. Iluminación: Olaf Freese.

Rafael Banús Irusta