Como el Ave Fénix, el teatro Villamarta de Jerez parece resucitar de sus cenizas, cenizas provocadas por un drástico e injustificado recorte de las ayudas para continuar con su trayectoria de temporadas operísticas de gran éxito. Gracias a la incansable e inteligente gestión del equipo que dirige Isamay Benavente y Francisco López, se ha podido disfrutar de nuevo de una nueva producción propia de la ópera de Donizetti, Lucia di Lammermoor, con un muy importante y merecidísimo éxito.
Los firmantes de la producción, Francisco López y Jesús Ruiz forman un equipo magnífico que ha dado muchos éxitos no solamente en el teatro de Jerez. Francisco López combina perfectamente su conocimiento del teatro con el de la música operística. Sabe desentrañar los elementos dramáticos claves en las partituras y traducirlas a los movimientos, gestos y utilización del espacio escénico, con detalles de gran maestro –algunos momentos de la escena de la locura fueron de una inspiración escénica formidable-. A esto hay que añadir la bellísima y eficaz iluminación, también firmada por él. Jesús Ruiz es un poeta del diseño, tanto escénico como de figurines. La escena se arropa con una serie de proyecciones en dos planos, fondo y proscenio, entre las cuales se desarrolla la acción.
Un auténtico acierto contextualizar esas proyecciones no tanto en los espacios físicos como en los psicológicos, creando una atmósfera fantasmagórica que cuadra tan bien con esta ópera. Los personajes parecen flotar en un ambiente onírico.
Con estos mimbres producen un espectáculo brillante, huyendo de todo realismo –Lucía no aparece manchada con la sangre de su esposo a quien acaba de apuñalar- pero que incita a la reflexión además del disfrute estético.
La pareja protagonista un auténtico lujo. La soprano Sabina Puértolas no interpreta Lucia, es Lucia; encarna el rol de forma interior, canta desde dentro y así consigue transmitir tolos los mensajes y emociones. Posee un timbre de calidad que sabe proyectar magníficamente con una técnica impecable que se oculta tras una forma de cantar que es arte. Pianos, agudos, coloratura, uso de reguladores…Todo un abanico de posibilidades puestas al servicio del personaje. A su lado Ismael Jordi. Perfecto Edgardo; en la línea de Kraus pero con un timbre propio, de una belleza arrebatadora, con matices sorprendentes; un canto a flor de labios realmente excepcional. Ambos cantantes hicieron un dúo del acto primero insuperable.
José Antonio López interpreto a Lord Enrico con una voz poderosa de barítono, muy matizado y expresivo. Bien Manuel de Diego como Lord Arturo. Lo más flojo vino de la mano –o de la voz- de Felipe Bou, Raimondo, y J. Manuel Montero, Normanno. No tuvieron su mejor actuación. El primero con una voz entubada y una dicción poco comprensible. El segundo con problemas evidentes de afinación.
Brillante actuación del coro titular y de la Madrid Philharmonic Orchestra bajo la dirección eficaz e inspirada en muchos momentos del maestro Carlos Aragón. El público disfrutó y aplaudió todos los números y llegó a un final de aplausos y bravos desbordantes.
Esta recuperación de la ópera en el Teatro Villamarta de Jerez parece que no va a ser un paréntesis. Para la próxima temporada tienen previsto programas dos óperas importantes. El apoyo institucional es fundamental, más teniendo en cuenta la labor escolar que hacen con asistencia de un público joven al ensayo general.
Francisco García-Rosado