Teatro alla Scala deMilán. 19 Febrero 2014.
Lucia di Lammermoor es una ópera muy socorrida, como lo demuestra el hecho de que se ofrece casi de continuo por compañías de ópera de nivel medio y bajo para asegurar una taquilla y complacer al público, poniendo a una soprano que tenga facilidad en agudos. Cuando un teatro de primer nivel, como es – o al menos, era – La Scala de Milán hay que pedirle algo más que ofrecer una Lucía más, como las que se pueden ver en tantos sitios. Pues bien, eso es exactamente lo que he podido ver en esta ocasión: una Lucia más. Para eso no hace falta venir a Milán. El espectáculo ha consistido en una producción escénica de las que no molestan, atractiva incluso, una dirección musical controlada y rutinaria, y un reparto vocal muy discutible, en el que ha destacado la superficialidad. No será difícil que el segundo reparto supere al visto ahora.
La Scala ha venido ofreciendo en los últimos años la producción de Pier’Alli, cuya última representación tuvo lugar en el año 2006. Ahora se nos ofrece la producción de la americana Mary Zimmermann procedente del Metropolitan de Nueva York, donde se estrenó en el año 2007. Se trata de una producción realista con escenografía de Daniel Ostling adecuada para los tres actos, permitiendo cambios de escena rápidos. Un paisaje boscoso en el primer acto, una gran sala en el palacio de los Ashton, en el que se remoza el mobiliario a la vista del espectador para los esponsales de Lucia, una sala con un gran escalera para la escena de la locura y, finalmente, un espacio vacío con cruces al fondo, adecuado para el Cementerio de Ravenswood. El vestuario de Mara Blumenfeld traslada la acción a la segunda mitad del siglo XIX y resulta eficaz y adecuado. Buena la iluminación de T.J.Gerckens. La dirección escénica de Mary Zimmermann resulta adecuada, destacando la presencia de una especie de doble fantasmagórico de Lucía que ya aparece en la escena de la fuente, volviendo a aparecer en la escena final, muriendo Edgardo en sus brazos. Como decía más arriba, la producción no molesta, narrando bien la historia.
Poco hacía falta para que musicalmente se superara el paupérrimo listón que dejó la noche anterior Daniele Rustioni en Il Trovatore. Esta vez hemos tenido en el podio a Pier Giorgio Morandi, que podría haber ocupado la dirección en cualquier teatro de segunda categoría a los que más arriba me he referido. Su lectura fue controlada y rutinaria, como corresponde a lo apuntado más arriba: una Lucia más. En su haber hay que decir que al menos la Orquesta del Teatro alla Scala tuvo una actuación mejor que la de la noche anterior, aunque sigue sin ser la que hemos escuchado en otras ocasiones. Nada que objetar a la actuación del Coro del Teatro.
La protagonista era la soprano rusa Albina Shagimuratova, bien conocida por el aficionado por sus frecuentes actuaciones como la Reina de la Noche. Creo que hay que empezar por preguntarse si Lucia es un personaje para una soprano ligera o si, por el contrario, hace falta un peso vocal distinto. En mi opinión, no es una soprano ligera la vocalidad adecuada al personaje, como lo demostró María Callas en los años 50 y, posteriormente, sopranos como Renata Scotto o June Anderson y más recientemente, Mariella Devia o Diana Damrau. Se podrá decir que en tiempos de Donizetti lo cantaban sopranos ligeras, pero mucho han cambiado las cosas desde entonces y bueno será recordar que en la propia Scala y en 1839 cantó Lucia Giuseppina Streponi, que no parece que fuera una soprano ligera, a menos que consideremos que el personaje de Abigail pertenece a esa categoría. Albina Shagimuratova es una pura soprano ligera, de voz reducida y más o menos aniñada en el centro, inexistente en graves, y con gran facilidad por arriba. O sea, la intérprete tantas veces vista en lo que en España llamamos teatros de provincias. Pasó casi inadvertida por Regnava nel silenzio, corta de poderío en los dúos con Enrico y Raimondo, y fácil en los sobreagudos de la escena de la Locura, aunque llamativamente corto el que corona Spargi d’amaro pianto. Si yo defiendo que Lucia no es para una soprano ligera es por el hecho de que es casi imposible que una ligera pueda emocionar en el personaje. Para mí la emoción es consustancial con la ópera romántica.
Vittorio Grigolo fue un Edgardo heterodoxo, cuando menos. Este tenor tiene una voz de calidad y emitida con gran naturalidad y es un paradigma de fogosidad y entrega en escena. ¿Es esto bueno en Edgardo? Si, claro, siempre que no nos olvidemos de que Lucia di Lammermoor es una ópera belcantista. Vittorio Grigolo se confunde de compositor y canta Edgardo como si lo hubiera compuesto Puccini y no Donizetti.
Sonidos abiertos, golpes de efecto y poca elegancia en el canto. Como diría Malatesta en Don Pasquale: La parte no è questa. Tampoco Massimo Cavalletti me resultó muy convincente en Enrico. Su actuación no fue muy belcantista, precisamente, abusando también de sonidos abiertos para demostrar que él era el malvado de la ópera. Le he encontrado con las notas altas peor emitidas que no hace más de un año.
Sergey Artamonov fue un adecuado Raimondo, suficiente vocalmente, aunque de canto más bien modesto. Llamaba la atención la presencia del tenor argentino Juan Francisco Gatell en la parte de Arturo. Lo hizo bien. En los personajes secundarios Barbara Di Castri fue una sonora Alisa, cuya presencia era una sorpresa en este episódico personaje. Es frecuente verla en personajes mucho mas importantes. Massimiliano Chiarolla fue un adecuado Normanno.
El teatro estaba casi lleno, aunque no totalmente. El público se mostró un tanto tibio durante la representación, dedicando la mayor ovación a escena abierta a la famosa locura. En los saludos finales hubo ovaciones y bravos para Albina Shagimuratova y Vittorio Grigolo.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 19 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 11 minutos. Seis minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 210 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 165 y 110 euros. La entrada más barata costaba 24 euros.
J. M. Irurzun