
Mariella Devia se reafirma como una gran Lucrezia Borgia en un montaje firmado por Emilio Sagi destacando por su intemporalidad y abstracción y bajo la atenta batuta de un Fabio Biondi que limpió de remoras estéticas posteriores dejando un Donizetti más belcantista que verdiano.
Tras la Norma de hace unas temporadas interpretada igualmente por la diva-divina Devia ha llegado a Les Arts este título del primo ottocento que no por infrecuente es menos interesante tanto por su vinculación con la ciudad del Turia a través de la dinastía Borgia como por su interés dramático-musical.
La versión lírica de Lucrecia Borgia ya nació con ciertos problemas de todos conocidos, tanto por las reticencias de la diva que lo había de interpretar Henriette Mèric-Lalande como por la oposición legal de Victor Hugo autor del drama sobre el Felice Romani trabajaría para el compositor Bergamasco.
Nada de esto se ha visto en la versión ofrecida en Les Arts con un reparto de cantantes brillante y equilibrado, una puesta en escena digna y elegante, y un resultado musical cuidado y en estilo.
Emilio Sagi con su equipo (Corbella en la escenografía, Ojanguren en los figurines y Bravo en la iluminación) ofrecieron una producción que aunque se anunciaba como nueva tenía muchos guiños de la vista ya en Bilbao y Oviedo a comienzos de siglo pero que contrariamente a lo que se ha escrito no es la misma producción ni en su vertiente escenográfica ni de vestuario, si bien se podían detectar motivos dramatúrgicos en común y movimientos de dirección de factura parecida con la que se vió en Bilbao y Oviedo, y para cuyo testimonio se puede ver dicha produción en canales de internet. Más allá de parecidos o diferencias el trabajo de Sagi resulta positivo y elegante, como siempre al servicio de un respeto a la música que no encontramos en otros registas de hoy día. Y a la vez ofreciendo algunas lecturas de personajes mucho más claras que lo que se suele ver. Para muestra la relación homoerótica entre Genaro y Orsini que normalmente se idealiza en una lealtad entre soldados y que aquí Sagi sella con un beso de amantes.
El bajo croata Marko Mímica ya conocido en este teatro ofreció un Alfonso seductor y sádico con la voz y su presencia esperando poder verlo crecer musicalmente en otras ocasiones en el futuro. La valenciana Silvia Tro conformó un Orsini valiente y que fue in crecendo de su primera intervención al aria del brindis del segundo acto.
Muy correctos todos los demás partiquinos que formaban parte de este cast y pertenecientes en su mayoría al Centro de Perfeccionamiento de Plácido Domingo y del Coro de la Generalitat.

El tenor americano William Davenport que ya debutara en Valencia con el Nemorino de L’Elixir d’amore bajo la regia de Michieletto decepcionó en este rol igualmente del Donizetti serio. Su instrumento se quedaba corto al lado de Mimiko y Devia, con una carencia de proyección y sonido que dfluctuaba entre nasal y engolado dependiendo de la tesitura o la intensidad.
Mariella Devia es un portento del canto. ¿Quién puede con 69 años poseer un instrumento tan dominado y seguro, tan musical y expresivo? Nadie, he ahí los frutos de una carrera cuidada, de un estudio constante y de un amor por el canto que traspasa las tentaciones de los mass media en los que caen los cantantes líricos habitualmente.
Y lo más curiosos es que su anterior visita en les Arts con Norma parecía que su carrera estaba ya en declive, pero cual ave fénix con esta Lucrecia Borgia se ha reconciliado con nuestras dudas y temores, quedando solamente la inquietud de si esta sería la última vez que gozaríamos de esta manera tan sublime de concebir el legato, la ornamentación, en definitiva…el bel canto.
Fabio Biondi ha escogido la versión original de 1833 si bien con algunos añadidos de revisiones posteriores como con algunos cortes de dicha versión original, pero lo más valioso más allá de cortes fue su visión que miraba más hacia la limpieza orquestal y pureza de sonido del barroco que hacia el dramatismo verdiano posterior. De ahí la pureza de líneas en la orquesta, la inclusión de un pianoforte que tímbricamente aportaba otro color a este título que normalmente se hace más heroico y que Biondi intentó hacer más íntimo y pulcro.
En esta tarea de Biondi las fuerzas de la casa, coro y orquesta se mostraron muy receptivas siendo el resultado de la misma del agrado de un público entusiasmado por esta poliédrica labor operísticaque premió con largos e intensos aplausos la labor de todos los implicados.
Robert Benito