Giuseppe Verdi decidió escribir su décima ópera, en los años de galera como los bautizara, con un tema del “genere fantastico”. Esto le escribió a Alessandro Lanari, empresario del Teatro de la Pérgola de Florencia donde se estrenaría el 14 de marzo de 1847: “(Una ópera) con todas sus brujas, apariciones, maldiciones, aquelarres, alambres, escotillones, luces de Bengala, fantasmas, gnomos, silfos, ondinas, nerviosidad…” (17 de mayo de 1846). Pensó en una obra que no requiriera de un tenor importante sino de un gran barítono, por lo que hizo todo lo posible por contratar a Felice Varesi, el mejor de ellos. El resultado fue “Macbeth” basada en su poeta favorito, el inglés William Shakespeare. Ese título se presentó en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México el 13, 18, 20 y 23 de septiembre, mes patrio.
La historia del rey de Escocia Macbeth y de su esposa, a quien solo conocemos como Lady, narra como esta pareja singular llega al trono, luego de las cumplidas predicciones de las Brujas, para ejercer el poder de una manera sangrienta. Estos dos personajes trágicos y siniestros, que llevan la maldad y el dominio hasta los extremos más aberrantes, haciendo del asesinato y el exterminio de cualquiera que quisiera contradecirlos una manera de ser. Dos grandes cantantes que sean a la vez actores se requieren para este propósito y Verdi se preocupó desde un principio en conseguirlos para el estreno. Esa pareja excepcional, una soprano y un barítono dramáticos, capaces de hacer creíbles a esos personajes contaron en estas funciones con el trabajo agotador del barítono mexicano Alfredo Daza, formado en su país natal bajo la tutela del legendario maestro Enrique Jaso Mendoza, quien emigró a Europa y desde 2004 se convirtió en primer barítono de la Staatsoper Unter den Linden máxima casa operística de Alemania y es una de las voces mexicanas más importantes de la actualidad. La soprano húngara Csilla Borossde voz grande, poderosa, de metal plateado que deslumbra en su emisión apabullante, da vida y carácter a esa mujer ambiciosa y manipuladora que impone su voluntad a su marido lleno de temores, dudas y contradicciones. Complementan el elenco el bajo español Rubén Amoretti, que personifica a Banco, general del rey Duncano. Macduff, noble escocés señor de Fife, lo cantó y actuó el tenor Jose Manuel Chu, Malcom, hijo del rey Duncano, OrlandoPineda Roldan, tenor, una Dama de honor de Lady Macbeth la mezzosoprano Frida PortilloMc Nally, Doctor Rodrigo Urrutiao, sirviente de Macbeth, Tomás Castellanos, las Apariciones fueron Octavio Pérez, Zita Angela García Gómezy Sandra Maliká. Los actores Medin Villatoro García fue el asesinado rey Duncano y el niño Mateo Luna represento a Fleancio, hijo de Banco.
La Orquesta del Teatro de Bellas Artes tuvo como Director concertador a Marco Guidarini, el coro lo dirigió el huésped Pablo Varela y la directora de escena Lorena Maza, el diseñador de la escenografía e iluminación Alejandro Luna.
La producción presentada estuvo de acuerdo al tono oscuro, sombrío, serio, sin ningún rasgo de humor, carente de risa o alegría. Salvo algunas escenas de humor involuntario como las brujas rojinegras que representaban grotescas tablas gimnasticas de movimientos cercanos al ridículo, los títeres guiñolescos que desfilan al compás de la marcha del “Rey” de opereta y corte bufonesca, Duncano, quien ensangrentará las manos asesinas de Macbeth y su Lady, caricaturizados y dignos de mejor suerte los asesinos del pobre Banco cantaron muy bien los fortes-pianosde estilo verdiano ortodoxo, al igual que los destacados coros concertantes de los finales apoteósicos de los actos y el de la patria oprimida que cuenta entre los que cantaban los italianos decimonónicos del Resurgimiento. Los protagonistas principales Daza y Boross lucieron en sus arias aunque la estentórea voz de gran tamaño y escasa sutileza de la soprano causaba con su potencia empequeñecer a las otras en un extraño efecto psico-acústico muy particular. La directora de escena nos hizo extrañar las escenas efectistas de apariciones fantasmales en rutinarias secuencias ayunas de imaginación carentes de espectacularidad. Adormecedora en momentos la acción transcurría sosa y aburrida. Salvo algunos momentos que hacían justicia al compositor italiano la función de estreno no cuenta entre las que me hayan entusiasmado o emocionado. Ojala las siguientes funciones hayan mejorado el tono gris y melancólico que prevaleció en el ánimo del cronista.
Manuel Yrízar