Madama Butterfly en Roma (Caracalla)

Madama Butterfly en Roma (Caracalla)

Como es habitual, la Ópera de Roma nos ha ofrecido este verano una serie de óperas al aire libre, que este año giraban en torno al genial compositor Giacomo Puccini. El marco ideado no podría ser más sugerente: las termas de Caracalla, vestigios de un Imperio Romano omnipotente que terminó desgastándose con los siglos.

Opera World asistió a la primera representación de la producción de Madama Butterfly en Roma del pasado 6 de julio, con el maestro Yves Abel a la batuta y con la compañía La Fura dels Baus a cargo de la dirección escénica.

Richard Wagner afirmó que la ópera era la obra de arte total (Gesamkuntswerk en alemán), la unión perfecta entre múltiples disciplinas: la música, la literatura, la poesía, el teatro, la escenografía, la arquitectura, etc. En efecto, el espectador que haya acudido a Caracalla este mes de julio habrá podido comprobar fehacientemente esa simbiosis artística: Cio Cio San padece un declive continuo desde el inicio y hasta el final, cuando sufre el ostracismo de su familia por haber renegado de su cultura japonesa y acaba poniendo fin a su vida al percatarse de que sus esperanzas de amor fueron infundadas. Podría considerarse que el declive personal permanente de la protagonista quedaba mágicamente representado por las ruinas de las termas de Caracalla, una clara alegoría al derrumbe de una civilización milenaria.

La producción escénica de Alex Ollé (La Fura dels Baus), supo emocionar ahondando en un diálogo sutil entre tres culturas: la japonesa, la americana y la romana. Así, las piedras monolíticas de las termas se convirtieron en rascacielos en algunos momentos por medio de proyecciones.

La sobriedad estética y el anacronismo fueron las dos notas dominantes de Alex Ollé. En el primer acto, un poético paisaje ondulado coronado por varios árboles daba cabida a la escena del matrimonio y se aliaba con la sensualidad implícita en el personaje de una joven japonesa de quince años. En el segundo acto, una casa austera y venida a menos en medio del campo albergó el amargo final de Cio Cio San.

Segundo acto (puesta en escena de La Fura dels Baus)

La arriesgada decisión de concebir la historia anacrónicamente trasladándola a la sociedad contemporánea, fue resuelta con un grandísimo gusto por Alex Ollé, recordándonos que el desengaño amoroso es en realidad una experiencia atemporal. Pinkerton era un brocker de bolsa, y Cio Cio San se trataba de una auténtica mujer contemporánea, algo que a todos nos quedó muy claro en la celebérrima aria Un bel di vedremo: la protagonista abrió de par en par su quimono enseñando una camiseta con la bandera americana, unos shorts en tela vaquera y todo su cuerpo tatuado, todo un shock escénico difícil de olvidar.

Mención especial merece el trabajo de Susana Gómez, que durante los ensayos de escena realizó un espectacular trabajo, demostrando su dominio total del lenguaje gestual y transmitiendo a todo el cast sus ideas con suma claridad.

El Maestro Yves Abel realizó una interpretación de la ópera sencillamente magistral y muy difícil de superar. Su experiencia de director consagrado en los teatros más importantes del mundo nos legó una genial lección de acompañamiento vocal: sus brazos respiraban con el fiato de los cantantes en todo momento en una unión casi mística.

Yves Abel demostró además una absoluta comprensión del lenguaje psicológico y teatral de Puccini, involucrándose totalmente en todos los ensayos de escena y explicando a cada cantante con humildad las sutilezas del libreto en cada momento de la ópera.

El dominio total de la flexibilidad agógica fue otra gran cualidad demostrada por el Maestro Abel: un soberbio control del rubato que se hizo especialmente evidente en los momentos más álgidos y complicados de la ópera, como el dúo de amor del final del primer acto, que fue sencillamente sublime. Por otro lado, la suma dificultad técnica que supuso la amplificación de las voces con micrófonos, al tratarse de un espacio al aire libre, fue resuelta estupendamente por el director.

Un cast vocal sobresaliente estuvo protagonizado por dos primas donnas muy diferentes entre sí: Asmik Grigorian y Donata D’Annunzio. Donata D’Annunzio brilló por la belleza de su timbre en todos los registros, su control del filato y de la mezza voce y su elegante presencia escénica. Frente a la interpretación más tradicional de D’Annunzio, Asmik Grigorian sorprendió con una lectura del personaje de Cio Cio San que en muchos momentos parecía nueva: giros melódicos desgarradores unidos a una voz con unas posibilidades indescriptibles convirtieron a Asmik en la reina del reparto vocal. Mención especial merecen además las cualidades teatrales de Grigorian: una auténtica actriz de los pies a la cabeza, una bestia de la escena, un alma bañada de tragedia que podría convertirse en unos años en la próxima Anna Netrebko. La proyección de su voz, quizás algo ligera en el registro medio-grave y aunque no se percibiera en el concierto por la amplificación, ganará muy probablemente más peso con los años.

El tenor Angelo Villari interpretó en el estreno a Pinkerton con carisma, garra y seguridad en los múltiples agudos de gran complejidad a lo largo de toda la ópera. Anna Malavasi cantó el rol de Suzuki con entereza, transmitiendo una emoción conmovedora en las últimas escenas con Cio Cio San.

Mención especial merece Anna Pennisi, la otra Cio Cio San del reparto. Esta jovencísima mezzo soprano italiana exhibió sus espectaculares cualidades vocales en todo momento y la belleza de su timbre lleno de armónicos y maleable, demostrando que está perfectamente preparada para brillar con los grandes papeles de mezzo en los principales teatros de ópera del mundo: Charlotte, Rossina y Carmen.

Andreas Selander