Bajo el título de Mademoiselle, la soprano ligera francesa Julie Fuchs (Meaux, 1984) presenta su segundo álbum para Deutsche Grammophon con un minucioso repertorio en el que predominan títulos belcantistas, tanto en italiano como en francés. Una selección que, no obstante, huye de lo manido y se decanta por la reivindicación de las rarezas.
El periodo de embarazo por el que pasaba la de por sí jovencísima soprano durante las sesiones de grabación de este trabajo discográfico no parece haber sido óbice para mostrar la brillantez vocal de la cantante, que en 2014 fue galardonada con el premio Victoire de la Musique de Francia en la categoría de Artista de Ópera del Año. No hay nota alguna que esté descuidada, con una palpable limpieza en la emisión, cuidado en el fraseo y un esplendoroso manejo de la coloratura y las agilidades vocales. Sin embargo, la francesa, dotada de un instrumento de gran calidez en su centro y sobradamente guarnecida en agudos, parece quedarse un tanto discreta en el aspecto expresivo, al menos en lo que parece apreciarse en las primeras páginas del álbum.
Bien es cierto que la Fuchs no posee la explosividad de una Natalie Dessay o las sutilezas de una Patricia Petibon, por citar a dos compatriotas suyas de su misma tesitura, siendo sus principales señas de identidad canora la contención, el equilibrio y una elegancia interpretativa muy propia, no exenta de una delicada inocencia y dulzura, como lo manifiesta ya de entrada en el aria de Gaetano Donizetti que abre el compacto, “Il faut partir”, de la versión francesa de La fille du régiment, en una introspección muy conveniente que también destina a otras páginas, como la sentida “Juste Ciel” de Le siège de Corinthe de Gioacchino Rossini. Ese clima naif o de ingenuidad es el que parece invadir todo este trabajo, como lo puede revelar la propia fotografía de portada, junto a la intención expresa de la cantante de que las heroínas jóvenes de Mademoiselle se caractericen por su condición de huérfanas.
Prueba de la voluntad de recuperar repertorio son las primeras grabaciones mundiales que se proponen, como el caso de las dos arias de La regina de Cipro de Giovanni Pacini, de la que se incluye la magnífica escena del más puro bel canto, “O tenera madre”, que desemboca en una rítmica y adornada cabaletta. De otro compositor olvidado, Pietro Raimondi, Fuchs selecciona un breve pasaje de L’orfana russa, pero la pieza inédita que más sorpresa despierta es el aria “Io son la zingara” de la ópera bufa Gli zingari de Vincenzo Fioravanti, una deliciosa página, muy rossiniana –¿un antecedente directo de Carmen?- con el acompañamiento del glockenspiel que Fuchs teatraliza encantadoramente con humor y extroversión, contrastando con el carácter de mayor seriedad que define a todo el álbum.
El guiño a España está muy presente en este álbum, ya que la cantante francesa nos obsequia con una singular elección, la romanza “¿Por qué se oprime el alma?” de la zarzuela de estética italianizante Mis dos mujeres, de Francisco Asenjo Barbieri, cantada muy emotivamente por Fuchs después de escucharse el sensacional solo inicial de chelo, con cadencia incluida, de Natacha Colmez-Collard. Una interpretación que se une a la que grabó la soprano española Ana María Sánchez. De otra parte encontramos Zaïde, una estilizada mélodie con ritmo de bolero debida a Hector Berlioz, en el 150 aniversario de su fallecimiento. Las mejores bazas de la Fuchs se hacen especialmente palpables en el Rossini en francés de Le Comte Ory, con sus arias “En proie à la tristesse” y “Céleste providence”, en donde, al lado de mostrar su coloratura más brillante a nivel técnico, la soprano confiere a todo el extracto un mayor grado de identificación teatral. No en vano triunfó con este título en la Opéra-Comique en 2017.
A la cantante le secunda la Orchestre Nacional d’Île-de-France a las órdenes del italiano Enrique Mazzola, que cumplen su cometido: hacer fluir con ligereza y naturalidad la música sin obstruir en ningún momento el canto, destinando en ocasiones sonoridades camerísticas al acompañamiento, como en el bellísimo aria “Sventurata mi credea” de La Cenerentola rossiniana, por no hablar de las sutilezas evanescentes en el acompañamiento del aria que corona el disco: “L’aurore enfin succède”, de la ópera del periodo francés de Giacomo Meyerbeer, L‘étoile du nord, que evidencia una vez más el interés en exhumar páginas inhabituales por parte de la estupenda cantante francesa. Un álbum para disfrutar plenamente de las mademoiselles de Madame Fuchs.
Germán García Tomás