Magdalena Kozena vuelve al Liceu. Foto: Bofill
Este proyecto de dudoso resultado de la mezzo Magdalena Kozena como co-protagonista con el bailaor flamenco Antonio El Pipa ha ofrecido la posibilidad de escuchar una buena formación de camara barroca y un refrescante aperitivo flamenco dentro de la programación del teatro de ópera de Las Ramblas.
Magdalena Kozena de origen checo comenzó hace algunas décadas una brillante carrera como soprano cuyos buenos resultados se pueden encontrar en diversas grabaciones. En un momento de su carrera se pasó a la cuerda de mezzo con unos resultados no tan brillantes como eran de esperar si bien su repertorio actual se ha visto reducido a apariciones bastante esporádicas en los escenarios y con ningún papel relevante tras su Carmen en Salzburgo.
Fue precisamente durante la preparación de la cigarrera que llevó a Kozena a Jerez a conocer al bailaor Antonio El Pipa que la introdujo en el espíritu de la danza y castañuelas que se vería en el verano austriaco.
Y buena labor debió hacer el bailaor junto con otros encantos de la tierra que al cabo de cinco años ha visto la luz este producto que a priori podría resultar interesante pero cuya realidad muestra lo contrario.
Kozena pone más empeño que rigor al enfrentarse a las arias del barroco hispánico pero a parte de una dicción bastante defectuosa, la mezzo está fuera de estilo casi todo el tiempo, con rubatos inadecuados, un fraseo nada musical y unas exageraciones de ritmos y hemiólias que suenan más a artificial que a recurso barroco. Y es una lástima que fruto del entusiasmo se atreviese incluso a bailar con el Pipa recordando más una turista en un tablao que a una gran profesional que intenta crear un producto serio provocando una sonrisa fácil de aceptación y condescendente en el respetable.
Las partituras de Marín, Sequeira, Martinez de Arce y los grandes Hidalgo y Durón no tienen una complejidad canora excesiva pero sí la tienen en intención textual y en una retórica musical propia del barroco hispánico que quien hizo la selección, muy interesante y variada por cierto, no le indicó a la mezzo más allá de cuatro aspectos musicales básicos pero no suficientes para un proyecto musical serio que contrasta con otros referentes interpretativos mucho más musicológicamente correctos que lo escuchado en el coliseo de las Ramblas.
La formación Private Musicke encargada de acompañar la parte barroca del concierto y dirigida por Pierre Pitzl es una formación de cámara, en esta ocasión cinco músicos, que se adapta a los diferentes programas que diseña y a los cuales invita a diferentes solistas como los españoles Raquel Andueza o Josep Cabré entre otros, y cuyo acercamiento al barroco hispánico ha dado como frutos tres o cuatro grabaciones monográficas. Es por esto que aunque su prestación en el concierto fue pulcra, y rica en matices, con variaciones frescas y corrección estilística, no se explica La poca coherencia con la cantante teniendo en cuenta que en Barcelona se cerraba toda una gira europea.
La parte flamenca que se colocó con sus efectivos tres cantaoras-palmeras y dos guitarristas en la parte izquierda del escenario fue mucho más natural y coherente en si misma, si bien no existió nada de fusión con el barroco más allá de ocupar el mismo escenario y programa de mano, ya que los intentos de hacer algo juntos sonaba bastante artificial como la pieza de Lully que cerró la primera parte o alguno de los bises.
Estamos seguros que por respeto a la solista, las cantantes de flamenco no fueron amplificadas, pero evidenció que sus voces aunque expresivas y ricas no tenían ningún tipo de proyección con lo que se perdían más allá de la fila ocho de platea con lo que fue otro tanto negativo para un producto a priori interesante.
A destacar los dos intérpretes de guitarra flamenca Juan José Alba y Daniel Ramirez con gran duende y virtuosismo.
Pero quien se llevó el gato al agua del concierto fue Antonio el Pipa, con sus cambios de vestuario, su señorial baile y su simpatía escénica siendo el que más creyó en lo que estaba haciendo sobre el escenario.
Una velada que no consiguió llenar ni una cuarta parte del teatro pero logró arrancar algunos aplausos y sonrisas de salida de haber pasado un buen rato incluso con este intento fallido de fusionar el barroco hispánico con el flamenco.
Esperemos que por parte de la dirección artística tome nota de que aceptar productos en gira sin haberlos visto previamente simplemente por un nombre no es garantía ni de calidad musical ni de prestigio de programación, dejando la puerta cerrada para otros intentos por parte de un público que ama la música antigua y que llena otros espacios musicales de la ciudad con propuestas de calidad seria y de rigor musicológico.
Robert Benito