MAGNÍFICO CIERRE DEL 60º FESTIVAL DE ÓPERA DE A CORUÑA

E.P.

Es difícil no leer una crónica de una actuación de Elina Garanca que no se deshaga en elogios ante su elegancia y facilidad en el canto y su absoluto dominio de la técnica vocal. Ésta no va a ser excepción a dicha tendencia: el recital del día 5 de octubre en el Palacio de la Ópera de A Coruña fue una auténtica delicia musical donde la mezzosoprano brilló esplendorosa, excelentemente secundada por la OSG con Karel Mark Chichon a la batuta.

Se inició el programa con la obertura de Lucio Silla, que puso de manifiesto la excelente forma de la OSG y en especial de su sección de cuerda. La mezzo se presentó, a su vez, con dos de sus arias favoritas (recordando el título de su disco en Ondine) en la piel de Cherubino: Non so più cosa son y Voi che sapete. Abordó el papel travestido con magníficas medias voces, un perfecto fiato y una fresca interpretación.

La transición al papel de Sesto en La Clemenza de Tito con Parto, parto puso de manifiesto su versatilidad, pasando de la frescura juvenil del paje a la dignidad ofendida pero apasionada del romano, del que la mezzosoprano ha hecho uno de sus papeles estelares. El clarinete acompañante, por su parte, se desempeñó con gran brillantez.

La obertura de Guillaume Tell sacó al público del aparente letargo en el que estaba sumido, cosechando clamorosas ovaciones. El Fia dunque vero… O mio Fernando de La Favorita (cantada, curiosamente, en italiano y no en francés como en su grabación de Romantique)  puso de manifiesto las dotes de la letona para el bel canto italiano. Frágil, femenina, abandonada a la introspección, en la primera parte, para entregarse con toda fuerza, en contraste, en la poderosa caballetta coronada con un firme agudo.

La segunda parte del recital se nutrió, en su contenido vocal, de piezas extraídas del nuevo CD de la cantante, Romantique. La vigorosa obertura de Ruslan y Ludmila abrió esta parte.

Verdaderamente, fue todo un lujo acercarse a la Juana de Arco de Tchaikovski de la mano de esta cantante, plenamente eslava. Su interpretación del aria de despedida de la Doncella de Orléans estuvo llena de lirismo, transmitiendo toda la emoción a pesar de las barreras idiomáticas del texto ruso.

La Méditation de Thaïs, auténtica exhibición del concertino, trasladó el marco a la ópera francesa, donde Garanca dio nueva muestra de sus poderes. Su interpretación del Mon coeur s’ouvre à ta voix rezumó sensualidad, con medias voces deliciosas y un fraseo exquisito. Acusar a esta cantante de frialdad sólo es indicio de un lamentable gusto por lo arrabalero. La Bacanal de Samson et Dalilah, esa sí verdaderamente arrabalera, puso el punto kitsch de la noche.

 

La poco conocida Plus grand, dans son obscurité de La Reine de Sabe cerraba oficialmente el programa: verdadera lección de canto, donde la artista puso sobradamente de manifiesto el esplendor de todos sus recursos vocales e interpretativos.

Las propinas tuvieron un marcado color hispano-galaico que hizo las delicias del público. Verdaderamente, Ruperto Chapí debe estar disfrutando desde la eternidad cada vez que Garanca interpreta las Carceleras de Las hijas del Zebedeo. Que una artista de esta envergadura escoja incorporar a su repertorio una pieza de música española es un acontecimiento que no sucede todos los días. Hasta tiene gracia y salero y el trino final con el que remata su interpretación desata la apoteosis.

Granada, con invitación incluida al público para hacer los coros, y la canción popular gallega Para vir a xunta min (que ya había pisado el escenario coruñés tiempo ha en su cameo como la canción tirolesa de La fille du régiment), pusieron el broche final al recital.

E. P.