Auditorio Kursaal de San Sebastián. 31 Agosto 2013.
Se clausura la Quincena Musical Donostiarra y lo hace de manera brillante y con triunfo popular. Victor Pablo Pérez, su Orquesta Sinfónica de Galicia y el Orfeón Donostiarra han sido los destacados protagonistas de esta jornada de clausura.
Al escribir sobre el concierto comentaba las sensaciones que me produce Bruckner; sensaciones apabullantes y hasta excesivas, aunque la emoción difícilmente entra en ellas. No me ocurre así con Mahler, otro inmenso sinfonista, quizá también en el grupo de los excesivos, como en el caso de Bruckner, pero en el que la emoción sí que está presente en su gran obra. Sus sinfonías son auténticos monumentos y algunas de ellas, entre las que se incluye esta denominada Resurrección, entran por derecho propio en la antología más reducida de las grandes composiciones sinfónicas de la historia de la música.
Hace unos cuantos años, cuando los 3 Tenores era consumo habitual, incluso entre los jóvenes, el adolescente hijo de un buen amigo mío me comentaba, en su simplicidad, inocencia y hasta ignorancia, lo agradecido que tenia que estar el mundo por el hecho de que Pavarotti hubiera recuperado (sic) el Nessum Dorma de Turandot, aunque él creía que el aria se titulaba Vinceró y pertenecía a la ópera Nessun Dorma. También los españoles hacíamos gala de simplicidad, inocencia e ignorancia, cuando se nos vendía la idea de que el país debía – entre otras cosas – a Alfonso Guerra haber descubierto a Gustav Mahler para España. Evidentemente, ni Pavarotti descubrió Turandot ni Alfonso Guerra lo hizo con Mahler, pero hay que reconocer que los dos tuvieron buen gusto y, si en algo contribuyeron a popularizar, uno la ópera y el otro al compositor, mi agradecimiento, aunque las aportaciones de uno y otro no fueron sino el resultado del botafumeiro movido con generosidad y buenas dosis de interés.
Víctor Pablo Pérez

Más arriba he mencionado a los grandes puntales de este concierto de clausura y hay que reconocer en primer lugar los méritos de Víctor Pablo Pérez, que nos ofreció una lectura brillante de esta sinfonía mahleriana. Su lectura me pareció más brillante que profunda, pero la emoción surgió en los momentos claves, especialmente en el último movimiento. La Sinfónica de Galicia volvió a tener una muy notable actuación a sus órdenes. Es ésta una obra como para poner a prueba a cualquier orquesta sinfónica y la de Galicia ha demostrado, como el día anterior, su gran calidad. Todo funcionó perfectamente en el escenario y ni siquiera hubo el más mínimo fallo en las 12 trompas presentes en la orquesta. La Orquesta de Galicia ha triunfado en la Quincena.
El Orfeón Donostiarra.
El otro puntal importante del concierto fue el Orfeón Donostiarra. Como todos los aficionados saben, la parte coral de esta sinfonía de Mahler no es muy importante, pero el Orfeón se mostró en una forma excepcional. El pianísimo que nos ofreció en su intervención inicial del último movimiento fue de cortar la respiración. El sonido procedía directamente del cielo. Luego, además, mostraron potencia y musicalidad. Está el Orfeón en un momento dulce y su mejoría en los últimos años es evidente. No le falta más que renovar el vestuario de las féminas y hacerlo más moderno y atractivo a la vista.
Las solistas cumplieron bien. Más adecuada la mezzo soprano Michelle de Young que la soprano Arantza Ezenarro, ésta con un instrumento un tanto reducido, pero las dos con voces atractivas y notable musicalidad.
El concierto se inició con la breve Aita Gurea, de Francisco de Madina, breve pieza de algo más de 4 minutos, donde brilló el Orfeón Donostiarra. La soprano Elena Barbé mostró una atractiva y minúscula voz.
El Kursaal ofrecía un lleno total. El público mostró su entusiasmo al final del concierto con ovaciones muy intensas, que se prolongaron durante 8 minutos.
José M. Irurzun