Marina. Arrieta. Pamplona

Teatro Gayarre de Pamplona. 9 Octubre 2014.

Pamplona no es una ciudad relevante en el mundo de la ópera, aunque en los últimos 30 años la oferta lírica haya aumentado considerablemente, sobre todo a partir de la inauguración del Auditorio El Baluarte. Sin embargo, es un caso curioso y digno de estudio, ya que hay varias organizaciones programando espectáculos operísticos, fundamentalmente la Asociación Gayarre de Amigo de la Ópera (AGAO) y el propio Baluarte. Las relaciones entre ambas organizaciones no parecen ser las mejores, ya que de otra manera es difícil de entender que AGAO haya recurrido para estas representaciones de Marina al Teatro Gayarre y no el Baluarte, infinitamente mejor adecuado en todos los sentidos.

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Escena

Han pasado casi 60 años desde que de niño vi mi primera Marina, precisamente en el Teatro Gayarre. Por si alguien cree que la cifra anterior es un error, le diré que no lo es, ya que he entrado hace algún tiempo en la “molestam senectutem” a la que hace referencia el “Gaudeamus Igitur”. La verdad es que durante la representación me acordaba de aquellas Marinas de entonces y es como si se hubiera parado el tiempo. En aquellos años llegaban compañías de zarzuela al Teatro Gayarre y solían representar Marina, con aquellas escenografías de cartón piedra, aquel agujero (no llegaba a foso), donde apenas cabían 25 músicos, y un escaso coro de docena y media de componentes, al que se añadía para Marina (y se anunciaba con insistencia) el Doble Cuarteto Vocal Ichaso (entonces la TX no se usaba). Pues bien, parece que 60 años no son nada, ya que esta representación de Marina no se diferencia de aquellas, sino en el hecho de que ahora el foso del Teatro Gayarre puede albergar una orquesta más numerosa.

Si entonces los ensayos no existían, ahora me parece que han tenido que ser muy escasos. Siempre he pensado que pasar por los inconvenientes del Teatro Gayarre, estaría compensado, al menos en parte, por una mayor disponibilidad del escenario, lo que no parece haber sido el caso, a juzgar por los resultados. No pretendo criticar a la organización, que cuenta con toda mi simpatía y apoyo (AGAO encendió la antorcha de la ópera en Pamplona), sino llamar la atención sobre la precariedad de los medios con que tiene que realizar su labor. No sólo las posibilidades escénicas del Teatro Gayarre están bajo mínimos, sino que era evidente que el espectáculo estaba insuficientemente ensayado. No quiero extenderme más sobre esta anómala situación pamplonesa, sino clamar por la necesidad de que las cosas cambien por el bien del aficionado.

La producción escénica llevaba la firma de Ignacio García y yo estaba convencido de que se trataría de la producción que él hizo hace dos años en el Teatro de la Zarzuela. Confieso mi error, ya que aquella producción seguramente no cabe en el Teatro Gayarre. Así que hemos tenido una producción escénica de bajo coste, en la que la escenografía es única para los tres actos, con unos practicables en forma de casitas a los lados y una tela pintada con barcos al fondo. El vestuario lleva la firma de Teresa Callejo, que imagino lo habrá elegido más que diseñarlo. Iluminación modesta de Paco Ariza. La dirección escénica de Ignacio García brilla por su ausencia y es donde más se nota la evidente falta de ensayos. Su labor no llega ni a la de guardia de tráfico en lo que se refiere a las masas (más bien supuestas) y resulta inexistente con los solistas. No salió a saludar, ocupando su lugar el ayudante. No me extraña.

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La Sardana (¿)

Miquel Ortega fue el encargado de la dirección musical y su labor fue aburrida y rutinaria como pocas veces se dan en un teatro. También aquí me temo que los ensayos no han sido suficientes. Tiempos lánguidos y cansinos y un sonido sorprendente de la Orquesta Sinfónica de Navarra, totalmente irreconocible. El Coro Premier Ensemble es ahora una sombra de lo que era hace unos 5 años. Se ha intentado dar mucha importancia al hecho de que se han añadido páginas que normalmente se suprimen, entre ellas la sardana del segundo acto. Esa sardana se escribió para ser bailada en escena, lo que no ocurrió en esta ocasión. Para ese viaje no se necesitan alforjas…

La protagonista de la ópera es Marina, que siempre ha sido vehículo para exhibiciones de sopranos con agilidades destacadas. La soprano polaca y residente en Pamplona Dorota Grzeskowiak fue una más bien modesta intérprete del personaje. Su voz responde a la de una soubrette (centro escaso, agudo fácil y graves inexistentes) bastante inexpresiva y con facilidad en coloratura, pero con un agudo metálico y poco atractivo. Su labor escénica dejó que desear, como ocurrió también con su afinación.

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Escena

El mejor cantante del cuarteto solista era el tenor valenciano Antonio Gandía en la parte de Jorge. Su voz de tenor lírico-ligero es adecuada al personaje, ofreciendo homogeneidad de registros y un timbre atractivo, aunque en el extremo agudo hay tiranteces e incluso algún signo de fatiga, lo que resulta sorprendente en un cantante de su edad (43). Abandonado a su suerte por la dirección escénica, su falta de expresividad fue llamativa.

Ismael Pons fue un sonoro Roque, con un canto bastante basto y abriendo sonidos continuamente. La presencia de Fernando Latorre en Pascual me llamaba la atención, ya que ni es bajo ni su presencia en los escenarios pasa del nivel de comprimario. Nos ofreció un Pascual engolado artificialmente y buscando volumen a toda costa.

En los personajes secundarios no hubo mucha musicalidad. Eran Antonio Sarobe (Alberto), Sofía Esparza (Teresa) y Jon Arretxe (Marinero).

El Teatro Gayarre ofrecía una ocupación de alrededor del 80 % de su aforo. El público se mostró cálido con lo artistas, siendo las mejores ovaciones dedicadas a Antonio Gandía,

La representación comenzó con 7 minutos de retraso y tuvo una duración de 2 horas y 14 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 hora y 50 minutos. Cuatro minutos de aplausos.

La localidad más cara costaba 65 euros, siendo el precio de la más barata de 25 euros.

José M. Irurzun