Marina. Arrieta. Teatro de la Zarzuela (TVE). Madrid

La obra se compuso originalmente como zarzuela y fue posteriormente remodelada y ascendida a ópera para satisfacer el gusto de la burguesía madrileña del siglo XIX, que al igual que hoy estaba más interesada en las sofisticaciones de Donizettis y Bellinis que en nuestros productos autóctonos. Desde su estreno ha sido considerada como una obra clave de nuestro repertorio. Pero no nos engañemos, a pesar de las intenciones mímicas de Arrieta, su Marina no es -como se ha dicho- nuestra Lucia (de Lammermoor), sino más bien una pieza sencilla, entrañable y castiza que, me perdonen los aficionados, recuerda más al amable dulzor de los barquillos de feria que a las sublimes complejidades de los compositores italianos.

En este montaje destaca sin duda, y sobre todo, el póquer de ases que conforman las extraordinarias voces de soprano, tenor, barítono y bajo del primer reparto. Mariola Cantarero cautiva en el papel de Marina y, conservando casi toda la frescura que causó sensación hace unos años en el Real, domina los medios escénicos, se crece durante la representación, resuelve el papel brillantemente y termina la tarea con un final de coloraturas impecable. Pero la estrella del elenco es Celso Albelo, que recientemente ha destronado a Juan Diego Florez al vencer el los Oscars de la Lirica de l’Arena de Verona, y que ha sido comparado al gran Kraus por las cualidades de su timbre y por la insultante naturalidad con la que aborda los potentes agudos en su repertorio. De todo ello da cuenta en esta Marina, en su papel de Jorge. El bajo Simón Orfila impacta con su voz potente, llena de grandeza y musicalidad cada aparición y es capaz de convertir las sencillas seguidillas del segundo acto en quizá lo más inolvidable de la noche. De todos queremos más y si es posible en unos papeles más lucidos.

Pero hay en esta “Marina” partes menos brillantes. La puesta en escena de Ignacio García no está a la altura de las voces y siendo amables se la podría calificar de literal y respetuosa. Parece que al director de escena le faltaron las ideas o el valor que al parecer ha exhibido en otras ocasiones y su complaciente propuesta no le hace ningún bien a una historia a la que no le sobraría una mirada algo más profunda.

Esta esperado título, a pesar de la triunfal aceptación del publico de la Zarzuela, es un éxito parcial y nos despierta la reflexión sobre si el género nacional necesita una puesta a punto. En el terreno de las voces ya tenemos una generación de cantantes sobresalientes, parece que ahí andamos bien. En el de las propuestas escénicas se echa en falta más coraje, pero sabemos que es posible innovar y acertar, como demuestra la simpática e iconoclasta Verbena de la Paloma que estos días se representa en los teatros de Canal. Y en cuanto al repertorio, necesitamos sangre fresca, nuevas partituras, contemporáneas y de calidad. Y así nos lo ha prometido el director artístico de la Zarzuela, Paolo Pinamonti. Parece que los elementos están ahí y tan solo hay que combinarlos sabiamente. Ojalá haya suerte con la tarea.