Crítica de Lorca y la pasión con Marina Heredia Por Cristina Marinero
Teatros del Canal. Madrid, 19 de junio. Cuando La Fura dels Baus presentó su visión de El amor brujo en la clausura del Festival Internacional de Música y Danza de Granada de 2015, el diamante del montaje fue Marina Heredia, su protagonista. El centenario de la gitanería que Pastora Imperio encargó a Manuel de Falla, esa “cosa rara”, como calificaba el músico al espectáculo con danza, cante y declamación realizado a la medida de la artista, sirvió para saborear las dotes de la cantaora granadina para integrarse en las necesidades de una obra teatral-musical. Heredia es, actualmente, la más requerida por directores y orquestas de todo el mundo para interpretar los cantes de El amor brujo, la obra maestra de Falla, junto con El sombrero de tres picos, ambos ballets esenciales para entender la danza española del siglo XX.
Con la colaboración de Rosario Pardo en la dirección y el guion, Marina Heredia protagoniza y dirige Lorca y la pasión, un mar de sueños, estrenado en el ciclo Lorca y Granada en los Jardines del Generalife, en 2019. Junto a ellas, Eva Yerbabuena firma las coreografías, José Quevedo Bolita, la dirección musical y José Sánchez Montes es su ayudante de dirección y realizador de los vídeos insertos en la escenografía. Entonces realizaron treinta y tres funciones, a las que asistieron más de cuarenta y cinco mil espectadores, convirtiéndose en el espectáculo más visto de los presentados en este ciclo que sucede cada año al Festival de Granada, en el escenario magnífico de El Generalife.
Su estreno en Madrid, dentro de la programación de los Teatros del Canal, ha visto también sus dos funciones (18 y 19 de junio) prácticamente llenas y eso que el sábado jugaba España en la Eurocopa.
Este montaje musical-dancístico-dramático “es una reivindicación del amor”, dicen sus autores, y reflexiona sobre el amor femenino en la obra de Federico García Lorca a través de cuatro escenas a partir de cuatro de sus títulos más significativos, El público, La casa de Bernarda Alba, Así que pasen cinco años y Mariana Pineda, donde Marina Heredia encarna a la protagonista de cada una. Cuatro mujeres que podrían ser las distintas caras de una sola, dueña de su propia historia, con el amor lorquiano como marco.
Los icónicos caballos de El público y el personaje de Julieta inician Lorca y la pasión, un mar de sueños con su surrealismo inherente, un vestuario, firmado por Txiki López y López de Santos, que debería repensarse si es adecuado para la estética de los cuerpos y el paso de caballo que vimos en Gades como base de los equinos bailarines.
En la escena elegida de La casa de Bernarda Alba, donde Alfonsa Rosso encarna a la dictatorial madre, es la interpretación de Marina Heredia como Poncia la que lidera la puesta en escena, con un emocionante paso a dos entre Angustias y Pepe el Romano, y la inclusión de la danza de los segadores, con un imponente Christian Lozano como primer bailarín.
El que fue primera figura del Ballet Nacional de España de 2000 a 2007, y para quien Javier Latorre creó el personaje de Félix El loco en el ballet homónimo sobre el bailaor español que Diaghilev contrató para los Ballets Russes de cara al proyecto de El sombrero de tres picos, es un artista de danza española completo, el más flamenco delos flamencos, cuando toca, y absolutamente estilizado en las creaciones coreográficas con el lenguaje de nuestro baile, además de tener una planta estupenda. También, en el terreno del folklore (que siempre que es interpretado por bailarines profesionales debemos apuntar que, también, es estilizado), como demostró en esta danza llena de algarabía popular y esencia masculina hacia las hermanas que les observan detrás de la reja.
Es también de destacar el diseño coreográfico de Eva Yerbabuena, con una simbiosis de flamenco y movimiento contemporáneo que luce muy bien amalgamado. Sobre todo, en la escena final, dedicada a Mariana Pineda, donde las bailarinas, con batas de cola negras, se hacen eco del sentir de la protagonista ante su inminente detención. Es una pieza contenida, sobria, que da protagonismo al juego de la falda (cuyos volantes interiores son en cada una de las bailarinas rojos, morados o verdes), el juego del torso y el movimiento espacial.