Matthias Goerne: el canto desesperanzado

Matthias Goerne: el canto desesperanzado
Matthias Goerne: el canto desesperanzado

Germán García Tomás

Tras Die schöne Müllerin, el barítono Matthias Goerne y el magnífico pianista acompañante Markus Hinterhäuser han ofrecido su segundo recital dentro del Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela con la siguiente colección de canciones de Franz Schubert: el Winterreise, de 1827.

Goerne afronta el quizá más desolador ciclo de canciones del compositor vienés a través de una tensión emocional creciente, desde el intimismo inicial con que aborda el “Gute Nacht” (Buenas noches), donde el cantante alemán no abandona el falsette y la media voz. A medida que nos adentramos en la profundidad emocional del ciclo, el instrumento de Goerne va ensanchándose y adquiriendo mayor peso y densidad, una especial morbidez con un registro vocal de penetrante sonoridad oscura que ya comienza a empañar las dos siguientes canciones, “Die Wetterfahne” (La veleta) y “Gefror’ne Tränen” (Lágrimas heladas).

Goerne nos hace copartícipes en el discurrir de este desesperanzado y gélido Viaje de invierno, que va impregnando gradualmente de abatimiento y desasosiego, salvo por momentáneos destellos de luz, por medio de contrastantes modulaciones, graduaciones y cambios de color en la voz, matizando y diciendo el sentido profundo del texto dosificando las dinámicas y cuidando la línea de canto. Tras hora y cuarto de andadura, la conseguida sensación de desaliento y exhausta resignación es abrumadora (esa desoladora recreación de “Das Wirtshaus”, La posada), con un conclusivo “Der Leiermann” (El zanfonista) que estremece por su misma simplicidad. Quizá se nos antoje en ocasiones leñoso el timbre y un tanto estentórea la emisión del barítono alemán en canciones como “Der stürmische Morgen” (La mañana de tormenta) o “Mut” (Coraje), pero el profundo drama interior del protagonista de los versos de Wilhelm Müller justifica todo exceso en una velada marcada por la emoción a flor a piel, por la expresión concentrada.

Desde el piano y fuertemente adherida al canto, la precisa y coloreada digitación del inmutable Hinterhäuser aporta un sutil subrayado pictórico del ominoso viaje. Como prueba, los deliciosos ritornelli de “Der Lindenbaum” (El tilo) o la figuración pianística de “Die Post” (El correo), con esos recurrentes y exclamativos “Mein Herz!”. Tras esta nueva ovación clamorosa del público que abarrotaba todas las localidades del coliseo de la calle Jovellanos en pleno puente de mayo, Goerne y Hinterhäuser culminan una semana más tarde la trilogía liederística schubertiana con el ciclo póstumo, Schwanengesang.