Memorable concierto de Yolanda Auyanet en Las Palmas

Yolanda Auyanet en Las Palmas
Yolanda Auyanet en Las Palmas. Foto: Antonio Alf

Una soprano en plenitud y un prestigioso pianista, ambos grancanarios, ofrecieron un concierto memorable.  Venía Yolanda Auyanet del Teatro Real de Madrid, donde cantó hasta el 28 de noviembre la muy difícil Vitellia, protagonista de La clemenza de Tito de Mozart. Y él, Julio Muñoz, de la Escuela Superior de Canto, de la que es director. Dos artistas de lujo en un programa de casi dos horas, agotador para cualquiera menos para el público, que braveó muchas veces y pidió al final, puesto en pie, el remate del bis.

La soprano está, sin duda, en el punto cenital de la voz y la técnica. Conserva íntegro el color juvenil, primaveral -como tantas veces decimos- que da a su arte personalidad y encanto , junto al dominio de todos los registros tesiturales, la belleza del filado y la seguridad de emisión que se apoya en un  fiato idóneo para el ligado de gran volumen o la proyección impecable de la media voz. Las Trescanciones en lengua quéchua , del peruano Theodoro Valcárcel, abrieron programa con alarde, sin necesidad de calentamiento. El sabroso compromiso entre la mùsica incáica en su escala oriental, y la forma europea, mostró una clara voluntad de belleza en el riesgo.

Extraordinarios ambos en el repertorio español de la canción de concierto. Populares y cultas las del Poema en forma de cancionesde Turina, con todas las exigencias de su carácter diferenciado. Y llenas de intención en su majeza, lirismo o dramatismo, las Dos canciones amatorias, las Tres tonadillas y la soñadora Maja y el ruiseñor de Granados.

De la majeza a la nobleza, pasaron al belcantismo de Donizetti con la gran escena de Anna Bolena. Y después a la intensidad y las exigencias de Verdi, con una formidable Tacea la notte de Il trovatore (cavatina y cabaleta) y la profunda divagaciòn  de Tu che la vanitá de Don Carlo. Siempre fresca la voz y transparente el virtuosismo en todas las alturas.

Finalmente, las romanzas de Los diamantes de la corona de Barbieri y El cabo primero de Fernández Caballero, cerraron con el hispanico»género grande» un programa sin pausas intermedias, interpretado por soprano y pianista en dimensión de gran acontecimiento. Bravisimo.

G.García-Alcalde