
La empresa promotora de conciertos Ibercámera ha organizado esta gira de conciertos del Mariinsky por España, cuya primera parada ha sido Bilbao con esta Misa de Requiem de Giuseppe Verdi. Me temo que Ibercámera no tendrá muchas ganas de repetir la experiencia, ya que la acogida del público en taquilla ha dejado mucho que desear, ya que la ocupación del Euskalduna apenas llegaba al 60 % de su aforo. No creo que haya sido el precio el factor determinante de esta pobre acogida popular, ya que no hace todavía un año ABAO ofreció el mismo Requiem con precios algo más caros que los de ahora y prácticamente se llenó el Euskalduna. A mi parecer no es un problema de precios, sino de afición, que en Bilbao es menor de lo que se piensa. Hay menos afición a ver ópera que a ser visto en la ópera. La diferencia entre la conjugación activa y la pasiva marca una importante diferencia.
Son muchos los tipos de Requiem que se han compuesto a lo largo de la historia, no todos religiosos, pero ninguno tan operístico como el del compositor de Busseto. No encuentro una ópera que ofrezca una obertura más emocionante que el requiem propiamente dicho de esta misa. Tampoco encuentro un ejemplo de una explosión de las fuerzas de la naturaleza semejante a la que Verdi nos ofrece su Dies Irae. Pocas arias en una ópera son comparables al Ingemisco, que es de esas páginas brillantes que hacen que su intérprete triunfe o fracase. ¿Qué se puede decir del maravilloso terceto del Lacrymosa? ¿Y del Sanctus, en el que adivino al coro en escena como en la del Triunfo de Aida? Finalmente, pocas arias hay en la ópera tan emocionantes y recogidas como el Libera me, Domine que canta la soprano. Algunos dirán que la Fuga final no es operística y no les falta razón, pero bueno será recordar que también Falstaff termina con una Fuga.
De lo que no cabe ninguna duda es que las dificultades que tiene esta obra son muy grandes, tanto para orquesta y coro como para los cuatro solistas, que requieren auténticas voces verdianas. El resultado del concierto ha sido brillante tanto musical como vocalmente, con un cuarteto solista notable, en el que brillaron con luz propia las dos féminas.
Al frente de todas las fuerzas ha estado Valery Gergiev, que ha ofrecido una lectura brillante de la partitura. Indudablemente, de este extraordinario director uno siempre espera lo mejor y cualquier valoración de su dirección tiene que partir necesariamente de un nivel de exigencia personal muy alto. Yo he disfrutado con su interpretación, aunque no haya tenido la brillantez del que ofreció Nezet Seguin en el Kursaal o la emoción del que ofreciera Riccardo Muti en el Teatro Real. En cualquier caso, ha sido una lectura siempre brillante y sentida. Nada hay que objetar a la Orquesta Sinfónica del Mariinsky, que se pliega con devoción al mínimo gesto de su gran director, ofreciendo un sonido compacto y brillante. También ha sido brillante y poderosa la actuación del Orfeón Pamplonés, que ofrecía más de 100 voces en el escenario.
Como digo más arriba, el cuarteto solista es muy exigente en este Requiem, como ocurre con las óperas de Giuseppe Verdi, y aquí ha estado muy bien servido, particularmente en la parte femenina. La soprano Tatjana Serjan es una de las principales sopranos spinto del Mariinsky, si no la más importante de todas ellas, y su carrera internacional es de sobra conocida por los buenos aficionados. Cantó con mucho gusto, emoción y contención durante todo el concierto, destacando en el Agnus Dei y en el Libera Me final. Aparte de cantar con gusto y afinación intachables, hizo toda una demostración de control de respiración.
Olga Borodina es posiblemente la cantante más conocida del Mariinsky y su carera internacional es de las más importantes de cualquier cantante rusa, dejando aparte el caso de Anna Netrebko. Su actuación fue intachable, con graves suntuosos y gran musicalidad, aunque tiene menos brillo por arriba que hace unos años.
El tenor georgiano Otar Jorjikia venía de cantar esta misma obra en Zurich, en la versión escenificada con ballet que ha ofrecido el teatro suizo. La voz tiene importancia y belleza, aunque tuviera algunos apuros en las notas altas del Ingemisco.
El bajo Vladimir Feliauer sustituyó en el último momento a Yuri Vorobiev, lo que parece que tuvo que ver con el retraso del comienzo del concierto, ya que estaba ensayando minutos antes de comenzar. Me parece un lujo de sustitución, ya que su voz y línea de canto me parecen muy adecuadas.
El Euskalduna ofrecía un pobre entrada que rondaría el 60 % de su aforo. El público aplaudió con mucha fuerza al final del concierto, en el que no hubo saludos individuales.
El concierto comenzó con 9 minutos de retraso, cosa habitual cuando Valery Gergiev dirige, aunque en esta ocasión parece más justificado por la sustitución apuntada más arriba. La duración fue de 1 hora y 21 minutos. Siete minutos de aplausos, que pudieron haber sido algo más, ya que fueron los músicos los que se levantaron.
El precio de la localidad más cara era de 95 euros, costando 40 euros la más barata.
José M. Irurzun