Dentro de la integral de las sinfonías brucknerianas que está llevando a cabo Andris Nelsons en el sello Deutsche Grammophon al frente de la que es actualmente su segunda agrupación, la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, y con la cual celebra su inicio como Kapellmeister, nos llega ahora esta Séptima junto a la wagneriana Marcha fúnebre de Sigfrido del acto tercero de El ocaso de los dioses, grabadas en directo en marzo de este año en la propia sede de la orquesta.
Desde los discos anteriores con la Tercera y la Cuarta, el director letón inserta en estas grabaciones diversas páginas orquestales de los dramas musicales de Wagner que encajan o que tienen especiales afinidades musicales con el espíritu de cada sinfonía de Bruckner, y en el caso de la presente hallamos una mayestática interpretación de la Marcha fúnebre de la Tetralogía cuyo clima épico y triunfal se halla también en el memorable segundo movimiento, Adagio, de la Séptima del compositor austríaco, aquí con el aditamento de platillos, timbales y triángulo de la edición de Robert Haas de 1944. Desde su propia experiencia en el Festival de Bayreuth, cuando su figura saltó a la fama de la dirección orquestal, Nelsons ha hecho suya la tradición alemana y su interpretación de la música de Wagner lo constata.
Nelsons ofrece una lectura profundamente idiomática de la partitura bruckneriana, quizá la de universo orquestal más wagneriano de su autor, en la que el letón despliega un detallista fraseo, amplio y expansivo, como ese edificio sinfónico del Allegro moderatoinicial, donde los temas van abriéndose camino cual melodía infinita. Aquí, y en el resto de la sinfonía asistimos a exquisitos solos de las maderas en diálogo contrapuntístico, cuyos planos son percibidos con entera nitidez dentro de un entramado orquestal de gran densidad y especial equilibrio en balances y dinámicas.
Destaca sobremanera la magnífica cuerda de la orquesta de Leipzig (agrupación de memorable tradición histórica en la interpretación de las sinfonías de Bruckner que cumple su 275 aniversario), que se muestra en todo momento brillante y luminosa, y las recurrentes fanfarrias de metales (con sus obligadas cuatro tubas wagnerianas) despliegan un sonido poderoso y bruñido, muy compacto, cuyo punto más álgido lo encontramos en el mencionado Adagio, ese dechado de lirismo trágico y autoafirmación que Nelsons traduce con una asombrosa variedad de matices y una desbordante emoción. Sigue un vibrante Scherzoimpecablemente ejecutado y un Finaleque recupera el clima severo y solemne del primer movimiento. Aunque en esta versión muchos no encontrarán el fuego, la pasión y el drama de otras lecturas históricas de la obra (Jochum, Klemperer, Bohm, Celibidache), nadie quedará decepcionado, ya que Nelsons está demostrando en cada acercamiento a Bruckner su pleno entendimiento del universo sinfónico del compositor, algo que reafirma esta Séptima y que ya hace esperar con ilusión el resto del ciclo.
Germán García Tomás