Montserrat Caballé sopla 80 velas
Monserrat Caballé sigue siendo una de las grandes damas de la ópera.
Su salud, un talón de Aquiles en su medio siglo de carrera, volvió a jugársela hace casi seis meses en Rusia. Sufrió un ictus, se cayó y se rompió el húmero del brazo derecho. Tras estar ingresada unos días en Barcelona, anunció una pausa de varios meses por consejo médico y suspendió todos sus compromisos.
«A pesar de que mi salud sea débil, debe de haber algo en mi naturaleza tan fuerte como para ir superándolo», ha asegurado en alguna ocasión. Y así ha sido. Le han operado de matriz, rótula, apéndice, hígado… Ha sufrido alguna insuficiencia coronaria.
Por prescripción médica estuvo diez años alejada de los escenarios. En la década de los 80 le diagnosticaron un tumor en la cabeza con un pronóstico de vida de tres años. Caballé vio venirse todo abajo, pero el susto se quedó en eso: el tumor fue finalmente benigno y lo bautizó como su «pequeño amigo».
Muchos compañeros de escenario lo dejaron con menos edad que ella, que se ha ido resistiendo a abandonar su pasión. «Necesito la música para sentirme viva». Siempre dijo que no dejaría de cantar mientras pudiera seguir haciéndolo sin traicionarse a sí misma.
El 30 de abril está previsto que lo haga en Viena. El 5 de mayo, en Núremberg. Y el 28 de ese mes tiene agendado un recital junto a su hija, Montserrat Martí, en el Teatro Arriaga de Bilbao.
La Caballé sigue siendo una de las grandes damas de la ópera, como volvió a demostrar -y le demostraron- en enero del año pasado en el Liceo de Barcelona, cuando conmemoró los 50 años de carrera.
Con perfecto dominio técnico de su voz, gran versatilidad y pianísimos impolutos ha afrontado un amplio y polifacético repertorio. En cinco décadas, esta mujer de sonrisa casi constante y gran sentido del humor ha logrado mucho, entre otras cosas, ser calificada como la sucesora de la gran Maria Callas.
La propia diva griega pareció entenderlo así cuando en 1974, tras ver un video de la Norma de Orange de Caballé, le envió los pendientes que ella lució durante una producción de la Norma de Visconti para la Scala.
Su debut le había llegado tiempo atrás, en Basilea en 1956, con 23 años y gracias a una de esas coincidencias que marcan una vida. Tras 12 años en el Liceo de Barcelona, donde en 1954 obtuvo la medalla de oro de la institución, marchó a Suiza junto a su familia para proseguir su formación, subvencionada por un industrial textil.
Allí estaba la Caballé cuando Irene Salemka, la Mimí titular de «La Bohème», tuvo que marcharse a Londres para una grabación y las dos sustitutas tampoco estaban disponibles. Le toco el turno a la barcelonesa y las críticas fueron buenas.
Su salto definitivo al lugar de los grandes en la ópera lo dio 11 años después, en 1965, cuando sustituyó a Marilyn Horne en «Lucrezia Borgia» en el Carnegie Hall de Nueva York. «Callas + Tebaldi = Caballé», tituló al día siguiente un reputado periódico neoyorquino.
Su ascenso permitió a la familia dejar atrás un periodo que en lo económico no fue bueno. «No viajamos en patera porque no se podía, pero sí sin papeles», contó hace tiempo su hermano Carlos sobre el viaje de la familia a Suiza, donde se instalaron en una modestísima buhardilla para que ella pudiera continuar su preparación. Su madre se empleó de cosedora y el padre, en una fábrica de muebles.
Caballé ha cantado más de 90 personajes, desde la ópera barroca, pasando por Verdi, Wagner, Puccini y Richard Strauss, entre ellos Norma, Salomé, Violeta o Isolda, por citar algunos. Cuenta con más de 80 discos y tiene en su haber cerca de 4.000 actuaciones, entre ellas en la Casa Blanca y ante el Papa. Y nunca se le han caído los anillos por rehusar ofertas que no considera aptas a sus condiciones vocales.
Su empeño en poner en escena obras nuevas y rescatar óperas poco o nunca representadas le ha valido también reconocimiento, igual que su apoyo a los jóvenes cantantes. Para el recuerdo deja interpretaciones como «Barcelona», junto a Freddie Mercury, u otras con Vangelis, Barbra Streisand, Diana Ross, Mecano y hasta con el ex vocalista de Iron Maiden Bruce Dickinson.
«Nunca hubiera imaginado un camino tan largo», manifestó ya hace un tiempo.
Por Sara Barderas/DPA-Reportajes