El pasado día 2 de junio tuvo lugar en el Palau de la Música de Barcelona el segundo concierto participativo en el que se interpretó el Requiem de Verdi, con la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya bajo la dirección de Simon Halsey.
Este evento, organizado por Interkultur, reunió a diferentes agrupaciones corales procedentes de Alemania, Ucrania o Australia entre otros, capitaneadas por el Orfeó Català y el Rundfunkchor de Berlín. Si bien el día previo en el Palau se pudieron escuchar las voces de más de 1000 coralistas, este segundo concierto de la obra verdiana reunió una masa coral de unos 400 cantantes de coros catalanes alcanzando un efecto sonoro de gran impacto. Escuchar el “Dies Irae” con tal densidad sonora no es algo que pueda experimentarse con frecuencia. Si bien el color y calidad vocal de los coros titulares de la producción se imponía por calidad y precisión, el resultado final no fue malo, aunque con algún inevitable desajuste rítmico. Simon Halsey dirigió con gesto claro, no en vano es el director titular del Orfeò, ajustando en la medida de lo posible las intervenciones corales y buscando el equilibrio entre escenario y plateas, lugar donde se ubicaba el coro participativo.
La OBC lució con esplendor, con un sonido mórbido, vibrante y enérgico en cada parte, demostrando la madurez de la agrupación que logró estar a un nivel sobresaliente. Especialmente lograda la fanfarria del “Tuba mirum” o el inicio del Ofertorio, creando en ambos casos el contexto idóneo que la obra exigía
Respecto de los cantantes solistas, cabe destacar que de los cuatro solistas que aparecían en programa, sólo la soprano intervino en el concierto, siendo sustituidos los otros tres intérpretes. La soprano Iwona Sobotka tuvo momentos de brillantez, cumpliendo sobradamente el cometido. La mezzosoprano Agnieszka Rehlis, de voz siempre presente, consiguió una interpretación de alto nivel. El cuidado de las líneas melódicas y su empaste con el resto de cuerdas en los números con el resto de solistas fueron su seña de identidad. El tenor Laszlo Boldizsar ofreció un timbre fresco, brillante, realizando una interpretación bien ajustada del “Ingemisco” con agudos de gran squillo. El bajo Francisco Crespo aportó un sonido lleno, de color oscuro, fraseando con gusto y siendo el soporte del cuarteto solista en los números de conjunto, donde las cuatro voces funcionaban de forma excelente.
El concierto comenzó con 7 minutos de retraso y gozó de otros tantos minutos de aplauso al final, con una calurosa acogida del público que reconoció así la magnitud y calidad del evento.
Jesús Hernández