Enfriamiento social Por Majo Pérez
A medida que hemos conocido mejor el comportamiento del virus del Covid-19 y se han podido relajar las restricciones para luchar contra la pandemia, la música, que tanto nos ayudó a sobrellevar el confinamiento estricto del 2020, ha ido reconquistando espacios públicos. El Teatro Real de Madrid fue el primero en retomar su actividad en julio de hace un año con la famosa Traviata que dio inicio a esta moda que algunos ya denominan “la banalización del bis”. Y siguiendo al buque insignia, la lírica fue volviendo paulatinamente a los escenarios de toda España, primero en festivales al aire libre, después en la intimidad de los teatros. A diferencia de lo que ha ocurrido en la mayoría de países europeos y americanos, en el nuestro, casi todas las temporadas dedicadas a la música clásica se han desarrollado con bastante normalidad gracias al apoyo público.
La música popular lo ha tenido algo más difícil. Debido a que las salas de conciertos privadas dependen en mayor medida de la venta de consumiciones, muchas de ellas permanecieron cerradas hasta bien entrada la primavera. Sin embargo, los conciertos multitudinarios no se hicieron esperar tanto. El 19 de diciembre de 2020, el incombustible Raphael abrió la veda en el Wizink Center de Madrid causando indignación en una parte de la opinión pública. Con la lección aprendida, el 27 de marzo del corriente, el grupo Love of Lesbian participó en un experimento que congregó a 5000 personas en el Palau Sant Jordi de Barcelona, con la condición de que llevaran mascarilla y se realizaran una prueba de antígenos ese mismo día. Un mes más tarde, con solo dos contagiados durante el evento, los resultados del ensayo les daban la razón a los organizadores.
En junio fue el turno de las discotecas y los pubs, que solo pueden llenar al 50% y abrir hasta las dos o las tres de la madrugada. Además, no está permitido consumir en barra ni bailar, a menos que la pista de baile esté al aire libre. Con la llegada de la quinta ola, en algunos lugares se han establecido medidas extraordinarias más restrictivas, pero se puede decir que la música electrónica y el pachangueo están de vuelta. Peor suerte han corrido los teatros especializados en musicales. A medio camino entre lo clásico y lo popular, la mayoría de ellos, dependientes de lo recaudado en taquilla, han tenido que renunciar a este tipo de espectáculos desde que se inició la pandemia. Tendremos que esperar hasta el otoño para ver un montaje de la envergadura de El Rey León de nuevo sobre los escenarios, pero al menos ya hay fijada una fecha.
El único tipo de música en vivo que se está haciendo rogar, incluso si es interpretado al aire libre y no requiere de un gran presupuesto, es el que podríamos denominar genéricamente como «música de festejos». Bajo este apelativo se incluirían géneros diferentes tanto por su origen, sus características formales o por el contexto en el que se interpretan. Dicho esto, creo que todos ellos responden a un objetivo doble común: dar vistosidad y amenizar las fiestas más señaladas del calendario oficial. Hablo de las músicas que suenan en Carnaval, en Semana Santa, en las Fallas, en los Moros y Cristianos, en el Rocío, en los San Fermines… y en las ferias de nuestros pueblos y ciudades. Obviamente, hay que atender a la naturaleza de cada fiesta y a la música folklórica de cada lugar, que será interpretada por un conjunto de instrumentos diferente (dolçaina y tabalet, gaitas, cornetas y tambores, bandas procesionales, orquestas…). Sin embargo, entre tanta variedad, me gustaría realzar un género musical que llama mi atención como símbolo justamente de la reconquista ciudadana de la vida social en la calle. Enfriamiento social
La marcha mora Chimo (1964), compuesta por José María Ferrero Pastor se ha convertido en el himno de las fiestas de Moros y Cristianos de Ontinyent:
Si bien no ha perdido su carácter heroico y obstinado, pues nació hace siglos para marcar el paso de las tropas hacia la victoria, en la actualidad, su ritmo cadencioso, plasmado en compás binario y tempo grave o adagio, acompaña también el desplazamiento de un cortejo en una procesión o un desfile de índole civil. Hablamos de las marchas, entre las cuales tenemos que dar cuenta de varios tipos: procesionales, de moros y cristianos (triunfales), fúnebres, militares, circenses… Las dos primeras, asociadas respectivamente a la Semana Santa y a las Fiestas de Moros y Cristianos, son quizá las que cuentan con mayor predicamento en la actualidad. Su vigencia se constata en la cantidad de conciertos y la proliferación de certámenes de composición que hay en toda España, especialmente en el sur y el este peninsulares. Por poner un par de ejemplos, desde 1949 y prácticamente sin interrupción hasta el día de hoy, se lleva celebrando en Alcoy un concurso de composición de «música festera», el cual se ha exportado a otras muchas localidades. Y en la última década, desde Astorga hasta San Pedro del Pinatar, pasando por Málaga o San Fernando de Cádiz, los compositores que lo deseen pueden probar suerte en los certámenes de marchas procesionales que se organizan en estas y otros muchos lugares de nuestra geografía.
Todavía no he mencionado otro tipo de danza andada que es incluso más popular que todas las anteriores. Se trata de una marcha rápida, ideada según algunos en el siglo XVII para aligerar el paso de los soldados, aunque otros, como el musicólogo José Subirá, afirman que procede de la tonadilla escénica, que era una composición que en la primera mitad del siglo XVIII servía como colofón de los entremeses y que luego pasó a ser utilizada como intermedio musical entre los actos de las comedias. Sea cual sea su origen, de lo que no cabe duda es que el pasodoble es la forma musical española más internacional, y que su ritmo alegre y garboso hace que se le vayan los pies al que lo escucha. En mi pueblo, para las fiestas en honor de San Sebastián, se organiza una procesión que va desde la parroquia de Santa Quiteria hasta la ermita del santo, y durante todo el recorrido no dejan de sonar los cohetes y los pasodobles. Ya sea en una procesión religiosa, en una verbena o en una diana floreada, es un son que no puede faltar en la fiesta. En Cádiz, tienen además un tipo de pasodoble carnavalero, el que cantan las chirigotas acompañándose del pito, la guitarra y la percusión, que se está expandiendo a otras zonas.
La chirigota “No te vayas todavía” interpreta el pasodoble “Lleváis delante una piba” (2017):
Si tiempo ha las marchas simbolizaron el enfrentamiento entre las personas, sigamos haciendo que ahora simbolicen lo contrario: una emoción universal compartida, un motivo de celebración, el apego a nuestra naturaleza gregaria, el estar juntos en el espacio común que son las calles y las plazas de nuestros pueblos. Es obvio que debemos seguir cuidándonos porque la pandemia aún no ha pasado. Pero no olvidemos que la esencia humana está en el cantar y bailar juntos, tomados del brazo o cogidos de la mano, mirándonos a los ojos. Criticamos y descalificamos a los jóvenes porque hacen botellón en los parques mientras las ucis siguen llenas. Y al mismo tiempo permitimos que entre ellos campe la desafección a lo público ̶ que es lo común̶ , la ausencia de valores, el desprecio a la sociedad. A esa misma sociedad neoliberal del sálvese quien pueda, del no tendrás trabajo aunque te sobren los títulos, o del que aunque tengas trabajo serás pobre, del para ti ya no va a haber casa ni pensión. Hay un tipo de música en vivo que se está haciendo rogar, incluso si es interpretado al aire libre y no requiere de un gran presupuesto.