El Festival de Pascua de Salzburgo se ha convertido en una referencia para los amantes de la ópera y la música sinfónica. Este año, la ciudad alpina daba la bienvenida a los asistentes con un frío invernal y copos de nieve cayendo aún en estas fechas. En contraste con el cálido programa que les aguardaba en el interior del Festspielhaus.
Uno de los conciertos estrella del programa ha sido sin duda el protagonizado por Volodos y la Orquesta de la Staatskapelle de Dresde bajo la dirección de Daniele Gatti, interpretando el Concierto para piano Nº1 de Tchaikovsky y la Sinfonía Nº10 de Shostakovich.
El Concierto Nº1 de Tchaikovsky es una de las obras más recurrentes en los programas de concierto, lo que supone un reto para cualquier solista a la hora de transmitir su personalidad y aportar algo distinto.
Desde los primeros acordes se pudo apreciar la voluntad del pianista ruso de ir más allá del virtuosismo. La de Volodos fue una interpretación con gran libertad. Una búsqueda de sonoridades, momentos y pausas que pocas veces se tiene la oportunidad de escuchar hoy en día. El virtuosismo estuvo también presente, siempre al servicio de la idea musical y regalando pasajes realmente extraordinarios.
En este marco, la orquesta y su director no lo tenían fácil, pues debían estar muy atentos a la gran cantidad de inflexiones y libertades con el tempo. Buen trabajo el de Gatti, que a pesar de algunos desajustes con Volodos en algún momento, consiguió muy buen empaste. La orquesta suena realmente compacta y logra algo importantísimo al acompañar: tocar muy suave y dejarle de esta manera espacio al solista para poder hacer un uso más amplio de su paleta sonora. El tercer tiempo fue especialmente interesante. Volodos optó por un tempo más lento de lo habitual. De esta manera nos mostró muchos detalles de la partitura que suelen pasar desapercibidos si se interpreta a gran velocidad. De propina nos regaló una transcripción barroca toda en pianissimo, que deleitó al público y arrancó numerosos bravos y ovaciones.
La segunda parte continuó con música rusa. La Sinfonía Nº10 de Shostakovich fue estrenada tras la muerte de Stalin y se especula con que el segundo tiempo esté «mostrando» lo que fueron los años bajo su gobierno. La interpretación fue magnífica. La Orquesta de la Staatkapelle de Dresde cuenta con una sección de viento realmente espectacular, con la que los puntos culminantes sonaron muy redondos. Un acierto, además, disponer la orquesta de manera que los violines segundos quedaran en la parte derecha. De esta forma se apreciaba mucho mejor, en estéreo, el diálogo con los violines primeros. Los chelos por su parte, al estar en el centro, conseguían un efecto sonoro más profundo.
Si hay algo extramusical que reseñar, es que más del 80% del público superaba el medio siglo de edad. Algo sobre lo cual podrían pensar los organizadores. A los pocos jóvenes que acudimos nos gustaría seguir disfrutando en el futuro de grandes conciertos como los que organizan, de una calidad artística máxima.
Mario Nieto