Es la primera vez que se representa Norma en el Teatro Real desde su reapertura en 1997. En esta ocasión se ofrecen dos repartos, que bien podríamos considerar tres, ya que en uno de ellos será protagonista Mariella Devia y lo hará en representación única. El que ahora nos ocupa es el primer reparto, al menos cronológicamente, puesto que el Teatro Real sigue con su política habitual de aplicar los mismos precios a todos los repartos. El resultado de la representación ha sido bueno vocalmente, menos en los aspectos escénico y musical.
La producción escénica ofrecida es una colaboración del Teatro Real con el Palau de Les Arts de Valencia y la ABAO de Bilbao, habiendo sido estrenada en la capital del Turia en Marzo del año pasado. La producción se debe a Davide Livermore, el actual director del Palau de Les Arts y resulta poco convincente, aunque no moleste en exceso. La escenografía de Giò Forma ofrece a partir de la entrada de Norma un gran tronco de árbol, que gira en ocasiones, ofreciendo en la parte de atrás una gran escalera. El tronco tanto sirve para la ceremonia sagrada, como también de morada de Norma y para la marcha a la hoguera final. Desde mi punto de vista, resulta un tanto cargante el mencionado tronco. La producción hace un notable uso de proyecciones de video, que sirven para completar la escenografía. Vestuario adecuado de Mariana Fracasso y correcta la iluminación de Antonio Castro. La producción se completa con un ballet, formado por bailarines casi desnudos, cuya presencia en escena resulta excesiva y poco aporta
La dirección escénica no ofrece grandes originalidades, salvo el tratamiento que hace de los hijos de Norma, dos chiquillos de comportamiento bastante diferenciado, lo que resulta más interesante que lo que hemos visto tantas veces. Por lo demás, Davide Livermore se limita a narrar bien la historia, quedando un tanto corta la pura dirección de actores.
La dirección estuvo encomendada a Roberto Abbado, el actual director musical del Palau de Les Arts de Valencia. Su dirección no me ha convencido, como ya me ha ocurrido en ocasiones anteriores tanto aquí como en Valencia. Hay dos características que son habituales en sus actuaciones y que se han repetido también ahora. Por un lado, su tendencia a abusar de sonido orquestal, que fue un hecho incontestable durante el primer acto y, especialmente, en una obertura ruidosa como pocas. La otra consiste en su tendencia a ralentizar tiempos, cayendo la tensión de manera notable, lo que ocurrió de nuevo aquí, especialmente en el segundo acto. En su haber hay que señalar que su dirección fue cuidada y no tuvo más problemas que los señalados. Tanto la Orquesta como el Coro del Teatro Real lo hicieron bien, aunque ambas formaciones han brillado más en otras ocasiones.
La protagonista de este primer reparto era Maria Agresta, indudablemente la soprano italiana más interesante de la nueva generación, aunque su adecuación vocal al personaje de Norma resulta bastante discutible. Estamos ante una notable cantante, que responde a las características de una soprano lírica plena. Me resultó sorprendente su frialdad en la interpretación de Casta Diva, que es una página que le debería haber permitido brillar mucho más. Mucho mejor fue su actuación en ambos dúos con
Adalgisa, en los que mostró calidad y musicalidad. Nuevamente, quedó un tanto corta de amplitud en la parte final de la ópera, ya que el dramatismo de pasajes como In mia man alfin tu sei no es muy apropiado a sus características vocales. La prefiero en otros personajes más adecuados a su voz, pero sigo considerando que estamos ante una de las mejores sopranos de la actualidad.
Gregory Kunde volvió a ser un muy convincente Pollione. Su voz no tiene el brillo de las voces latinas, pero estamos ante un gran cantante. Ya desde su salida a escena (Meco all’altar di Venere) se entregó al personaje no rehuyendo ninguna de las dificultades de la partitura, incluyendo variaciones difíciles y brillantes en el segundo verso de la cabaletta Mi protege, mi defendi. Dio sentido a todas sus intervenciones y su actuación me resultó plenamente convincente, más allá de que su timbre no brille en el belcanto.
La mezzo soprano francesa Karine Deshayes fue una buena intérprete de Adalgisa. Estuve en el teatro con algunos amigos que la habían visto en representaciones anteriores y hablaban de un auténtico descubrimiento. La verdad es que no comparto su entusiasmo. Por supuesto, no es un descubrimiento, ya que su carrera comenzó hace ya más de 12 años. Su Adalgisa fue convincente, no excepcional. Hay algunos cambios de color en la zona alta, que no son muy atractivos.
El bajo Michele Pertusi fue Oroveso y una vez más mostró su elegante línea de canto, pero este personaje requiere una amplitud y una autoridad en las que Pertusi se queda un tanto corto. En su aria del segundo acto no hubo aplausos, a pesar de que el maestro paró la orquesta.
En los personaje secundarios María Miró lo hizo francamente bien como Clotilde, mientras que el tenor Antonio Lozano ofreció en Flavio una voz de esas que corren sin dificultad por cualquier teatro, aunque su afinación me pareció discutible en algunas ocasiones.
El Teatro Real colocó el cartel de No Hay Billetes. El público no mostró exceso de entusiasmo a escena abierta, dedicando una cálida acogida a los artistas en los saludos finales.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 57 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 29 minutos. Siete minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 214 euros, habiendo butacas de platea al precio de 204 euros. La entrada más barata con visibilidad costaba 35 euros.
José M. Irurzun