Desde hace unos 15 0 20 años se ha producido en España un boom de la ópera. La llama sagrada del arte lírico la mantenían el Liceo de Barcelona principalmente, y las temporadas de ópera en La Zarzuela en Madrid, además Bilbao, Oviedo y Las Palmas de Gran Canaria con alguna incursión aislada de otros lugares como Santander, San Sebastián y Coruña. Con la inauguración del Teatro Maestranza de Sevilla y especialmente con la apertura del Teatro Real de Madrid para ópera, la afición y el deseo de asistir a las representaciones líricas se ha multiplicado por mil. Es cierto que muchos de los hoy asistentes lo son por puro “glamour” o figurar, pero también es cierto que la afición ha crecido y el público sabe lo que quiere como lo demuestra en su rechazo de ciertas programaciones y aceptación alegre de otras.
El Liceo de Barcelona es una parada obligada. Tiene una marcha monótona provocada posiblemente por la permanencia de muchos años de su director artístico Joan Mataboch. Posee la peor orquesta del mundo en teatro, que los años la podría haber mejorado. Sus programaciones son interesantes y con buenos cantantes aunque en los últimos años sus producciones son objeto de rechazo. Por otra parte continúan con el vicio general de los teatros españoles, salvo excepciones, de no contratar a los cantantes españoles o solo a un número exiguo.
El Teatro Real de Madrid inició su moderna andadura de forma equivocada, y así seguimos. Se vio el Real como un lugar de figurón para políticos ineptos e ignorantes del mundo del canto, y así se nombró como directora a Elena Salgado, lamentable ministra de Zapatero en la última legislatura. Es cierto que duró sólo unos meses, pero allí dejó su impronta con personajes de dudoso pelaje que no merece la pena recordar. Es cierto que en esa primera temporada se pudieron ver espectáculos operísticos magníficos, como un Peter Grimes de Britten genial aunque también cosas horribles como una Turandot. La llegada de Juan Cambreleng cambió el panorama. Se pudieron presenciar cosas importantes pero Cambreleng era el director General y no el artístico, y ahí se equivocó entrando en terrenos no propios. Acertó en la elección de Luis Antón García Navarro que desde el comienzo fue recibido con rechazo por una parte del público, pero que dio noches gloriosas al Real y allí se dejó la vida en un Parsifal antológico, su testamento musical como director. Después vino Inés Argüelles, más gestora que entendida y nombró a Emilio Sagi como director artístico con la particularidad que solo le comprometía a una presencia en el teatro de seis meses. El siguiente fue Antonio Moral, persona experta en espectáculos líricos de pequeño formato con magníficos resultados –extraordinaria labor con su Festival Mozart que permitió disfrutar dignamente de toda la obra mozartiana-, pero el Real le venía un poco grande aunque sí es cierto que se pudieron escuchar voces muy maravillosas. El director general fue entonces Miguel Muñiz, ajeno totalmente al mundo de la ópera. Finalmente hemos tenido la desgracia de encontrarnos como director artístico al inefable Gerard Mortier quien a concitado todas las críticas negativas posibles por sus ideas provocadoras, políticas y extravagantes, haciendo del real su propio predio con el dinero de todos los españoles.
Posiblemente la temporada más interesante que existe desde hace tiempo, es la de Las Palmas, y más desde que su director artístico es Mario Pontiggia, quizá el único profesional que hay en este país. En Las Palmas de Gran Canaria, la temporada de ópera la organiza la Asociación de Amigos de la Ópera de Canarias (ACO) que preside magistralmente Juan de León; allí se puede ver y escuchar lo mejor; ópera en estado puro y hecha con verdadero amor y, lo que es mejor, con muy poco dinero, y con los mejores cantantes del momento y un número importante de españoles. Las temporadas son las que gustan a cualquier aficionado, ampliándola poco a poco. Es de visita obligada.
También organizada por ABAO (Asociación bilbaína de Amigos de la Opera), la temporada que se lleva a cabo en el Palacio Euskalduna resulta especialmente interesante e importante en cuanto asume las preferencias de sus abonados y público en general con un repertorio clásico y con incursiones en el barroco y en el siglo XX. El éxito es habitual.
El Teatro Campoamor de Oviedo es otro de los sitios de obliga visita. La temporada la organiza la Asociación de Amigos de la Opera. Como puede verse, las temporadas que mejor funcionan son aquellas que están llevadas por Asociaciones.
Por otra parte, los grandes teatros como Real de Madrid, un verdadero caos, Liceo de Barcelona, Palau de les Arts de Valencia no ofrecen demasiado interés salvo contadas producciones.
Otro Teatro interesante es el Villa Marta de Jeréz, pero la reducción de apoyos le tiene completamente asfixiado.
Francisco GARCÍA-ROSADO. Para El Economista y Opera World