El tenor polaco ha vuelto y ha triunfado nuevamente en el coliseo de las Ramblas tras sus éxitos de Fausto, Werther o su reciente Ballo in Maschera verdiano en este mismo escenario.
En esta ocasión ofreció un concierto con ocho arias de las más conocidas del repertorio de tenor lírico más otras tres más como bises que completaron una cita de arte, musicalidad y fraseo de alto voltaje.
Hay cantantes que más allá de la fama mediática que le precede conquistan al público de un teatro y esa relación de amor y respeto artístico es la que se ha forjado entre el Liceu y el tenor Piotr Beczala con cada una de sus visitas. Y este concierto no ha sido una excepción sino una ratificación como esperemos que lo sea su participación en la ópera que cierra la presente temporada, la poco escenificada Luisa Miller de Verdi.
El concierto que constó de dos partes nos hizo viajar del melodrama verdiano a la ópera romántica francesa y polaca hasta las páginas más célebres del verismo con una generosa presencia de Puccini.
Como es costumbre en este tipo de propuestas artísticas de concierto de solista la orquesta de turno completa el programa con oberturas, intermedios y prólogos para que el solista descanse entre arias o en el mejor de los casos para contextualizar el aria consecuente. Así sucedió con la Obertura de Luisa Miller destacando el solo de clarinete que por desgracia no podemos escribir el nombre del instrumentista ya que en el muy escaso programa editado para este concierto no aparecía no ya el nombre de los miembros de la orquesta que tocaron todo el concierto sino ni siquiera el nombre del concertino de la misma.
No nos atrevemos a determinar la causa, si es por despiste o ignorancia, o en el peor de los casos por primar un diseño que prima el ego del protagonista y el rojo simbólico del teatro por encima de la información y respeto a los músicos que durante cerca de dos horas hicieron música con una calidad más que digna en medio de óperas, requiems y conciertos de cámara.
El Verdi canoro apareció con el recitativo y aria “Quando le sere al placido” de Luisa Miller marcando lo que sería las señas de identidad de este tenor, un fraseo elegante, una musicalidad inmaculada y generosidad de volumen sin caer en exageraciones anti musicales.
“Celeste Aida” fue el siguiente y último acercamiento al compositor de Busseto en el que sorprendió al respetable con un final en falseto pianísimo tal cual lo escribió el compositor en el si bemol agudo y que raramente se escucha de esta manera.
El preludio del tercer acto de Carmen de Bizet dio pie al aria de la flor en el que la fidelidad a la partitura no se repitió prefiriendo un final tenuto y fuerte al pianísimo escrito por el compositor francés.
Es conocido de Piotr Beczala su amor y defensa de los compositores y óperas polacas de ahí que acabara la primera parte de este concierto con el aria “Szumia jodly” de la ópera Halka de S.Moniuszko donde volvió a mostrar esa línea de canto perfecta que nos evoca su época más bel cantista ya abandonada por un repertorio más dramático que llenó la segunda parte.
Otras cuatro arias de compositores veristas y Puccini recorrieron el dramatismo y sentimientos exacerbados típicos de este repertorio de principios del s.XX donde la interpretación de Beczala osciló entre la elegancia y una intención más textual y teatral que musical en un justo equilibrio. Desde una “Recordita armonia” generosa en detalles musicales hasta el dramático “Come un bel dì di maggio” de Giordano, el tenor recorrió un camino que acabó en un exultante aunque no apabullante como era de esperar para acabar el concierto “Nessun dorma” que se vió refrendado por aplausos largos y generosos que nos permitieron seguir con esta selección de arias conocidas en tres bises nuevamente de la Tosca pucciniana para pasar al aria “Amor ti vieta” de Fedora de un gusto exquisito y acabar con el dramatismo de Cavalleria rusticana.
Un concierto generoso y con arias conocidas para garantizarse un público mayoritario que hizo que se llenara el teatro a pesar de unos precios elevados.
Por último felicitar a la Orquesta del Liceu que con profesionalidad supo servir a la voz del tenor y a la batuta del correcto concertador Marc Piollet que sin grandes aportaciones llevo a buen puerto esta cita musical.
Robert Benito