Offenbach. Los cuentos de Hoffmann. Buenos Aires

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Jacques Offenbach era ya mundialmente conocido por sus operetas de hilarante humor y crítica sagaz cuando intentó crear una obra mayor. La muerte le impidió ver el estreno de su ópera al que se llegó después de reunir los manuscritos dispersos del compositor.

Desde aquel lejano 1881, Los cuentos de Hoffmann se transformaron en una obra clave del repertorio francés, deliciosa por su música, novedosa por su temática y atractiva por el talento que entraña la partitura.

Llevarla a escena requiere de intérpretes capaces de volver creíble la caricatura, a la par que estar a la altura de la exigencias (muchas) de la música.

Incluirla en una temporada es siempre un desafío mayor, al que Juventus Lyrica se vio tentada en el año de su 15° aniversario. La compañía que tantos gratísimos momentos nos regaló a lo largo de su historia no alcanzó, a nuestro entender, el nivel deseado en esta producción.

La puesta de la reconocida Ana D’Anna se inscribió dentro de un marco tradicional aunque incluyendo algunas innovaciones no siempre satisfactorias, como por ejemplo darle un caracter de clown a Spalanzani que de esta manera perdió su impronta de científico loco; asignarle una carnalidad desmedida a la Musa; el evitar que el cuadro de la madre de Antonia cobre vida; etc. 

Imagino que para el público neófito habrán resultado difíciles de comprender algunas escenas y algunas situaciones al no percibirse con claridad la relación espacio-temporal; la función de algunos personajes (particularmente el caso de Coppelius) y algunos desajustes entre lo que el texto dice y lo que la imagen muestra.

La escenografía de Gonzalo Cordova, tan eficiente en otras puestas, fue agradable en el Prólogo y el Epílogo, muy esquemática en el acto de Olympia -lo que le restó atractivo-, pobre en el de Giulietta e insulsa en el de Antonia. Afortunadamente la iluminación, también a cargo de Cordova, favoreció algunos efectos.

El vestuario de María Jaunarena fue correcto.

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El rol de Hoffmann es sin duda uno de los grandes papeles de tenor, que requiere una idoneidad vocal a la par que una ductilidad dramática superlativa. Son pocos los momentos en los que el personaje no está en escena, y en cada una de ellas los sentimientos, sensaciones, conflictos y reacciones son diversos, por lo que sólo un actor consumado puede hacerle justicia.

Mariano Spagnolo dista mucho del ideal. Su poeta resultó lineal, plano y superficial, con lo que mucho de la riqueza de la obra se perdió. En lo vocal cuenta con un bello timbre, un buen caudal, seguros agudos y considerable fiato, pero carece de la sutileza y expresividad necesarias que hacen de la ópera un gran arte.

Pol González tuvo a su cargo a las cuatro encarnaciones del mal: Lindorf, Coppelius, Dappertutto y Miracle, a los que dotó de potente voz aunque con una descuidada afinación.

El Nicklausse de Griselda Adano fue servido con compromiso y entrega. El rol resultó convincente y creíble tanto desde lo vocal como desde lo actoral.

Natalia Quiroga Romero compuso una gratísima Olympia interpretada con una voz que corre con facilidad y no se amilana ante las coloraturas ricas en sobreagudos. De buen caudal y destacable musicalidad. Su muñeca respiró gracia y acierto escénico aunque tal vez una pizca mayor de quietud resaltaría los efectos dramáticos y los movimientos preciosos con los que la dota.

El Spalanzani de Norberto Lara y el Cochenille de Fernando Navarro fueron servidos con eficiencia vocal y talento, a pesar de que no compartamos el enfoque de los personajes que les impuso la puesta.

Eugenia Fuente, que lograra una memorable nodriza en Medea durante esta temporada, no nos convenció vocalmente como Giulietta, un rol que no nos parece que congenie demasiado con sus medios, atractivísimos en otro repertorio.

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La Antonia de María Belén Rivarola transpiró melancolía y musicalidad. Aunque con un caudal limitado, encarnó su parte cantándola con exquisitez, buena línea y matizada voz.

El Frantz de Pablo Scaiola cumplió y poco más. Vanina Guilledo fue una buena madre en su intervención del cuarto acto.

Una vez más, Juan Font dio cuenta de su ductilidad dramática encarnando a Hermann, Schlemil y Crespel, cantados con expresiva voz y buen fraseo, aunque una mayor oposición fisonómica entre sus personajes los hubiera enriquecido.

El resto del elenco y el coro, dirigido por Hernán Sánchez Arteaga, cumplieron una destacable labor.

La dirección de André Dos Santos no logró extraer toda la sutileza de la que está llena la partitura. Por momentos tendió a tempos demasiado lentos restándole chispa y agilidad a la acción y una limitada gama de matices no enriqueció su lectura.

Más allá de los reparos, el genio de Offenbach volvió a hablarle a nuestro corazón.

 

LOS CUENTOS DE HOFFMANN. Música de Jacques Offenbach; Libreto de Jules Barbier

 

Hoffmann….. Mariano Spagnolo

Lindorf/Coppelius/Dappertutto/Miracle…Pol González

Nicklausse…Griselda Adano

Musa…Laura D’Anna

Andrés/Spalanzani/Pitticchinacchio….Norberto Lara

Luther…Nicolás Secco

Hermann/Schlemil/Crespel….Juan Font

Nathanaël… Ezequiel González

Olympia…Natalia Quiroga Romero

Cochenille…Fernando Navarro

Giulietta…Eugenia Fuente

Antonia…María Belén Rivarola

Frantz…Pablo Scaiola

Madre….Vanina Guilledo

Stella….Mariana Artaza

 

Coro de Juventus Lyrica

Mtro. preparador…Hernán Sánchez Arteaga

Orquesta de Juventus Lyrica

Dirección: André Dos Santos

Dirección y puesta en escena…Ana D’Anna

Escenografía e iluminación….Gonzalo Cordova

Vestuario…María Jaunarena

Teatro Avenida de Buenos Aires

Función del 18 de Septiembre de 2014

 

Prof. Christian Lauria