El Teatro Real de Madrid y el resto de los teatros españoles de opera buscan soluciones para sobrevivir sin dinero público y también, al menos hasta ahora, con la ausencia de la prometida Ley de Mecenazgo que proporciona subvenciones fiscales a los contribuyentes privados. Una posibilidad que cobra fuerza es establecer alianzas con las distribuidoras de cine para que los grandes estrenos puedan verse en directo en las salas. El ejemplo del Metropolitan de Nueva York parece marcar el camino a seguir.
Según algunos especialistas, el gran teatro de neoyorquino consigue 10 millones de euros anuales de ingresos extra gracias a esta fórmula. Pero cuenta con la ventaja de que su ‘marca’ tiene un verdadero impacto global de modo que sus montajes pueden verse en más de 1.500 salas de 60 países. El problema que afecta a todos los recintos especializados del Viejo Continente, según Opera Europa la organización paneuropea del sector, genera también una situación de agravio comparativo entre las producciones alemanas y las del resto de los teatros europeos del ramo. O más bien, un atentado contra las reglas de la libre competencia que quizá debería estudiar Joaquín Almunia, el comisario europeo del ramo. Los germanos mantienen sus subvenciones casi intactas, lo que les permite ser competitivos y ganar prestigio con sus montajes que tienen mercado en el exterior, mientras el resto parece abocado a un modelo que suspendería casi la innovación y obligaría a los teatros a montar siempre los mismos espectáculos tomados del repertorio clásico. La búsqueda de soluciones resulta obligatoria, sobre todo en España, tras los recortes de las subvenciones públicas, que han llegado a superar el 50% y la subida del IVA desde el 8% al 21 % que ha contribuido a vaciar las salas. Una imposición de Hacienda a Cultura contra la que todo el sector se ha levantado. Hasta el punto de que el director artístico del Teatro Real ha solicitado una entrevista con Montoro. Quiere pedirle personalmente que sitúe en el 10% la tasa del impuesto. Pero los teatros también son conscientes de que el dinero público no puede costear un ocio pensado exclusivamente para ricos. Desde Opera Europa, por ejemplo, se plantea mantener una proporción mínima del 20% en entradas ‘baratas’ y asequibles para todos los públicos, mientras se suben los precios correspondientes al resto del aforo. |