Un a fructífera dosis de terapia operística Por Joaquín Gómez
La aguardada cita operística del Outono Lírico organizado anualmente sobre estas fechas por la AAOV se vio afectada de lleno, en esta ocasión, por el complicado contexto de la pandemia y sus nefastas consecuencias en cuanto a la organización y celebración de espectáculos en salas teatrales de todo el panorama nacional e internacional se refiere. Si la ya cotidiana organización de espectáculos líricos de calidad requería de una imaginativa y eficaz gestión por parte de la dirección artística de la veterana asociación viguesa, sujeta permanentemente a un precario presupuesto, la actual restricción de aforos y las medidas de higiene y distancia interpersonal anti-covid complicó la celebración de la inicialmente prevista representación del Don Pasquale casi más que el propio enredo buffo de su libreto. De este modo, forzada por la situación, la puesta en escena del título donizettiano hubo de transmutarse en una gala canora a cargo de los inicialmente designados como cuarteto protagónico, es decir: Ruth Iniesta, Manel Esteve, Luis Cansino y Aquiles Machado, este último en sustitución del tenor Jesús León, todos ellos acompañados por un reducido ensemble instrumental de quince músicos de la Orquesta Vigo 430 bajo la dirección de Diego García Rodríguez.
Bajo este nuevo tamiz, se esperaba, pues, por parte del público el ininterrumpido cóctel de arias, dúos, conjuntos y oberturas orquestales de heterogénea naturaleza que concurren en estos recitales líricos. Y así sucedió, pero no exactamente del modo esperado. La convencional procesión de conocidos fragmentos fue hilvanada a través de una ingeniosa propuesta teatral centrada en la epidemia y sus efectos entre el póker de cantantes que pretendían actuar sobre el escenario del García Barbón. Tras su hilarante Barbiere di Siviglia, Eugenia Corbacho repitió con enorme acierto como responsable de la dirección escénica, presentando una suerte de terapia de grupo en la que los solistas caricaturizaban en primera persona las vigentes y penosas circunstancias en las que se encuentra envuelto el colectivo belcantista y, en general, el mundo de la cultura española. Conducidos a través de un simpático guion que contó con la atinada y camaleónica capacidad actoral de Nando Llera, y acompañados por proyecciones de que incluían imágenes y sketches con los propios cantantes, la interpretación de los distintos momentos musicales pudo, por este medio, encontrar una cierta lógica teatral para agrado del respetable que respondió con risas y aplausos en diferentes momentos del desarrollo de la velada. Las citadas proyecciones, y un inteligente diseño de iluminación, corrieron a cargo de Alejandro Contreras
Con el respaldo de la cómica escenografía, el apartado musical estuvo a notable altura en todos los números interpretados. La ‘Violetta Valéry’ de la soprano Ruth Iniesta venía precedida de rotundos éxitos en teatros como el Real de Madrid o el Massimo de Palermo y su versión de en la celebérrima aria verdiana Ah! Fors’e lui…Sempre libera, no defraudó en absoluto Transcurridos unos años de su aparición en la ciudad olívica como ‘Leila’ en los Pescadores de perlas, la aragonesa no ha perdido un ápice de su frescura tímbrica, musicalidad y flexibilidad. La voz sonó con excelente proyección en la sala, superando fácil y segura los escollos de los repetidos ascensos al do y re bemol y coronando la página con el esperado, pero no escrito, mi bemol sobreagudo. El conocido tenor hispano-venezolano Aquiles Machado, que le dio réplica en dicha aria con las amorosas frases de ‘Alfredo’, evidenció su evolución desde aquel ‘Rodolfo’ de La bohème que lo lanzara al estrellato. La voz ha adquirido anchura y volumen siendo ahora más de un tenor Spinto que lírico, lo cual no le impidió defender con gracia y desenvoltura el dúo con ‘Belcore’ de L’elisir d’amore o los conjuntos cómicos del final. Su interpretación de Quando le sere al placido de la ópera Luisa Miller sonó intensa y expresiva, siendo fue muy aplaudida. El barítono Manel Esteve cantó con elegancia y bello timbre en todas sus intervenciones, especialmente en Ah! Per sempre io ti perdei de I puritani de Bellini, y mostrando también excelente vis cómica en el apartado actoral. En cuanto al vigués Luis Cansino, evidenció el porqué de su actual éxito como uno de los principales barítonos españoles. Las suyas fueron unas excelentes encarnaciones como Gianni Schicchi de Puccini y Falstaff de Verdi en las exigentes arias de dichos roles. Su versatilidad vocal le permitió brillar del mismo modo en una vibrante Vendetta del Rigoletto, con la inmejorable compañía de Ruth Iniesta, que en los Finale del Don Pasquale y L’elisir d’amore que pusieron un brillante broche final a esta “Operaccion retorno”.
Pese a no disponer de la plena y original sonoridad orquestal de las obras interpretadas, el Ensemble Vigo 430, funcionó espléndidamente bajo la certera batuta de Diego García Rodríguez, quien justifica plenamente así su repetida designación al frente de la dirección musical en el festival vigués.
Considerando que este regreso de la actividad lírica se produce en condiciones que están lejos de ser las ideales, la solución adoptada por la AAOV se ha confirmado feliz tanto en por su originalidad como por el resultado artístico. Una alternativa, que cuando menos, permitirá disfrutar a los verdaderos amantes olívicos del belcanto seguir disfrutando de espectáculos de relieve en espera de mejores y “normalizados” horizontes.