Como todos los años, el Festival de Munich ofrece una rareza en el Teatro Prinzregenten. En esta ocasión la ópera elegida ha sido Orlando Paladino, de Joseph Haydn, cuyo resultado ha sido bueno, contando con una interesante dirección musical y un buen reparto vocal, además de una producción imaginativa y moderna, aunque en este aspecto no todo ha funcionado a la perfección.
Joseph Haydn está considerado como el Padre de la Sinfonía y hay buenas razones para ello. Es menos conocido por su producción operística, aunque prestó atención al género, especialmente mientras estuvo al servicio de los Eszterházy. Si en el campo sinfónico Haydn tiene una importancia indiscutible no ocurre lo mismo con su producción operística, ya que a sus obras les falta más variedad e inspiración, sobre todo si las comparamos con las de su contemporáneo Wolfgang Amadeus Mozart. Es la diferencia entre un gran músico y un genio de la música.
La ópera Orlando Paladino fue estrenada en 1782 y es la penúltima de las óperas del que podríamos llamar período Esterházy. La obra pertenece al género heroico-burlesco y está bien construida, aunque falta inspiración para una obra tan larga y cuenta con un libreto de poca entidad en términos dramáticos, ya que a lo fantástico de su argumento, se une una trama en la que poco pasa durante toda la representación.
No han sido muchas las ocasiones en las que Orlando Paladino se ha ofrecido en los teatros de ópera en los últimos años. Entre ellas habría que citar las que han tenido lugar en teatros suizos, como Zurich y Lausanne. También se pudo ver en concierto hace unos 7 años en París, dirigida por Spinosi.
El Festival de Munich ha encargado una nueva producción, que cuenta con dirección escénica del alemán Axel Ranisch, cuyas aportaciones operísticas han tenido lugar a partir de 2013. La producción es imaginativa, trayendo la acción a tiempos actuales, desarrollándose en una sala de cine, donde se proyecta la película “Angélica y Medoro”, que no son sino los auténticos protagonistas de la ópera que nos ocupa. La producción tiene sus altibajos, con un arranque interesante, aunque el interés decae un tanto en el segundo acto. En muchas ocasiones hay proyecciones de imágenes en la pantalla del fondo que resultan unas veces más atractivas que otras. En resumen, se trata de una producción imaginativa, aunque no consigue mantener el interés del espectador continuamente.
La escenografía y el vestuario son obra de Falko Herold y resultan adecuados, contando con una buena iluminación de Michael Bauer y una coreografía complementaria de Magdalena Padrosa Celada.
Como es habitual en el Festival de Munich, la dirección musical en estas óperas se pone en las manos del británico Ivor Bolton, que siempre es una garantía de buen hacer en este tipo de repertorio. Una vez más su dirección ha funcionado bien, sacando un buen resultado de la Münchener Kammerorchester.
El reparto vocal no ofrecía figuras de relumbrón, a las que nos tiene acostumbrados el festival, con un grupo de cantantes sólidos en todos los casos, que han llevado la ópera a buen puerto.
El personaje más importante de la ópera desde un punto de vista vocal es el de Angélica, enamorada de Medoro y objeto de deseo de los caballeros cruzados, como Orlando y Rodomonte. Fue su intérprete la soprano rumana Adela Zaharia, que tuvo una convincente actuación, con una voz atractiva y bien manejada, cantando sus arias con buen gusto y buenas agilidades. La he encontrado mejorada respecto de la Pamina que cantó en el Liceu hace dos años.
La parte de Medoro fue bien cubierta por el tenor Dovlet Nurgeldiyev, que forma parte de la Ópera de Hamburgo. Es un tenor lígero que cuenta con una voz atractiva y tiene buen gusto. Podría hacer un excelente Don Ottavio.
El Caballero Orlando que da título a la ópera fue interpretado por el tenor francés Mathias Vidal. Cumplió bien con su cometido, sin excesivo brillo.
Buena la actuación del tenor David Portillo en la parte de Pasquale, que tiene momentos de gran lucimiento en la ópera y fueron bien aprovechados por el tenor tejano.
El personaje de Eurilla fue interpretado por la donostiarra Elena Sancho Pereg, que está desarrollando su carrera en Alemania y con éxito, lo que no es de extrañar, ya que funciona perfectamente tanto vocal como escénicamente.
Buena también la actuación de Tara Erraught en la parte de la maga Alcina, con voz bella y bien manejada.
Edwin Crossley-Mercer fue un adecuado Rodomonte, personaje que tiene menos interés vocal que los anteriores. François Lis lo hizo bien en su breve aparición como Caronte. Correcto también Guy de Mey en la episódica parte de Licone.
El teatro había agotado sus localidades. El publico dedicó una muy cálida acogida a los artistas, siendo la mayores ovaciones para Ivor Bolton, Adela Zaharia y David Portillo, aunque no faltaron bravos también para Elena Sancho y Tara Erraught.
La representación comenzó con los habituales 5 minutos de retraso y tuvo una duración de 3 horas y 10 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 38 minutos. Ocho minutos de aplausos. El precio de la localidad más cara costaba 132 euros, costando la más barata 32 euros.
José M. Irurzun