Orquesta de RTVE. Haydn, Balada y Rachmaninov

Kalmar
El día 23 de noviembre de 2013, TVE tiene programada la emisión del concierto que la Orquesta Sinfónica de RTVE con Carlos Kalmar a la batuta ofreció el 17 y el 18 de octubre. Se trata de tres sinfonías muy distintas: la número 70 en Re mayor de Haydn, la “Sinfonía en Negro” de Leonardo Balada (1933) y la número 2 en Mi menor de Rachmaninov.
Por supuesto, ÓperaWorld estuvo allí, y estas son las impresiones que dejó el concierto. Es de justicia destacar el equilibrio en la elección de las piezas, que supone una mirada interesantísima al devenir estilístico de una parte importante de la historia de la sinfonía como género. Articuladas casi como los tres actos de una ópera, las tres sinfonías se mostraron plenas de sentido, sin que podamos descartar la importancia de ninguna de ellas.
Escuchando a Haydn se escucha la sinfonía clásica cuajar como género, rematando la columnata dorada que sostendrá en lo alto a genios posteriores. Y en la 70 la Sinfónica de la Televisión Española sonó con una pastosidad para mí desconocida en Haydn. Está claro que entre Kalmar y los músicos hay química, y el sonido escapa cierto y limpio hasta el espectador. Este, por su parte, reconoce a Carlos Kalmar con su cariño en cada velada. Parecen agradecer todo al director uruguayo, incluso que vista chaqué a la antigua, y no kimono de camarero japonés o camisa de peluquero de extrarradio.

Balada
La “Sinfonía en negro” de Balada fue interpretada en presencia del autor, que fue felicitado efusivamente (mucho mejor que en otras ocasiones) por el público madrileño. La obra comienza con un mar lánguido de disonancias en las cuerdas, que poco a poco va tomando bríos de percusión y metal, sobre melismas sincopados y fugas abortadas casi al comenzar. Poco a poco se pasa de aquella calma marina a la esquizofrenia habitual en la obra de Balada. El espectador se estaba acomodando a estos horizontes sonoros, cuando de repente suenan las cadenas chocando, sonido que recuerda al caer de unas monedas que ruedan por tierra. Entonces la sinfonía nos hace sentirnos perdidos, como buscando a tientas en la oscuridad (en negro) aquellas monedas. Aunque tratemos de mantener la calma, nos acecha de continuo el desasosiego de miedos infantiles. Un fuerte vendaval proveniente del viento metal nos zarandea repetidas veces, y parecemos escuchar en la percusión el latir acelerado de nuestro corazón en búsqueda. Caminando por la cuerda floja de las cuerdas no hay rastro de las monedas perdidas, pero tenemos la sensación de haber encontrado otra cosa, de saber algo más de nosotros mismos.  Realmente, la sinfonía es toda una experiencia bajo la oscuridad clarividente de Leonardo Balada. Nada que ver, por tanto, con el fiasco de su  deslavazada y pretenciosa Faustbal. Al final, la música nos eleva a la realidad con un ritmo panoceánico y solar. Llega la luz, y se termina la sinfonía en negro.
No dejamos la luz, porque la música de Rachmaninov llegó dorada tras el descanso, llena de vitalidad pese a la amplitud de las notas típica del sinfonismo ruso. Aunque en el segundo movimiento Allegro molto, la RTVE sonó histriónica y desaforada por momentos, en el tercero supo replegarse y contenerse, para conseguir una conjunción armónica irreprochable. El Rachmaninov que todos esperaban llegó por fin jugoso, con su romántico poder evocador, intacto.
La salida del Teatro Monumental vomitaba a la calle Atocha un río constante de rostros satisfechos. Otro éxito de Balada, Kalmar y la Orquesta Sinfónica de RTVE.
Carlos Javier Löpez