El musical de Broadway llena el Auditori. 12 de enero de 2014.
Fragmentos de musicales de C.Porter, R.Rogers, L.Bernstein, A.Lloyd Webber, I.Berlin, C.M.Schönberg. Solistas: D.Myers, L.Lydell, I.Virgo, J.Addison y A.der Gregorian.
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya.
Este fin de semana se ha dado la gran coincidencia de tres conciertos de las tres orquestas profesionales principales de Cataluña (OBC, OSV, Liceu) con repertorios tan variados como queridos por los diferentes públicos que han llenado Auditori y Palau en las diversas sesiones de los mismos tanto el sábado como el domingo. Un hecho insólito cuatro conciertos con el cartel de no hay entradas prácticamente en cada uno de ellos. El ofrecido por la OBC este domingo dentro de su temporada abarrotó literalmente la capacidad del Auditori y se consiguió eso que es tan extraño en una orquesta de música clásica que es adaptarse a un repertorio que estrenaba dicha orquesta, el musical.
Para ayudar a esa acomodación se contó con los refuerzos de un director experto en estas lides Robert Purvis que supo sacar la espectacularidad y la intimidad de las distintas partituras seleccionadas sin caer en efectos gratuitos y crecendos sin sentido sino siguiendo a los cantantes y estando atento a una orquesta ampliada en percusión e instrumentos modernos que dieron en todo momento lo mejor de si.
Los cinco solistas venidos directamente de los elencos y estrenos de los musicales del West End londinense se adaptaron bien al gran espacio de la sala de conciertos barcelonesa si bien al obligarles a cantar micrófono en mano impedía libertad de movimientos y restaba interpretación.
Tras una primera parte un poco más fría con partituras de Porter y Rodgers, la temperatura comenzó a subir con una selección de West Side Story de Bernstein en un orden diferente al escrito en el programa de mano. Y alcanzó su punto álgido tras una interpretación magistral de “Don’t cry for me Argentina” de Lloyd Webber para relajarse con sendas partituras de Berlin y nuevamente Porter y concluir con el público totalmente entregado en tres números de Les Misérables de Schönberg.
Juzgar a unos cantantes de musical fuera de una obra representada y en el ámbito de un concierto con micrófono en mano y dependiendo de la habilidad o desgracia de un regular técnico de sonido me parecería injusto, por lo que nos limitaremos a subrayar la opinión de un público absolutamente enfervorizado que pico de palmas en el bis de Hello, Dolly! de Stewart y que con su insistencia consiguió que se repitiera “One Day More” de Les Miserables acabando con el público en pie aplaudiendo a orquesta, director y solistas obligados a salir más de las veces a las que estamos acostumbrados en un concierto de temporada.
Una vez que ha quedado claro que este concierto ha sido un éxito de calidad, versatilidad, buen tino de programación, y reforzado por un éxito de taquilla y público asistente, solamente señalar dos cosas a mejorar o a un pequeño toque de sensibilidad. La primera es no dar por supuesto que todo el público asistente es angloparlante y tal vez ayudar como se hace con el repertorio sinfónico-coral a incluir letras originales y correspondiente traducción en el programa de mano, o si no se quiere gastar en papel, al menos existe la posibilidad de un sobretitulado para entender mejor lo que se está escuchando al no tratarse de música pura sino de música de escena donde la letra tiene un papel importante. Tomen nota para futuras propuestas del mismo tipo que seguro que las habrá.
La segunda es una apreciación de sensibilidad. La OBC es una orquesta de música sinfónica y excepcionalmente de ópera que se está abriendo a otros repertorios como el que hemos comentado, pero lo ha de hacer con alegría y no con caras de aburrimiento y hasta de hastío en sus primeros atriles, y sobre todo con gestos de cortesía ya que prefiero no pensar lo que se le pasaría al director Mr.Purvis por la cabeza sobre la falta de amabilidad de los primeros atriles de primeros y segundos violines cuando al caerse una de sus partituras ninguno de estos primeros atriles hizo ni el más mínimo gesto de ayudar a recuperarla al director que en edad les superaba en bastante teniendo después de un lapsus de espera tener que recogerla el mismo director. Aquí no entra la sensibilidad musical, sino la sensibilidad humana.
Y si me he decidido a escribir estos dos detalles es porque a la salida varias personas lo comentaban un poco molestas y con todo el derecho del mundo ya que lo que pasa en el escenario se ve desde el público.
Nicolás Piquero