ORTVE. Concierto del 6-12-2013. Madrid

Truls-Mork

6/12/2013. Teatro Monumental (Madrid). Temporada de la OCRTVE. Orquesta Sinfónica de RTVE, Truls Mork (violonchelo), Carlos Kalmar (director). Programa: Obertura de Eurianthe (Weber), Concierto para violonchelo nº 2 (Shostakovich), Sinfonía nº 3, Heroica (Beethoven).

El valor de la expresividad

Acudía a la capital uno de los más reputados chelistas del panorama musical internacional, el noruego Truls Mork, para interpretar el infrecuente y desconocido Concierto para chelo nº 2 del soviético Dmitri Shostakovich, fechado en 1959 y que se encuentra ciertamente oscurecido frente al mucho más interpretado nº 1, ambos dedicados a su admirado Mstislav Rostropovich.

En esta obra se halla la característica más patente en la última etapa compositiva del compositor soviético: la continua obsesión por la muerte. En el primer movimiento (Largo) la ominosa cadencia del chelo que lo abre parece expresar una profunda desesperación revestida de abatimiento y resignación (el individuo incapaz de enfrentarse a las masas, como bien apuntó el maestro Kalmar en su explicación previa al concierto). Por ello el lamentoso discurso del solista es el protagonista del movimiento, acompañado de una instrumentación austera que en cierto momento acude a dosis de humor sardónico tan comunes en Shostakovich, a cargo de flautines, xilófonos o caja, algo que se acrecienta mayormente en el mucho más animado segundo tiempo (Allegretto), donde el tema principal es una sencilla a nivel melódico canción tradicional de la región de Odessa, de carácter rústico y con un ritmo obsesivo repetido por el chelo, que es contestado burlonamente por la orquesta, hasta que una dilatada fanfarria en metales y percusión da paso sin solución de continuidad al tercer y último movimiento (siguiendo con la indicación de Allegretto), que lleva al concierto por derroteros un tanto inestables y ambiguos a nivel temático, con el retorno al clima de frustración del primer tiempo, y el sarcasmo, cuando vuelve a manifestarse el tema popular. El clímax del movimiento es a toda orquesta con dos contundentes golpes de látigo, que deja respirar al solista durante unos pocos segundos. El final de la obra es tan irreverente como inesperado: acordes obstinados en pianissimo del solista con suave acompañamiento de percusión antes de la última y susurrante nota del chelo. De hecho es el único concierto del soviético que no concluye de manera efectista.

En esta partitura concertante priman los detalles de la expresión frente al melodismo propiamente dicho de una obra enteramente tonal (en la tonalidad de Sol mayor). Y Truls Mork consiguió subrayar la expresión musical con creces. La abierta expresividad facial del noruego se hacía evidente a medida que avanzaba la pieza, ciertamente dificultosa en el plano técnico de la digitación, que exige del intérprete instantes de suma contención en el primer y tercer movimientos (en este se encuentran hasta cinco ejecuciones de un breve acorde de aliento romántico) a la vez que coordinación pellizcando firmemente las cuerdas o arrastrando los dedos por ellas.

Antes del concierto de Shostakovich la velada había comenzado con una breve y ligera concesión al Romanticismo alemán con la bella y luminosa obertura de la no menos infrecuente ópera Eurianthe de Carl Maria von Weber, una suerte de primigenio poema sinfónico donde se vislumbran ya ecos del Tänhauser wagneriano, y concluía con una obra fundamental de repertorio que prácticamente dio inicio a este periodo musical: la Sinfonía Heroica de Beethoven, como es bien sabido dedicada originariamente por el propio compositor a Napoleón antes de su auto proclamación como Emperador de Francia en 1804, año de la primera audición de la sinfonía. Fue la de Carlos Kalmar una lectura realmente vigorosa y viril de la obra beethoveniana, con tempi muy veloces que se hicieron explícitos mayormente en el movimiento más breve, el Scherzo, que pasó a un vuelo vertiginoso por cuerdas y maderas. Sin concesión a la grandilocuencia los movimientos primero y segundo, quizá los más dados a ella, fueron atravesados con mucho ritmo y empuje, en base a un discurso plástico y flexible, a pesar de que no encajaba recreando la tensión o el dramatismo que hubieran requerido los continuos clímax y progresiones dinámicas de ambos movimientos. No obstante, el cuarto y último tiempo, el del tema con variaciones, se prestaba más a esta carrera de virtuosismo orquestal que proponía el maestro uruguayo.

Germán García Tomás