Francisco Corujo ha actuado ya en escenarios como La Fenice de Venecia, pero sigue entonando canciones de rock en la ducha.
Existe un lugar en el mundo donde el bramido del volcán rompió un silencio que parecía eterno. Después quedó el viento vagando entre malpaíses. Regresaron el ladrido del perro, una tabaiba y luego el tabaco moro, el primer hombre que plantó una parra, el lagarto y de seguido aquel halcón que todo lo veía, volvieron, en fin, las familias y la vida. Existe un lugar en el mundo llamado Masdache (Lanzarote, Canarias).
En aquel reguero de casas blancas como espíritus suena un timple. Es Florián, el músico emigrante, ya vuelto de Venezuela. Su hijo mediano, Francisco Manuel, el pequeño Pancho, crece entre isas y boleros, de son en son, correteando entre lavas, con los susurros de las dos orillas y la voz del fuego.
Otro silencio
Esta vez es un aplauso el que quebró el breve silencio tras la última nota del aria Ah, la paterna mano. Es la ovación cerrada del publico asistente a la representación de Macbeth de Verdi en el Festival de Ópera de la Coruña. Sobre el escenario, dando aliento al personaje de Macduff, está Pancho Corujo en su primer papel principal tras las apariciones de reparto en Murciélago de Strauss (Las Palmas de Gran Canaria) y el Trovador de Verdi en el Teatro Real de Madrid.
El tenor, en acción.
¿Qué hace aquí? ¿Qué ha pasado con aquel niño? A él mismo le cuesta explicarlo hoy en día. Detrás quedan los años del Conservatorio de Tenerife con las maestras Celida Alzola y María Orán, la Escuela Superior de Música Reina Sofía, los premios, las miles de horas de ensayo, momentos de angustia y duda. Pero este instante, la belleza sublime del arte y la comunión con el público lo explican todo sin necesidad de palabras. “Sí, valió la pena…”.
Los Suaves
Venecia es hermosa y vieja. Deslumbra a la luz del sol y es de las pocas ciudades que lo hacen también cuando cae la noche y queda a merced de sombras y nieblas. Aquí comenzó Pancho Corujo su aventura italiana con el papel de Teobaldo en Romeo y Julieta sobre las míticas tablas de La Fenice. El año 2012 fue sobre todo el de su tour italiano. Pero también tuvo tiempo para actuar en Tel Aviv (Lucia di Lammermoor) o de colaborar con Albert Boadella en Amadeu. La carrera del tenor vuela como su propia voz, como la ventolera.
Detrás del tenor Francisco Corujo está Pancho, el muchacho sencillo que horas antes de actuar es capaz de ducharse mientras entona canciones de Extremoduro, Platero y Tú o Los Suaves. Está también el Pancho que echa de menos el mar y a su familia y amigos de Lanzarote (de su hermano mayor, Ciro Corujo, asegura que “es el mejor instrumento del folclore canario”). Vemos también al niño que regresa cada vez que puede a Masdache, a los muros que le vieron forjarse, al hombre de 32 años que nos dice que “cada garganta, cada cabeza y cada corazón son diferentes” y que soñar siempre merece la pena.
Artículo de Gregorio Cabrera