«Paraíso de los negros»: María Pagés y la búsqueda de la felicidad.

«Paraíso de los negros»: María Pagés Teatros del Canal de Madrid. 15 de octubre. Por Cristina Marinero.

Sola en el baile, pero no sola en escena. María Pagés ha hecho cada vez más suya la característica coreográfica que subrayaba Antonio Gades por la que el movimiento de sus puestas en escena no solo lo protagonizan los bailarines, sino también los cantaores y músicos. Con Pagés colabora su equipo fiel, Rubén Levaniegos (guitarra), Sergio Menem (Chelo), David Moñiz (violín) y Chema Uriarte (percusión) y dos cantaoras prodigiosas.

María Pagés en un momento de "Paraíso de los Negros" / Foto: David Ruano
«Paraíso de los Negros»: María Pagés en un momento de la función / Foto: David Ruano

Ellas son Ana Ramón y Sara Core, quienes redundan con sus voces de ensueño las letras de los cantes que son el nutrido sustrato intelectual, emocional, poético y político desde el que se erige Paraíso de los negros, donde suena muchas veces la palabra “dolor”. Late en su guión, aunque a veces ese sentimiento se arremoline con los límites impuestos por el confinamiento, convertido en bastidor intelectual escrito por El Arbi El Harti, responsable de la dramaturgia y co-director junto a la bailarina y coreógrafa Premio Nacional de Danza 2002.

Esa relación de principios, nombres y posicionamiento del texto introductorio aglutina para el montaje esencias de la obra cosmopolita de Federico García Lorca, su Poeta en Nueva York (1929-1930), y del escritor, y después famoso fotógrafo, Carl Van Vechten, de cuya novela de 1926 toma Paraíso de los negros el título. También del eminente intelectual africano, presidente de Senegal entre 1960 y 1980, y uno de los padres del concepto de la “negritud”, Leopold Sedar Senghor, así como del desasosiego de Nina Simone, cuya toma de postura más radical le llevó a abandonar su país, Estados Unidos, y acabar sus días en Francia. I wish I knew how It would feel to be free (Desearía saber cómo sería sentirse libre) cantaba al piano Simone con su voz aterciopelada aunque el gesto adusto como en actitud de defensa. Y terminaba la canción gritando que ya era libre y que no estaba atada a nada ni a nadie. Tampoco a ninguna raza, credo o deseo. Y sonreía.

La identidad de Paraíso de los negros cuenta con dos pilares, uno, sustentado por los nombres mencionados y, otro, reforzado con la elección de sus letras, tomadas de autores como César Vallejo, Charles Baudelaire, Alan Parker o Gustave Flaubert, dando forma a un relato compuesto de diferentes caras con una idea común: reivindicar la vida y la convivencia como derechos fundamentales inviolables.

El baile de María Pagés se inicia protagonizado por diseños corporales y espaciales de tinte contemporáneo-flamenco, para trasladarse por las distintas escenas a fórmulas más tradicionales o a ecos de capítulos que refieren a otras de sus obras. Siempre, eso sí, con el protagonismo majestuoso de sus brazos y la atmósfera sonora grandiosa con que Rubén Levaniegos, director musical, le rodea. También aquí destaca el ecléctico diseño de iluminación de Pau Fullana y Dominique You, que ya dibuja infinitas geometrías, como en el primer pasaje Las tribulaciones de María, basado en el místico contemplativo y lexicógrafo Charles de Foucauld, ya delinea espacios íntimos y claroscuros.

Entre el público del estreno de Paraíso de los negros (hasta el miércoles 21, en Teatros del Canal), estuvo la Consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid, Marta Rivera de la Cruz, potenciando así el mensaje “Cultura segura”, reafirmado en Teatros del Canal desde que abrieron sus puertas el 17 de junio, con Madrid en Danza, fecha en la que regresamos al teatro en medio de esta realidad distópica que nos sigue tocando vivir.