El Festival de Ópera de Julio en Munich es uno de los mejores de los que tienen lugar cada verano, si es que no es el mejor de todos ellos, incluyendo incluso los de Bayreuth y Salzburgo. Llevo 14 años viniendo ininterrumpidamente al Festival y siempre es para mí una ocasión muy especial en mi año operístico. ¡Qué podré decir de este año! Se abre el festival con un Parsifal verdaderamente extraordinario, uno de esos acontecimientos que cualquier aficionado lo señala de manera muy especial tan pronto como se conoce la programación. Nada tiene de extraño que hubiera tantos extranjeros en el teatro.
Es Parsifal el título que ha abierto el festival de este año, siendo ésta la segunda de sus representaciones. Se trata de una nueva producción, que tiene el gran aliciente de ver una vez más en el podio del Nationaltheater a Kirill Petreniko, y con un reparto impresionante sobre el papel, puesto que ofrece nada menos que las figuras de Jonas Kaufmann, Nina Stemme, René Pape, Christian Gerhaher y Wolfgang Koch. El resultado ha respondido plenamente a las expectativas en términos musicales, algo menos en el aspecto vocal, mientras que la nueva producción ha tenido un resultado más bien irregular.
Para una ocasión tan señalada Munich ha encargado una nueva producción a Pierre Audi, que toma el relevo de la antigua producción de Peter Konwitchny. No es Pierre Audi un director de escena rompedor y de ahí que me sorprendiera haber leído que su producción había sido recibida con una auténtica tempestad de abucheos. Como digo más arriba, se trata de una producción irregular, en la que detalles de mal gusto lastran su resultado global. El primer acto resulta tradicional y atractivo, desarrollándose en un bosque con profusión de árboles, llamando la atención cómo se van destruyendo en la parte final del acto. La escenografía se debe a Georg Baselitz. También en el tercer acto estamos en el mismo escenario, si bien el boque se ha secado en gran medida. Los problemas de la producción radican en el final del primer acto y en todo el acto del Castillo de Klingsor. En la ceremonia final del primer acto Pierre Audi hace que los Caballeros del Grial se quiten sus capas y tomen la comunión aparentemente desnudos, es decir con ropas figurando desnudez. El problema mayor viene en el segundo acto, donde hace lo mismo con las Muchachas Flor, cuya supuesta desnudez parece sacada de esculturas de Botero y donde la fealdad de sus supuestos cuerpos tiene poco que ver con el supuesto atractivo de las Muchachas Flor. Simplemente, hace falta tener mal gusto par hacerlo así. Por otro lado la escenografía de este acto no consiste sino en una tela pintada, figurando un muralla abierta en el centro.
La dirección escénica no tiene mayor interés, contando con un vestuario de escaso atractivo, obra de Florence Von Gerkan, mientras que Urs Schönebaumno saca mucho partido de la iluminación. Como digo, una producción irregular, con un segundo acto particularmente mal conseguido.
Al frente de la dirección musical estaba una vez más el director de la casa, el ruso Kirill Petrenko, al que poco le vamos a ver ya por Munich, ya que es bien sabido que ocupará la dirección de la Filarmónica de Berlín, sustituyendo a Simon Rattle. ¡Cómo le vamos a echar de menos! Su dirección ha sido prodigiosa, inmensa, insuperable. Haría falta que yo tuviera una fluidez en mis calificativos como la que él tiene en la batuta para poder transmitir a mis lectores el prodigio de su dirección. Ha sido un gran Parsifal, de los que se quedan en el recuerdo por mucho tiempo. Como siempre ocurre, la Bayerisches Staatsorchesteres una formación espectacular a sus órdenes, que tiene poco que ver con su resultado cuando son otros maestros los que la dirigen. Hasta en eso también Petrenko es un genio de la dirección. Impecable también la prestación del Coro de la Bayerische Staatoper.
Como digo más arriba, el reparto reunido por la Ópera de Munich es de los de ensueño y en gran medida ha respondido a lo que podía esperarse, si bien hay que decir que en los actos del bosque la proyección de las voces se ha visto algo condicionada por la producción, que era muy abierta, lo que ha afectado a unos más que a otros.
Parsifal fue interpretado por Jonas Kaufmann, cuya actuación se ha quedado un tanto por debajo de lo que puede esperarse de este gran artista. En su prestación hubo dos partes distintas. La primera fue hasta el beso con Kundry en el segundo acto y en todo ese tiempo su voz no corría como cabía esperar, mejorando a continuación, ofreciendo lo mejor por su parte en la segunda mitad el acto de Klingsor. La voz no ha perdido calidad, pero no corre con la facilidad que lo hacía antes del parón de hace un par de años. Es bien conocida su facilidad para apianar sonidos, pero en esta ocasión sus piani me sonaron más a falsete en las dos ocasiones que lo hizo en el tercer acto.
Poderosa y musical la soprano sueca Nina Stemme en la parte de Kundry, siendo capaz de transmitir emociones perfectamente tanto en los actos del bosque como en la seducción de Parsifal. Es un placer escucharla siempre y su Kundry fue la de una gran cantante y artista, más allá de que su centro haya perdido algo de consistencia en los últimos años.
El bajo alemán René Pape fue un estupendo Gurnemanz, posiblemente el personaje que más tiene que cantar en toda la ópera, aunque no aparezca en el segundo acto. Su proyección se vio algo condicionada en el primer acto, lo que no impidió que su actuación vocal y escénica fuera irreprochable, digna del que posiblemente sea el mejor hoy en el personaje.
El barítono alemán Christian Gerhaher fue un irreprochable Amfortas, cantando y expresando su sentimiento y dolor continuamente. Vocalmente, ofreció un instrumento en plena sazón, perfectamente timbrado y corriendo sin problemas por la sala.
Wolfgang Koch dio vida a Klingsor y lo hizo de manera poderosa y adecuada, como cabe esperar de él.
Titurel fue interpretado por el bajo Balint Szabo, que cantó en interno, no llegando su voz con excesiva claridad a la sala.
Los Caballeros del Grial fueron interpretados correctamente por Kevin Conners y Callum Thorpe. Adecuada también la Voz del Cielo de la soprano Rachel Wilson.
El teatro de Munich hacía mucho tiempo que había agotado sus localidades, habiendo numerosos Suche Karte en los alrededores de teatro. El público mostró su entusiasmo en los saludos finales, particularmente dedicados a Kirill Petrenko y la orquesta, aunque los cuatro protagonistas obtuvieron su parte de entusiasmo de la audiencia, algo menos intenso en el caso de Jonas Kaufmann.
La representación comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración de 5 horas y 14 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 49 minutos. Es el ParSifal más rápido del que he sido testigo, solo superado por el también inolvidable de Pierre Boulez en Bayreuth en 2005. Once minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 293 euros, habiendo butacas de platea al precio de 183 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 75 euros.
José M. Irurzun