Partenope en el Teatro Real Por Carlos Orejas
La ópera Partenope de Haendel, a cuyo estreno en el coliseo madrileño hemos podido asistir el pasado sábado, permanece vigente para el público actual gracias a dos activos importantes: por una parte debido a la mezcla de ambientes de géneros distintos -entre lo serio y lo bufo- que se aglutinan en su libreto, a pesar de cumplir todos los requisitos del dramma per musica serio settecentesco, y por otra parte debido al feminismo y las cuestiones de género que jalonan el desarrollo de la acción dramática y que se encuentran de especial actualidad.
Esta obra compendia un gran muestrario de vocalidades, en las que se evocan a través de la tesitura y de la gestualidad de la línea melódica diversas masculinidades desde puntos de vista muy diferentes, desde la tesitura grave de un fiel sirviente como el mayordomo -barítono-, a las de los cuatro pretendientes: la contraposición de dos papeles agudos para evirados –ahora servidos por voces de contratenor- se suma a la gallardía envanecida del tenor y a la masculinidad diferente de un personaje travestido escrito en la tesitura de contralto. La aparición de un personaje femenino poderoso como protagonista, Partenope, se suma a lo anterior en esa transgresión del orden establecido y que se revela de total vigencia. La falta de adhesión del libreto de Stampiglia a la historia original, tal como apunta Matabosch en el programa de mano, invita a actualizar fácilmente la ubicación del desarrollo de la acción a tiempos cercanos; en este caso, la puesta en escena de Christopher Alden la lleva a los salones de la época del París modernista, en los que se citaban crápulas, millonarios, dandis, escritores y artistas por igual, para el que elige Alden la figura de Nancy Cunard como trasunto de la diosa Parténope y a Man Ray como Emilio, el pretendiente conquistador, en este caso mostrado como un paparazzo que intenta introducirse en el selecto círculo social de la protagonista.
La versión que se pudo escuchar estuvo muy bien defendida. A un gran plantel de cantantes se sumaba la Orquesta Sinfónica de Madrid, que sonó muy convincente estilísticamente bajo la dirección de Ivor Bolton, casi como una orquesta históricamente informada, pero con instrumentos modernos, aunque se observaron algunos desajustes en el foso en varias ocasiones, fruto del gesto a veces impulsivo e impreciso, pero siempre musical del director. Una nutrida sección de continuo se añadía a la usual orquesta a cuatro de cuerda italiana (arpa, cuerda pulsada de diversos tipos, dos claves y un órgano), que acompañó la declamación de los personajes, dando un matiz emotivo a la par que distinto a cada situación. Se usó con acierto especialmente en el tercer acto la asociación de la cuerda pulsada al órgano positivo para momentos tiernos, dolientes, de gran intimidad.
El reparto estuvo a cargo de Brenda Rae como Partenope, Teresa Iervolino como Rosmira/Eurimene, Iestyn Davies como Arsace, Anthony Roth Constanzo como Armindo, Jeremy Ovenden como Emilio y Nikolay Borchev como Ormonte.
En el primer acto se presenta la acción: la escenografía de Andrew Lieberman consiste en una gran escalera curva típica de la arquitectura modernista dentro de una estancia. Tras la obertura de la orquesta para la subida del telón que se compone de una pomposa entrada y un fugado posterior para el que Bolton eligió un tempo muy apresurado que desembocó en pequeños desajustes en la orquesta, llega Rosmira, antigua prometida de Arsace, vestida de hombre para no ser descubierta. También se presenta Emilio, que pretende tanto el amor de Partenope como su reino y es afeado por ello por la protagonista. Partenope declara la guerra a Emilio y encarga dirigir la lucha a Arsace. Se escuchan varias arias durante este primer acto que son una clara declaración de intenciones de las motivaciones psicológicas de los personajes: la primera aria de la ópera, interpretada por la protagonista, es un aria de bravura que luce la coloratura de la soprano Brenda Rae, que se mostró siempre espléndida actoralmente en escena. Aun tratándose de una preciosa voz aterciopelada, se le podría echar en falta algo más de squillo, lo que redundó en una falta de claridad en ocasiones de las agilidades, que se desdibujaban disueltas entre la masa orquestal. El resto de personajes presentan todos sus respectivas arias. Brilló sin duda la voz de Iestyn Davies como Arsace, voz que aunó terciopelo y una frontalidad in maschera, algo infrecuente en las voces de contratenor, y que fue de lo mejor a nivel musical por su atenta escucha a la orquesta, que consiguió firmar algunos de los más preciosos momentos camerísticos de toda la velada.
También destacó el cantante Anthony Roth Constanzo como Armindo: especialmente reseñables son sus medias voces y su trabajo actoral, concretamente en un aspecto de teatro físico deudor de la commedia dell’arte, mostrando con su actitud corporal todos los afectos que atravesaban la psique del personaje y que utilizó con especial interés la escalera modernista dispuesta por Lieberman, resbalándose y colgándose de ella para mostrar la desesperación de un amor no correspondido -todavía- por la protagonista. Eurimene en la voz de Teresa Iervolino, Ormonte en la voz de Borchev y Emilio en la voz de Jeremy Ovenden presentaron sus respectivas arias. Borchev resolvió con acierto vocal y actoralmente; su voz, dotada de la profundidad habitual de los cantantes eslavos, no incurrió en la habitual falta de frontalidad o engolamiento de otros compatriotas. Teresa Iervolino como Eurimene/Rosmira y Jeremy Ovenden como Emilio cumplieron con solvencia. Sin embargo, quizá otras voces de mayor dramatismo vocal hubieran sido necesarias. Iervolino cantó de manera ligeramente entubada en el registro medio – grave de su personaje, para el que hubiera necesitado de una voz más recia, de complexión vocal más ancha y grave. Lo mismo se puede decir de Ovenden como Emilio, cuya voz lírica y algo hueca no siempre hizo justicia dramática a la tesitura baritenoril del personaje, aunque siempre estuvo correcto. Este primer acto termina con un aria de Eurimene con la sonoridad de la caza y el bosque a través del uso de las trompas, una novedad galante para la orquesta usual de cuerda barroca a la italiana, que se acerca a autores como Sammartini, Carl Philipp Emanuel Bach o al Haydn de juventud.
El segundo acto narra la captura de Emilio por Arsace, de la que Eurimene se arroga la victoria, utilizándolo como causa de una disputa que termina en un duelo a pecho descubierto ya en el tercer acto en el que se demostrará indefectiblemente la verdadera identidad de Eurimene como Rosmira. Eurimene pide a Armindo que interceda ante Partenope para que le conceda audiencia y poder revelar su secreto. En este acto destacan los recitativos y los números de conjunto, especialmente bien resueltos en lo musical y lo actoral y que contrastan con otras óperas, ya que son desempeñados por los propios personajes que hacen los coros, que recuerdan a los escritos en épocas posteriores por Haendel para sus oratorios, deudores de la textura de anthem tan del estilo inglés anterior y de la órbita germana de su época de juventud en la que estudió con Zachow. La escenografía tiene como foco principal ahora un retrete desde el que los personajes expresan sentados, desde una mayor o menor intimidad dependiendo del caso, sus preocupaciones. En este acto vuelven a presentar arias de todos los personajes. Brenda Rae con un aria en la que celebra la victoria sobre Emilio. El resto de personajes exceptuando Ormonte presentan arias. Destacables son, al tratarse de personajes de menor importancia con menor participación solista a lo largo de la ópera, las presentadas por Iervolino como Eurimene, un aria de celos amorosos, que resolvió con solvencia y la del personaje de Emilio, un aria de la desdicha que hubiera precisado de una voz más pródiga que la de Ovenden, pero que resolvió con maestría la coloratura. Armindo y Arsace tienen sus respectivas arias en las que están vocalmente impecables.
En el tercer acto tiene lugar el duelo y la revelación del secreto de Eurimene. En este acto todos los personajes presentan arias y son numerosos los números de conjunto, tanto interpelándose los personajes unos a otros en recitativos, como en coros. Resulta reseñable el uso de texturas en todas sus gradaciones, desde el aria al recitativo, pasando por recitativos acompañados, recitativos ariosos y números de conjuntos que van desde dúos, tercetos hasta la textura homofónica del coro final que expresa el anhelado lieto fine de la ópera. La orquesta se mostró muy dúctil, especialmente en algunos momentos íntimos que crearon transparencias sombrías de gran belleza que fueron protagonizadas por el órgano positivo y la cuerda pulsada, pausando momentáneamente la mayor incisividad del clave. Muy destacables resultaron las dotes para el baile en algunas arias de carácter con rasgos bufos a cargo Anthony Roth Constanzo, que expresando la victoria moral de la fidelidad amorosa, se creció en el escenario sirviendo muy bien al guión operístico, aderezándolo con poses y bailes, que merecieron los aplausos del público. El uso de las trompetas naturales como añafiles para llamar al duelo resultaron muy efectivas y tras revelarse el secreto de Eurimene como Rosmira y crecer el amor en el corazón de Partenope por Armindo, el aria de la protagonista canta las ironías de Cupido precipitando el final feliz que hace caer el telón y que es celebrado con un coro final.
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Teatro Real de Madrid, 13 de noviembre de 2021. Partenope, música de Georg Friedrich Händel (1685-1759) y libreto anónimo adaptado del de Silvio Stampiglia. Coproducción de la English National Opera, la San Francisco Opera y la Opera Australia, estreno en el Teatro Real. Director Musical, Ivor Bolton. Director de Escena, Christopher Alden. Escenógrafo, Andrew Lieberman. Figurinista, Jon Morrell. Iluminador, Adam Silverman. Orquesta Titular del Teatro Real. Brenda Rae como Partenope, Teresa Iervolino como Rosmira/Eurimene, Iestyn Davies como Arsace, Anthony Roth Constanzo como Armindo, Jeremy Ovenden como Emilio y Nikolay Borchev como Ormonte. Partenope en el Teatro Real