Dante es el título elegido por la talentosa pianista Isabel Dombriz para su primer trabajo discográfico en el sello IBS Classical, donde a través de siete piezas (“siete puertas abiertas, siete caminos para las almas”) propone un personal recorrido por la luz y las tinieblas, como aquel descrito en la Divina Comedia.
Una magnífica carta de presentación que se vehicula en torno a la figura de Franz Liszt, uno de los compositores más fascinados por la obra de Dante y cuyas impresiones musicales se traducen en la monumental Après une lectura de Dante: Fantasía quasi sonata, la obra nuclear del compacto, que junto a otras de títulos en francés como Valleé d’Obermann, del primer libro de “Años de peregrinaje”, y Funérailles, perteneciente a “Armonías poéticas y religiosas”, constituyen quizá las partituras más ambiciosas técnica y expresivamente, y que la joven pianista es capaz de desgranar desde una asombrosa madurez expresiva y riqueza de detalles (la sutil pincelada tímbrica, la precisa administración dinámica), adentrándose en el auténtico sustrato y definición musical de cada una de ellas, pleno de expresión romántica (la sacudida del arrebato, la finura del remanso lírico), para lo que se apoya en una sólida técnica pianística que evidencia un gran trabajo detrás, una absoluta asimilación y conocimiento del estilo. Unas lecturas interpretativas que se erigen en acercamientos de autoridad y que auguran a la concertista éxito asegurado en la elección de este repertorio.
El compacto se complementa con un universo más amable y luminoso que nos acerca a ese impresionismo netamente acuático de obras como Une barque sur l’océan, de “Miroirs” de Maurice Ravel o Reflets dans l’eau, de la primera serie de “Images”, de Claude Debussy, en las que Dombriz se recrea en una deliciosa quietud, creando en el oyente el componente evocador de las mismas. Las dos únicas obras de autores contemporáneos incluidas contrastan igualmente en expresión y carácter: mientras que la exuberante pieza, ecléctica, aunque de corte neoimpresionista, Algarabía de Pedro Mariné (1963), como su propio nombre indica destila placidez y alegría de vivir, el implacable y tribal Diabulus in musica del boliviano Miguel Bustamante (1948) remite al mismísimo demonio en su obsesivo uso del acorde de tritono, tan satanizado por los antiguos. En suma, con Dante al alma del oyente se le abre una puerta mágica para recorrer un camino que le hará sacudirse de emoción y apaciguarse plácidamente a partes iguales. Porque Dante es uno de esos discos que deben escucharse de una sola vez para producir el efecto deseado.
Germán García Tomás