Una esperanza necesaria
Desde hace mas de trece años que se reabrió el Teatro Real de Madrid como teatro de ópera la realidad y aun ha encontrado su puesto en el mundo de la lírica ni nacional ni internacional. Los bandazos se han ido sucediendo en cada cambio.
Primero fue la inefable Elena Salgado con Stephane Lissner como director artístico que duró solamente un año y que nos trajo una temporada de importación de auténtico lujo con algunos lunares. El cambio de partido en el gobierno supuso cambio también en el Real. Juan Cambreleng sustituyó a Salgado con la condición de no intervenir en la programación, y Luis Antonio García Navarro asumó la dirección musical y artística. El primero no pudo sustraerse a sus limitaciones; era y es una enamorado de la ópera y no podía permanecer quieto e intervino mas de lo que debía en la programación. García Navarro fue muy mal recibido y tuvo que aguantar estoicamente la repulsa injusta de un reducido pero sonoro grupo del público. Contrató como ayudante a Jesús Iglesias del Colón de Buenos Aires con fama de conocer a cantantes y repartos.
Las temporadas se sucedieron con sus escándalos, como el del fallido homenaje a la muerte de Alfredo Kraus y algunos otros de menor magnitud. García Navarro falleció en su puesto de director musical dejando un testamento glorioso y profundo en su ultima ejecución de Pársifal deWagner. Poco después Cambreleng era sustituido por Inés Argüelles y Emilio Sagi asumía la dirección artística. Esta etapa supuso cierto sosiego pero la ausencia de seis meses de Sagi del teatro por contrato levantó ampollas. Mientras tanto Jesús Iglesias seguía inamovible en su puesto de ayudante de dirección artística contra viento y marea contratando según sus filias y fobias. El cambio de partido en el gobierno supuso nuevos cambios en el teatro. Miguel Muñiz asumía la dirección general del mismo y Antonio Moral la artística. Todo parecía que se ponía en su sitio si no fuera porque el nuevo director artístico venía como gestor de formatos pequeños que dominaba a la perfección pero pronto se vio que el Real le venía grande.
Con la reforma del Patronato que dirige el Teatro Real y el nombramiento por consenso del Ministerio de Cultura Marañón y Carlos Marset, entonces Director del INAEM propusieron a Gerard Mortier, rechazado por Nueva York, para hacerse cargo de la dirección artística del Real. Mortier fue recibió muy mal por la crítica general y peor por los aficionados ante su trayectoria en Salzburgo, Rhur, y Paris. Con la presentación de su primera temporada se ha producido un escándalo monumental. Las ofensas dedicadas a los cantantes y artistas españoles, totalmente intolerables y que ninguna instancia oficial responsable ha desmentido le han puesto fuera de juego, y solo se espera su dimisión o despido aunque se vaya con su contrato blindado. No se puede ofender impunemente a los españoles.
Ante esta situación, y envista de los probables resultados en la próximas elecciones generales, creo que ha llegado el momento de hablar con PLACIDO DOMINGO y proponerle seriamente que se haga cargo del Teatro Real. En estos momentos creo que le gustaría y podría. Tiene todas las cualidades y recursos para llevar a buen puerto esta aventura. Conoce perfectamente el teatro, Madrid y España; a los cantantes españoles, a todos los medios necesarios para hacer una programaciones equilibradas que satisfagan a todos; atraer a todos los públicos de todo el mundo, a todos los patrocinadores privados, cantantes, contratar a los artistas españoles, y sobre todo, atraer sobre sí el consenso y acuerdo de todas las fuerzas políticas y sociales y culturales en un acuerdo unánime que es lo que necesita nuestro Teatro Real.
Creo que esta iniciativa debe y puede ser asumida por todos los aficionados a la ópera y ser traslada oficialmente a Plácido Domingo que seguro aceptará de buen grado, y terminar así de una vez con esta situación caótica y ruinosa, previo vacío de personal inútil que pulula por el teatro. Habrá que dejarle las manos libres. Es el momento. No hacerlo será una irresponsabilidad.
Francisco García-Rosado