Tenía yo quince años cuando asistí por primera vez a una representación de Lucia di Lammermoor en el Teatro Colón de Buenos Aires. Fue mi encuentro con el romanticismo escocés. Poco sabía por entonces acerca de Sir Walter Scott. Su nombre me era un tanto familiar porque mi profesor de inglés era Alfred Scott Boxall. Él me guió en el conocimiento de la obra de uno de sus antepasados. Sin embargo era yo muy joven para comprender tanta belleza y especialmente a aquellos hombres románticos.
Más adelante entendí cómo los románticos dieron prioridad a los derechos del corazón por sobre los de la razón. Por eso alcancé a captar que en “The bride of Lammermoor”, la vida y la muerte eran los dos polos de la existencia. Eran comparados a la luz y a las tinieblas, a la altura y la profundidad, a la salida y a la puesta del sol.
La ópera italiana ocupó pronto mi interés. Después de mi primera “Lucia” en el Colón conocí otras versiones y a nuevos cantantes. María Callas aunque estuvo en Buenos Aires, cantó únicamente “Aida” y “Turandot”. Más adelante y en Europa, se metería en el cuerpo, en la mente y en el corazón de Lucía. Todavía hoy me gusta escucharla y rememorar esa extraña voz mezcla de contralto y de soprano. Fue ella quien conmoverá siempre cuando trasmite los sufrimientos de la joven llamada Lucía.
Hay dos mujeres en la ópera que llevan el nombre de Lucía. Una es Lucia de Lammermoor y otra es la joven bordadora que, en una Nochebuena asoma en “La bohéme”. Son personajes muy distintos pero encantadores y las sopranos pueden así unir sus voces al querer de los compositores que les dieron vida.
He leído en operaworld.es una nota sobre Lucia di Lammermoor dada en la Royal Opera de Londres. Varios medios periodísticos adelantaron también noticias sobre la puesta en escena de la obra de Donizetti. Quizás la “novedad” ha consistido en la muerte de un ser indefenso a causa de un aborto en escena. Las fotografías son verdaderamente espeluznantes y causan asombro porque la ópera romántica toda ella no da pie para un asesinato.
Me parece que es necesario que haya artistas que se nieguen a cantar una ópera revisionada con el agregado de escenas que nada tienen que ver con Lucia di Lammermoor. Kate Mitchell, la responsable de la puesta de Londres, ha dicho que su trabajo “permite contar una historia mucho más honda y trasmitir las emociones de todos los personajes”.
Intenté buscar en la partitura de “Lucia” el momento en el cual pudo haberse dado una relación sexual entre Lucía y Edgardo. Sin embargo, la regista lo encontró y muy temprano. Es en uno de los primeros encuentros. Ms.Mitchell hace que los protagonistas simulen un acto. De ahí que, más adelante, Lucía quede embarazada para abortar en escena.
A Lucía se la puede encasillar como una mujer que conoce “la vida”. Sin embargo cuando se la presenta, Donizetti la describe como una “dolente vergine, che geme sull’ urna recente di cara madre”. El engaño a Lucía está simbolizado en sus propias palabras. Ella expresa que ha firmado el contrato matrimonial con un hombre al que no ama y dice: “La mia condanna ho scritta! Le han hecho creer que su Edgardo ha muerto. Después, su aparición cae pesadamente sobre el corazón de Lucía. Ella pierde la razón y suenan entonces las duras palabras de “ha la ragion smarrita”.
En la versión de “Lucia” de Londres hubo también una escena muy fuerte. Es cuando Lucía trastornada, mata a su esposo en la noche de bodas. El romanticismo queda a un lado para que por medio del realismo el público contemple el asesinato.
Roberto Sebastián Cava