Purcell con acento andaluz

Ministriles del Nuevo Mundo y la ópera inglesa de Purcell centraron la cuarta y quinta jornadas del Festival de Música Antigua, que desgraciadamente ha terminado para siempre. Cada vez la agenda musical para la temporada nos aparece más desnuda, frágil e inconsistente. No se trata de una defensa quijotesca, ni mucho menos jalear a quien posee las responsabilidades, pero lo cierto es que caminamos por un tiempo complicado que justifica errores y toma como obligadas decisiones que nada tienen que ver con el aspecto puramente artístico. Esta sequía en la oferta empuja hacia propuestas cada vez más generales e insustanciales, sin atender a razones de innovación, pluralidad o tan sólo gusto.

Musicalmente hablando, Andalucía ha dado un giro exponencial en cuanto a la formación de intérpretes, pero también en la proliferación de conjuntos y agrupaciones que desde los más diversos dominios del repertorio ahondan en las raíces comunes a las que nos referenciamos. Un ejemplo de esta idea han sido las actuaciones del Conjunto Oniria, el jueves y la Coral polifónica y Orquesta Barroca de la Basílica de San Juan de Dios de Granada, bajo la batuta del maestro Juan Ignacio Rodrigo Guerrero este viernes. Ambas formaciones guardan en común la marca hecho aquí y aportan un grado de esfuerzo y profesionalidad que traspasa al oyente. Por tanto, dos propuestas bien distintas que marcan contraste y ahondan en la propuesta de esta edición del Festival de Antigua, que centra su interés en las influencias mutuas entre Europa e Iberoamérica, lo popular y lo culto.

La semiópera El rey Arturo o The British Worthy fue la cita con la ópera barroca de la mano del músico más importante e influyente de la escuela inglesa. Punto de inflexión que evoca a Dido y Eneas, la importancia del color y búsqueda de efectos a través de la música, así como la incorporación de ritmos danzantes como la chacona cuya cadencia animada ayuda al genio inglés a hilar el desarrollo dramático de esta pequeña joya. Un regalo poco habitual que en buena medida justificaba la buena entrada que registró el Cervantes. El peso de los diálogos entre los personajes centrales de la obra lo resolvieron Ana Ibáñez y Tete Cobo con muy escasos recursos aunque brillantemente desarrollados hasta el punto de incidir en el sentido de arte total que Purcell maneja magistralmente en esta época tan temprana. Estructurada en cinco actos The King Arthur vuelve sobre el mundo de dioses, adas y ninfas que pueblan el catálogo lírico de Purcell. Transportarnos a esos mundos fue la tarea expuesta por la coral granadina de la Basílica de San Juan de Dios , junto a un buen quinteto solista, donde destacó especialmente el bajo Francisco Crespo, con la efectista What power art thou. Del conjunto coral debemos apuntar la empastación y la emisión redonda sin desequilibrios entre cuerdas, que elevan aún más la calidad de este montaje a pesar de la insolvencia del conjunto instrumental plano e inexpresivo en la cuerda, superable en la percusión y catastrófico en el viento, especialmente en los metales. A pesar de todo, asistimos a una propuesta de peso, puesto que lejos de acudir a los pitos foráneos se apuesta por unos efectivos andaluces, donde el crecimiento y la evolución está asegurada siempre que se abran los escenarios y desterremos la idea absurda que da por bueno lo de fuera y desprecia el talento propio. Intención, valentía y talento en esencia podrían resumir la penúltima cita del Festival de Antigua acompañado de la mano del maestro Juan Ignacio Rodrigo un músico al que debemos prestar especial atención.

Coral polifónica y Orquesta Barroca de la Basílica de San Juan de Dios de Granada

Solistas: Verónica Plata, soprano; Rocío de Frutos, soprano; Pablo Martín, tenor; Rosa Plata, mezzo; Francisco Crespo, bajo y Ana Ibáñez, actriz.
Directores: Juan Ignacio Rodrigo Guerrero (música) y Tete Cobo (escena).

 

Alejandro Fernández