Un Rapto en el Serrallo en Munich sin diálogos

 

El Rapto en el Serrallo en Munich. Foto: W. Hösl
El Rapto en el Serrallo en Munich. Foto: W. Hösl

Comienza un nuevo ciclo del Anillo del Nibelungo en Munich bajo la dirección de Kirill Petrenko, que se ofrece entre los meses de Enero y Febrero y que volverá a representarse a lo largo de una semana en el Festival de Julio. A esto se añade una nueva Walküre en Hamburgo bajo la dirección de su titular musical, Kent Nagano. Como aperitivo tenemos este Rapto en el Serrallo en Munich, que me ha resultado decepcionante por la concepción de la producción, que influye de manera decisiva en el desarrollo de la representación.

La producción escénica se debe al británico Martin Duncan y se estrenó aquí en Enero de 2003.Su mayor problema radica en el hecho de eliminar los diálogos, sustituidos por una narrador (en este caso narradora), lo que hace que los cantantes se limiten a cantar sus arias y dúos, lo que perjudica notablemente el desarrollo dramático especialmente de los personajes de Blonde y Pedrillo. Es decir, estamos en una producción que se sitúa en las antípodas de la que pudimos ver en el Liceu de Barcelona en Abril de 2010 con dirección escénica de Christof Loy y que ofrecía los diálogos en su integridad. Ahora parece que se ha puesto de moda eliminarlos, ya que así lo hacía también el año pasado en Berlín la producción de Rodrigo García.

La producción se desarrolla en un supuesto palacio en Turquía, en el que las huríes van vestidas de negro y con velo, mientras que los europeos lucen unos atuendos vistosos y coloristas. No existe una escenografía propiamente dicha, sino un escenario desnudo con una pantalla al fondo, que tampoco se usa demasiado. La escena la ocupan siempre una serie de sofás colgados del techo y movidos por extras, como si fueran una serie de sofás voladores. Al estar los cantantes casi siempre en los mencionados sofás, sus posibilidades de movimientos son muy escasas y más parecen intérpretes de una versión de concierto con trajes. Lo más conseguido de los mencionados sofás es su colorido, pero no consiguen dar vida a la trama en escena.

La dirección musical estuvo encomendada a Ivor Bolton, el actual director titular del Teatro Real y muy frecuente en Munich es este tipo de óperas. El director británico está muy familiarizado con la música de Mozart y su dirección resulta correcta, sacando un buen partido de la Bayerisches Staatsorchester. Buena también la actuación de Coro de la Bayerische Staatsoper en sus breves intervenciones.

El Rapto en el Serrallo en Munich. Foto: W. Hösl
El Rapto en el Serrallo en Munich. Foto: W. Hösl

El personaje más importante de la ópera no es otro que el de Konstanze, interpretado aquí por la soprano americana Lisette Oropesa, cuya actuación fue buena, con las limitaciones dramáticas apuntada más arribas. Para mi gusto es una buena soprano, pero excesivamente ligera para el personaje. Por hacer una comparación, me resulta más Susanna que Condesa para Le Nozze di Figaro y en mi opinión Konstanze está más cerca de la segunda que de la primera. Es una buena cantante, que aquí queda corta de graves en el famosos Martern aller Arten.

El tenor alemán Benjamín Bruns fue un adecuado Belmonte, con voz atractiva y buena línea de canto. Siendo un buen intérprete escénico, quedó perjudicado por el estatismo de la producción

Hans Peter König era Osmin, reapareciendo tras un parón de más de un año, al parecer por problemas vocales. Efectivamente, vocalmente no está como hace un par de años. La voz parece un tanto empequeñecida y sus notas bajas han perdido sonoridad. Esperemos que vuelva a ser el gran bajo que todos hemos conocido.

La soprano americana Kathleen Kim fue una Blonde perjudicada seriamente por la producción. Es éste un personaje de gran importancia escénica y aquí se limita a cantar sus arias, quedando la parte muy coja. Lo hizo bien con una voz demasiado ligera para mi gusto.

Algo parecido se puede decir del tenor Matthew Grills en la parte de Pedrillo, vocalmente correcto, aunque un tanto modesto.

La Narradora era Charlotte Schwab y Bassa Selim lo interpretaba Bernd Schmidt, que solo dice una frase en toda la ópera.

El teatro estaba prácticamente lleno, salvo las localidades de escasa o nula visibilidad. El público se mostró satisfecho con el resultado de la representación, ofreciendo los mayores aplausos a Lisette Oropesa e Ivor Bolton.

La representación comenzó con 5 minutos de retraso, como es habitual en Munich, y tuvo una duración de 2 horas y 38 minutos, incluyendo un intermedio de 30 minutos. Siete minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 100 euros, habiendo butacas de platea desde 56 euros. La localidad más barata costaba 25 euros.

José M. Irurzun