Recital de música y toros en Madrid a cargo de la asociación Aeterna Musica

Recital de música y toros en Madrid a cargo de la asociación Aeterna Musica
Foto: Pablo Fernández Juárez

La asociación Aeterna Musica está llevando a cabo una labor tan encomiable como necesaria de difusión de talentos artísticos en diferentes disciplinas. Para ello sus siempre activas cabezas idean series distintas que dan cabida a músicos, actores, magos, literatos, pintores y todo tipo de artistas interdisciplinares. El concierto del domingo 14 de junio de 2015, La canción viva del torero, fue un proyecto pensado con una doble intención: por un lado, rendir homenaje a uno de los grandes toreros de la actualidad, Iván Fandiño; por otro, aprovechar ese cruce de caminos entre música y toreo para recrear algo que formó parte de la cultura decimonónica española y que fue inspiración para muchos literatos y músicos, sobre todo fuera de nuestro país. Nos referimos a las veladas musicales en los salones aristocráticos del Madrid de mediados del XIX, eventos en los que la nobleza se mezclaba con toreros, bailaoras y gitanas, momentos de libertad y de olvido de los límites sociales y también de disfrute consentido y aceptado por las estrictas normas de conveniencia. La posibilidad de hacernos vivir un momento privilegiado como éste nos la dieron las Religiosas de María Inmaculada, en cuyo convento se encuentra el Palacio del Conde de Vistahermosa con su magnífico Salón de Espejos. Así se gestó este Recital de música y toros en el Palacio de Vistahermosa a cargo de la Asociación Aeterna Musica. Imposible no imaginar a Mérimée y Mesonero Romanos coqueteando con la condesa de Teba y con una castiza a la par, porque según contaba el escritor francés, lo mejor de los españoles estaba en sus clases populares, aún no sometidas por aquellos mediados del siglo a la deshumanización de la Revolución Industrial.

Y yendo al meollo de la cuestión, no hace falta comentar aquí la inspiración que la tauromaquia ha supuesto para tantos y tantos artistas. El arte nace de la necesidad del ser humano de rodearse de belleza y también de trascenderse y trascender, de perdurar en el recuerdo y la memoria para lograr una victoria sobre la ineluctable muerte. En el toreo, esa lucha contra la parca es literal y trasciende el mero combate gracias a ese maravilloso ritual artístico que es la corrida, arte entre la vida y la muerte, en suma. Además, el toreo coincide con la música en un aspecto esencial: es un arte del instante, del momento mágico, del gesto que se recrea y detiene el tiempo para hacer nacer una temporalidad paralela en la que sólo eso nos importa. Y para eso hay que arriesgar, ir al límite, plantarse en esa delgada línea al borde del precipicio que separa la técnica y el control del abandono absoluto. Riesgo fue también “resolver de forma ágil la integración de la copla tradicional con piezas clásicas relacionadas con la tauromaquia y, a su vez, que todo ello devenga contemporáneo”, como rezaba en el programa de mano. Pero quien no arriesga no gana, y nuestros artistas no sólo ganaron sino que triunfaron.

Recital de música y toros en Madrid a cargo de la asociación Aeterna Musica
Foto: Pablo Fernández Juárez

Para este Recital de música y toros en el Palacio de Vistahermosa a cargo de la asociación Aeterna Musica se hizo una apuesta muy inteligente que lograra la unidad del conjunto, y fue la presencia constante en escena del magnífico pianista Omar J. Sánchez Mártil. Sobre sus hombros recayó la responsabilidad de pasar del piano solista al acompañamiento lírico y al de copla constantemente, cosa que conlleva una enorme dificultad pero que supuso un estupendo hilo conductor para el público. Omar J.Sánchez nos deslumbró en todas sus facetas: solista, acompañante y habilísimo arreglista. Si algo define su pianismo es la elegancia con la que desgrana sus frases, que quedó patente desde la apertura del programa con la Sonata en Re de Mateo Albéniz, rescatada del injusto olvido por Joaquín Nin. La precisa pulsación de Omar J. Sánchez confirió ritmo y vivacidad a una de las raras obras profanas de quien fuera maestro de capilla de Santa María del Coro en San Sebastián y que influiría en autores posteriores, como el propio Granados, también escogido para esta velada. El fantástico barítono Damián del Castillo escogió para su primera intervención a García Lorca y La Argentinita con tres de las Canciones populares antiguas. Matizó esa voz de metal y terciopelo con exquisito cuidado en cada estrofa de Los mozos de Monleón, nos trasladó con mucho garbo a El café de Chinitas y se volvió gitano y oscuro con el Zorongo. Omar J. Sánchez, siempre atento y versátil en su acompañamiento, nos condujo seguidamente al universo delicado y brillante de Enrique Granados con La maja y el ruiseñor, de su obra maestra Goyescas. Nos regaló una versión memorable llena de melancolía y pasión, como pide el tema de la maja, en la que la tensión del fraseo no se perdió ni un segundo a pesar del endiablado contrapunto de los constantes arabescos, para terminar con un ruiseñor cuya dificultad sonaba natural y fácil en sus manos. Y llegó la copla a este Recital de música y toros en el Palacio de Vistahermosa a cargo de la Asociación Aeterna Musica, de mano de la cantante Gema Castaño. Esta mujer, guapa, elegante y salerosa nos encandiló con su arte y nos trajo en su interpretación sentida, profundamente expresiva y ajena a todo desgarro desmedido la mejor copla clásica. Comenzó con dos piezas de los maestros Quintero, León y Quiroga (Juan León y Capote de grana y oro) que fueron quienes dominaron su selección en esta tarde de toros. Con los ánimos del público enardecidos, no cabía mejor opción que continuar con la Orgía de las Danzas fantásticas de Joaquín Turina. Omar J. Sánchez nos brindó de nuevo una versión arrebatadora, llena de fuerza, empuje y pasión, pero lejos de cualquier exceso manierista. A destacar su magistral gestión de la tensión hasta hacernos desembocar en ese arrollador final. Cerró esta primera parte una obra de estreno, La canción del torero para barítono y piano con poema de Paco Quirce y música de Miquel Ortega. Paco Quirce es un hombre exquisito, como lo es su poesía, y por exquisito entendemos a quien sabe apreciar lo mejor de la vida allá donde esté, en lo más sublime y en lo más canalla, en los gritos y en el silencio. Su poema, en el que destacan sus fortísimas imágenes contiene eso, el sabor de los romances populares tamizados por nuestros mejores poetas y el arranque y vitalidad de una barriada popular. ¡Olé ese torero anarquista! La música de Miquel Ortega destaca por su conocimiento de la voz, a la que sin duda saca el máximo partido para hacerla brillar de principio a fin. Su formación y experiencia en este sentido hacen de La canción del torero una obra de gran dificultad pero extremadamente bien pensada, en la que se combina la tradición de la música española con variadas incursiones modales. La fuerza amenazante, la melodía con cromatismos variables y el ritmo obstinado del estribillo nos acompañaron mucho tiempo tras el concierto, gran mérito para una obra de creación contemporánea.

La segunda parte de este Recital de música y toros en el Palacio de Vistahermosa a cargo de la asociación Aeterna Musica se abrió con esa obra maestra del piano español que es El pelele de Enrique Granados. En su última intervención como solista Omar J. Sánchez desplegó todas sus armas de virtuoso para la interpretación de esta obra llena de escollos técnicos, bravura y luminosidad. Nuestra coplista Gema Castaño interpretó de manera emocionante y personalísima el archiconocido El Relicario, del Maestro José Padilla, tras lo que Damián del Castillo nos ofreció con tronío y enorme gracia el primer pasodoble torero de la tarde, Silverio de Agustín Lara, dedicado al matador mexicano Silverio Pérez. Incluso nos regaló con mucho arte unos cuantos pases toreros con el capote, que tiñeron de albero el precioso Salón de Espejos. Volvió Gema Castaño a escena con la última copla de la tarde, Madrina, también de Quintero, León y Quiroga y enlazó con ese pasodoble que siempre nos estremece a los españoles, tanto por su belleza como por las connotaciones nostálgicas de añoranza de la patria lejana: Suspiros de España, del Maestro Antonio Álvarez Alonso. Más de una lágrima arrancó nuestra coplista con su sensibilísima interpretación. Damián del Castillo nos reservó para su última actuación de la tarde la reina de las arias “españolas” de ópera: el “Toréador” de Carmen, la inmortal y españolísima obra de Georges Bizet. Damián del Castillo es Escamillo, y discúlpeseme el inevitable pareado. Su voz rotunda, homogénea en todos los registros, ágil, dúctil y capaz de mil inflexiones es perfecta para esta aria que muchos ven únicamente como un ataque de chulería y exceso, pero que, como ópera francesa que al cabo es, demanda de una sutilidad, fraseo y control extremos. El broche de oro, como de oro fue el concierto entero, vino de la mano de Gema Castaño, en su doble faceta de cantante y compositora, puesto que nos interpretó su pasodoble Iván Fandiño, torero. En su composición vertió Gema Castaño lo mejor de la tradición clásica del pasodoble a lo que se unió su personalidad entre melancólica y vitalista, entre castiza y extremadamente refinada. Señalar que los arreglos para piano, de gran belleza y eficacia estuvieron a cargo de Omar J. Sánchez.

En suma, este Recital de música y toros en el Palacio de Vistahermosa a cargo de la asociación Aeterna Musica constituyó todo un éxito tanto en su concepción misma como en su ejecución, que provocó un gran entusiasmo en el público que se había entregado incondicionalmente a sus artistas desde la primera hasta la última nota del concierto.

Ana García Urcola