En la noche de su cumpleaños, Renée Fleming regresó a Nueva York para ofrecer un recital en el Wu Tsai Theater del Lincoln Center, acompañada por su fiel amigo y colaborador Jean-Yves Thibaudet al piano. La expectación era máxima: la soprano, una de las grandes divas de nuestro tiempo, volvía a los escenarios de la Gran Manzana con un programa corto pero variado, estructurado en torno a la canción francesa y los lieder de Richard Strauss, con un guiño al repertorio americano con canciones de Alan Fletcher. Algo así como un remedo actualizado del disco de 2001 que la pareja tituló Night Songs y se grabó bajo el sello DECCA.

Fleming apareció radiante, con esa elegancia innata que es marca de la casa. Desde el primer compás de Clair de Lune de Fauré, quedó claro que el fraseo, el refinamiento estilístico y el compromiso artístico de la soprano permanecen intactos. En Mandoline y Prison, su musicalidad se hizo evidente, aunque la emisión resultó opaca y la proyección, limitada. Las delicadas Sept Chansons grises de Hahn encontraron en Fleming una intérprete atenta al detalle, pero con una paleta tímbrica empobrecida, incapaz de sostener el lirismo etéreo que estas piezas requieren. En Les Étoiles, la coloratura, antaño natural y luminosa, sonó trabajosa y frágil.
Thibaudet ofreció un interludio pianístico con La Cathédrale engloutie de Debussy, que interpretó con una sonoridad envolvente y matices cuidadosamente modelados, en un momento de auténtico lirismo instrumental.
El gran estreno de la noche fue Three American Songs de Alan Fletcher, en versión para piano y voz, escrita expresamente para Fleming. La partitura, de inspiración poética y deudora de la tradición del art song estadounidense, mostró la versatilidad expresiva de la soprano. Su falta de homogeneidad vocal, la estridencia en el agudo, el grave sobrevibrado y el abuso del portamento fueron algunas de las limitaciones de su instrumento en esta etapa otoñal de su carrera, y estaban a la vista del público desnudas sobre el piano de Thibaudet.

La selección de Poèmes pour Mi de Messiaen resultó particularmente desafiante. En Action de grâces, la insuficiente resonancia en los graves y la inestabilidad en los registros extremos traicionaron la monumentalidad de la obra. En La Maison, donde antaño desplegaba un legato impecable, la línea de canto se sintió errática.
Para la última sección del programa, Fleming recurrió a Strauss, compositor con el que ha dejado huella imborrable. Ruhe, meine Seele! y Befreit fueron recreadas con mimo y pellizco expresivo, un fraseo limpio y bien presentado, pero las dificultades en la zona alta empañaron la expresividad, especialmente en Wiegenlied, donde las notas sostenidas carecieron de la plenitud de otros tiempos.
Para los bises, Fleming sorprendió con When You Wish Upon a Star de Billy Joel, una elección sentimental pero insulsa y poco propositiva que no obstante arrancó un eneorme aplauso del público que aún quedaba en sus butacas.
Renée Fleming sigue siendo una artista admirable, una intérprete de refinamiento insuperable y un modelo de sabiduría y respeto por la música. Sin embargo, su realidad vocal es incuestionable: su instrumento, que en su apogeo conjugaba lirismo y carnalidad con un brillo dorado, ha perdido el esmalte y la seguridad de antaño, y suena hoy insuficiente para estos escenarios. La respuesta entusiasta del público es comprensible como respuesta una esperada reaparición, si bien el resultado artístico, aunque impregnado de elegancia y buen gusto, deja un poso de nostalgia.
A sus incondicionales, les queda el consuelo de haber celebrado con ella una noche especial. A los que buscaban trzas de la excelencia vocal de su mejor época, esta reaparición nos recuerda que, inevitablemente, el tiempo pasa para todos.
★★☆☆☆
David Geffen Hall, Wu Tsai Theather, a 14 de feberero de 2025. Renée Fleming, soprano. Jean-Yves Thibaudet, piano. Obras de Fauré, Hahn, Debussy, Fletcher, Messiaen, Liszt, R. Strauss y B. Joel.